31. La caja de pandora

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Dibujo de Jodie engalería. Den vuelta los teléfonos xd

-.-.-.-.-.-

Las puertas del elevador se cerraron y Wes no alcanzó a salir.

El pasillo estaba oscuro y silencioso. Serena se encontraba delante de mi puerta, en pijama, y parecía estar limpiándola con un trapo. A medida que me iba acercando pude darme cuenta de que estaba intentando borrar un grafiti.

En letras bien grandes y rojas, alcancé a leer un 《puta》.  El trapo, antes blanco, había adquirido un tono rojizo y lucía como si acabara de limpiar la sangre de una escena del crimen.

—¿Qué es eso?

Serena se dio vuelta y pude ver su rostro, hinchado. Tenía los ojos rojos, como si hubiera estado llorando, y el cabello recogido en un moño desordenado.

Me asusté.

—¿Estás bien?

Ella comenzó a negar.

—Golpearon a Amanda —dijo con voz débil—. Y... y destrozaron el cuarto. Se llevaron tus cuadernos —el rostro se le deformó en una mueca de angustia horrible, se llevó las manos a la cara y se secó unas lágrimas—. Lo siento. Te prometo que lo arreglaré.

Quedé consternada. Nunca en mi vida la había visto llorar. Recordé a mamá, hace años, cuando le conté sobre Serena en la secundaria. No estoy segura de lo que le dije exactamente, ni las palabras justas que ella usó. Pero me contó, muy tranquila, que detrás del enojo siempre estaba la tristeza.  Y que Serena seguramente era una chica muy triste.

Por primera vez estaba viendo a la Serena triste, como si ya no tuviera fuerzas para enfadarse.

—¿Cómo está Amanda? ¿Qué sucedió?

Se limpió los ojos con las mangas de su pijama.

—Está bien. La llevaron al hospital y ahora está con sus padres. —Abrió la puerta para que viera el interior del cuarto— . Entraron varias personas con capuchas cuando estábamos durmiendo y dieron vuelta todo el cuarto. Ella se despertó primero e intentó quitarle la capucha a uno. Dormí en tu cama porque tú te habías ido y ella no quiso estar sola.

—¿Golpearon a Amanda?

—En la cara. Se dio la cabeza contra la pared.

Entré al dormitorio. Se encontraba bastante ordenado, así que supuse que Serena ya lo habría acomodado todo. Pero las paredes estaban cubiertas de grafitis. Sobre las fotos que tenía colgadas junto a mi cama, donde aparecía con mi familia o amigos de la infancia, habían dibujos obscenos hechos con marcadores o aerosol.

Sobre la cabecera de mi cama escribieron otro 《puta》 tan grande y con tanta pintura que se había volcado hasta llegar a la cama y manchar las almohadas. Los cuadernos de mi mesa de noche ya no estaban y mucha de mi ropa se encontraba amontonada en pilas.

—No quiero agobiarte más —dijo mientras entraba—. Pero se viralizaron tus fotos. Las de ahora y las de la secundaria.

Me pasé una mano por el rostro. Todo esto me estaba superando y sabía que iban a pasar cosas muy malas a partir de ahora.

Voy a resumirles lo que sucedió hace tres años y la razón por la que me expulsaron de la secundaría junto a Anton: Me robaron la ropa mientras estaba en las duchas, llamé a Anton por teléfono, me prestó su camisa, alguien bajó la alarma de incendios y tuvimos que salir del edificio junto a todos los estudiantes y profesores. Se dieron cuenta de que estábamos parcialmente vestidos, los alumnos sacaron sus teléfonos y los profesores comenzaron a gritarnos por dañar la integridad de la institución.

Todo por el clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora