14. Amanda wtf

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—¿Estás conmigo en esto? —pregunté.

No quise emocionarme, pero me emocioné.

Wes asintió despacio.

—Creo en ti —dijo antes de apartar la vista—. Y las cosas estaban un poco tranquilas. Ya era momento de agitar las aguas.

La puerta se abrió detrás de nosotros y la música inundó toda la azotea. El brazo con el que Wes se estaba sosteniendo cedió y se golpeó el rostro con mi hombro antes de aterrizar en el suelo. Tomé una bocanada gigante de aire y me cubrí los labios para ahogar una carcajada, pero no lo conseguí.

—Lo siento —dije entre risas—. No, en realidad no lo siento ¿Estás bien?

Wes soltó algo a medio camino entre un quejido y un gruñido en el suelo, con los ojos cerrados y una mano el la cara. Cosa que provocó mas risas de mi parte.

Giré la cabeza para ver la puerta e intenté con todos mis esfuerzos ponerme seria cuando vi a mi padre en la entrada. Llevaba los brazos cruzados, las cejas alzadas, e iba apoyado en el marco de la puerta. Parecía más curioso que otra cosa.

—Anton está cantando —me informó—. Creí que querrías verlo.

—Sí, claro, estoy yendo —respondí mientras me incorporaba.

Aquí no pasó nada.

Esperé que con esas palabras él se marchara, pero continuó en la misma posición, a la espera. Así que reuní todas mis energías para no volver a reír, ayudé a Wes a levantarse y bajé la voz para que papá no me oyera.

—Tú también puedes confiar en mí para lo que sea —respondí—.Menos para asesinar a alguien o esconder un cadáver. Te agradecería que no me metieras en algo así.

Wes separó los labios con sorpresa y asintió, como si eso fuera información valiosa, o como si fingiera que lo fuera.

Cuando llegué junto a Chase, por alguna extraña razón, decidió ignorar a Wes y esperó a que yo pasara para cerrar la puerta. Estaba segura de que esperaría hasta mañana para bombardearme a preguntas con sutileza mientras se hacía el desinteresado.

Fue cuestión de segundos para perder a los dos muchachos de vista una vez que bajaron las escaleras y decidí quedarme un par de escalones arriba, para ver en dónde se encontraba Anton.

Podía oírlo cantar y tocar la guitarra a través de los parlantes, pero no estaba sobre ninguna plataforma. Afortunadamente, el tipo de las luces había decidido apagar las de colores e iluminar a mi amigo con un reflector blanco.

Se encontraba en el escenario junto al DJ, sentado y rodeado por todo el mundo. Ya no llevaba mi sostén colgando de la camisa y parecía profundamente concentrado en lo que estaba haciendo. Las voces habían disminuido hasta que lo único que se oyó fue la suya unida al sonido de su guitarra.

Apoyé todo un brazo en la pared y me quedé observándolo desde allí, con una sonrisa plantada en mi rostro. Él apartó la vista de las personas que tenía adelante y comenzó a mirar hacia los lados, para hacer contacto visual con todo el mundo. Cuando alzó la cabeza, se detuvo frente a mí. O eso creí, porque desde lejos lo último que se veía era la dirección de sus ojos.

Aun así levanté los brazos para enseñarle el dedo del medio y pude verlo sonreír antes de bajar la cabeza de nuevo.

Ver a Anton donde él siempre quiso estar me puso de muy buen humor. Porque la música era parte de él y no podía imaginármelo haciendo alguna otra cosa más.

Todo por el clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora