1. Tengo nuevo crush

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Lo malo de vivir cerca de la universidad es que casi no debo viajar.

Eso quiere decir que no hay despedida emotiva con mis seres queridos, ni Hogwarts Express, y mucho menos una escena mega romántica en la que mi ex novio corre por todo el aeropuerto para pedirme que me quede.

—En el Hogwart Express no hay Wi-Fi —susurró Anton sobre mi hombro, tan cerca de mi oído que me provocó escalofríos—. Te morirías del aburrimiento.

Erguí la espalda para pegarla a la pared del autobús y puse la tableta contra mi pecho, enfadada. Cuando giré la cabeza para verlo, el estúpido no se apartó y nuestras frentes chocaron.

En mi mente retumbó un sonido hueco, similar al de un jarrón vacío cuando es golpeado.

—Deja de violar mi privacidad —le exigí mientras me sobaba la frente.

—Deja de escribir tu diario íntimo en el transporte público —me regañó.

Anton se llevó las manos a los costados de la cabeza y sus dedos desaparecieron entre la maraña de cabellos negros. Arrugó la nariz y me observó con odio, un poco adolorido.

De no ser porque amaba las expresiones que hacía cuando sufría, habría sentido un poco de pena por él.

Pero se veía tan tierno.

En ese momento un asiento se desocupó a mi lado, fui sin pensarlo y dejé a mi amigo solo, sentado sobre la incómoda barra para personas con movilidad reducida.

Eché una última mirada por la ventana para asegurarme de que aún quedaba tiempo hasta que nos bajáramos en el campus de la universidad y despegué la tableta de mi pecho. Guardé el documento y abrir otro que no fuera tan personal.

Todo. Absolutamente todo lo que yo escribía debía estar digitalizado y resguardado por alguna plataforma de internet. La tableta, la portátil y el teléfono móvil eran mis segundos bienes más preciados, justo después del gorro de Gryffindor que llevaba puesta.

Ignorando las caras de susto que ponía el pelinegro cada vez el autobús daba un tumbo, comencé a corregir el último capítulo de la novela que estaba escribiendo mientras maldecía ocasionalmente a Wattpad por borrar mis guiones largos. Luego de un par de minutos me encontré tan ensimismada en la tarea que no me di cuenta que, a mi lado, un tipo leía a la par mía.

—Ese gerundio está mal ubicado.

—Cállate.

El sujeto de al lado rio.

—De acuerdo, cálmate.

Cuando respondió, me di cuenta de que no se trataba de Anton con sus susurros tétricos. Levanté la mirada de la pantalla, asustada, y me volví un poco hacia el costado para ver de quién se trataba.

Abrí la boca para disculparme, pero entonces mi trasero vibró con un mensaje en el teléfono y emitió un sonidito similar al de un gas. El muchacho que estaba a mi lado se volvió al oírlo e intentó ocultar una risa con un poco de tos.

—Fue mi teléfono —dije con atropello— Mis gases no hacen ruido. —Esta vez él no se molestó en ocultar la risa y cerré los ojos, evocando a mí paciencia. «Cállate, Jodie »—. Quiero decir, eso en Yugopotámico significa «askdisab», que se traduce como una forma de disculparse.

Él volvió a dirigir su mirada hacia mí, extrañado, lo que me dejó ver su rostro por completo y de cerca.

Tenía el la piel varios tonos más oscura que la mía, el cabello aún más y los ojos tan claros que, sin darme cuenta, abrí la boca impresionada. Me estaba sonriendo, divertido, y su nariz estaba ligeramente enrojecida.

«Vaya, vaya. Qué belleza».

Sentí algo frío debajo de mi mentón y me di cuenta de que se trataba de Anton, que acababa cerrarme la bocota.

—¿Vienes de Yugopotamia? —Preguntó mi amigo, divertido, a lo que yo asentí con energía— ¿Dónde queda ese lugar?

Intenté pensar en algo lejos mientras los dos me observaban. Sentí también la mirada de varios pasajeros puesta en mí.

—Al sur de la Antártida —«No, la Antártida está al sur del planeta»—. La Antártida del norte, por supuesto. Esa que está... —Hice un gesto con la mano, como queriendo señalar algo, pero no supe qué, así que señalé hacia atrás—. Esa que está más al norte de aquí.

El desconocido tomó mis manos entre las suyas y las movió para que señale hacia adelante.

«Válgame Dios. Respira».

—Ese es el Norte.

—Perdón. Me distraje con tus ojos color cielo... —Los dos levantaron las cejas—. Eso es lo que diría una acosadora. Cosa que no soy. —Me levanté al reconocer mi parada. Estaba salvada—. Fue un gusto conocerte. Desconocido de los gerundios.

Mi amigo me jaló del brazo con fuerza para que bajáramos antes de que el autobús volviera a arrancar y sólo alcancé a saludarlo con la mano antes de ser devorada por la muchedumbre que se apretujaba en las puertas.

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Buenaaaas ¿Cómo están? ¿Qué tal les fue en la semana?

Bienvenidos a esta "nueva" historia. Espero que les esté gustando.

Bai ♡

Bai ♡

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