31 de octubre (mismo día), 23.30 hs.
Por mucho que me protegiera la chaqueta de cuero y me pegara a Zack, acabé con la falda y las medias empapadas, además de un chicle debajo de las botas. Pero él tampoco se había llevado algo mejor.
Detuvo la motocicleta delante de 1020 y la corrimos hasta que quedara debajo del toldo verde en la acera, para que no se mojara más. Dentro, el bar estaba lleno. La música apenas se oía entre tantas risas y voces mezcladas con el sonido de las bolas de billar chocando entre sí.
—Voy a buscar algo adentro.
Se marchó y desapareció entre la marea de universitarios, camino hacia quién sabe dónde. Pensé que a lo mejor debía hablar de algo con alguno de los empleados y aproveché para mandarle un mensaje a papá.
El plan de arreglar las cosas más importantes en mi vida incluía a mi familia: Salem, Chase y Jenna. Y necesitaba charlar con él cuanto antes.
Delante de mí, alguien habló.
—¿Estas sola?
—Sigue la flecha, baboso —respondí sin levantar la mirada.
El sujeto puso su mano sobre la pantalla del teléfono y lo aparté alarmada. Levanté la cabeza y mi nariz casi chocó con la de Mason. Nada romántico.
Tenía su cabello perfectamente peinado, salvo por un mechón que se le había ido a la cara. Pero no le quedaba atractivo, como a Wes. Sino que le daba un aire más desquiciado. Con un brazo sostenía un oso panda de felpa, de casi medio metro de altura y con la mano opuesta agarraba con fuerza una bola de papel.
Iba disfrazado de Fred, de Scooby Doo y le quedaba como anillo al dedo.
—Eres un maldito enfermo. Vete.
Volví a prestarle atención a mi teléfono. Papá se quedaría hasta navidad. A lo mejor se cruzaba con Salem porque, si mal no recordaba, me dijo hace tiempo que vendría a ver el partido de nuestras universidades. Y si todo salía bien, a lo mejor conseguía que hicieran las paces antes de que nos fuéramos a la fiesta de la discográfica.
Muchas posibilidades que me mareaban.
Mason colocó el dedo índice debajo de mi mentón para levantarlo. Cuando tuve su rostro frente al mío de vuelta, él habló.
—Mírame.
Le aparté la mano con delicadeza.
—Vuelve a tocarme y romperé los vidrios de tu auto.
El rubio hizo una mueca de desagrado.
—No puedes, muñequita. Porque ya no tengo auto. —Levanté las cejas—. La estúpida de Serena me lo ha escondido por tu culpa. —Me estampó la bola de papel en el pecho—. Hizo una puta búsqueda del tesoro con mis cosas y más te vale ayudarme.
—Ese no era el trato.
Hacer las pases con Serena me ayudó mucho. En especial con el tema de la extorsión de Mason, porque prometió ayudarme: Dijo que se haría la estúpida y fingiría que no sabía la verdad. Lo que ya era mucho viniendo de ella, la chica más resentida del planeta. Se fue alejando del chico, pero sin que pareciera evidente, y él quedó satisfecho. Me dejó tranquila y creí que ya no volvería a molestarme.
—Si ha descubierto lo idiota que eres, no fue por mí —mentí—. Honestamente, se había tardado.
—¿Eres estúpida? —rio irónicamente, como si no pudiera creerlo— Tú me debes todo y lo seguirás haciendo hasta que me canse de ti, porque tengo tus fotos, porque sé quiénes son tus padres y te controlo.
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Todo por el cliché
Teen FictionJodie acaba de entrar a la universidad con sólo una cosa en mente: cumplir su lista de clichés para ser la mejor protagonista de wattpad. Y graduarse, claro. -.-.-.-.-. Jodie tiene una doble vida, como Hannah Montana, y de día es estudiante, pero de...