25. Huyo con mi ex

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Antes de que pudiera salir corriendo, la mujer de la túnica comenzó a arrastrarme entre el tumulto de aldeanos que me felicitaban y adoraban.

Detrás de mí, un joven vestido de negro se abría camino con un enorme libro abierto entre sus manos. La gente se apartaba a su paso, pero él parecía ignorarlo. Me pregunté cuál sería su función en el rol, hasta que se detuvo frente a todos y comenzó a 《narrar》 en voz alta.

—¡El elegido se reunió, luego de dos décadas, con su amado pueblo! ¡Deberá trabajar arduamente para liderar a sus tropas a la victoria! —Pasó de página— ¡Y los números de la suerte son...!

Entré a una de las tiendas.

Al ambiente cambió. El lugar era más oscuro e iba iluminado por velas y una lamparita con forma de bola de cristal mágica sobre una mesa larga en el medio. Era espacioso, del tamaño de un aula, pero sin la tristeza chupa-almas en el aire.

Dentro no habrían más de tres o cuatro personas que supuse que eran los organizadores del evento. El chico de las gafas se encontraba allí e intentaba remendar el agujero de una prenda junto a una pila de trajes. No tenía idea de cómo había hecho para llegar tan rápido y ponerse a coser, pero ya no me extrañé.

La mujer me soltó y rebuscó entre la pila de ropa, con los aldeanos y caballeros exclamando mi nombre fuera de la tienda.

—¡Larga vida a la elegida!

La mujer me tendió un vestido oscuro de época y me examinó de pies a cabeza.

—Bueno, no eres tan delgada... pero supongo que te entrará.

—Lamento no ser Bárbara Palvin. —Le arrebaté el vestido—. No sabía que era requisito para ser protagonista. —Entonces me di cuenta de lo que dije y le lancé la prenda de regreso—. Espera, yo no quería jugar a esta mierda.

Todos me miraron horrorizados. La mujer se quitó la capucha y reveló su rostro, infló su pecho con imponencia y me miró con el mentón elevado a más de noventa grados.

—Ya es tarde. Eres la elegida. —Me estampó el vestido en el pecho—. Liderarás nuestras tropas contra el enemigo mañana.

—¡Que no! —Se lo devolví de nuevo.

—¡Lo hubieras pensado antes de dibujarte la marca! —Me echó la tela al rostro—. Estas cosas tienen una organización. No puedes desaparecerte luego de ser anunciada, como si fuera un juego.

Me saqué el vestido de la cara y lo dejé en mis manos.

—¡Es un juego! —Todos volvieron a mirarme, horrorizados— ¿Qué clase de reglas son esas, que hacen que una campesina desconocida lidere un ejército?

—Son las reglas básicas de la fantasía épica. El heredero debe liderar aunque sea un niño y no tenga experiencia. Si el trono le corresponde, obviamente va a hacerlo bien.

—Evidentemente no has abierto un libro de historia. No tiene sentido.

La lona de la entrada se corrió para dejar pasar a Wes y Luc. Ellos, de forma misteriosa, habían sido despojados de sus prendas modernas y ahora iban vestidos a juego con todo este circo. De hecho, Luc tenía pinta de bufón: un ukelele en su mano izquierda, ropa de hippie y zapatos de lona en punta.

Wes, en cambio, iba vestido de caballero. Con todas esas cosas que se suponía que llevaban debajo de la armadura, de las cuales desconocía el nombre. Porque odiaba la fantasía épica, la edad media y todo lo relacionado con esa época. 

Se veía ligeramente incómodo por la espada de colección y el disfraz, pero intentaba disimularlo. Los lentes rojos se le habían ido deslizando por el caballete de la nariz.

Todo por el clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora