13. Pero Wes me cae bien

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—Estás bromeando ¿Verdad? —Intenté separarme de Anton, pero lo único que conseguí fue que mi sostén y su camisa se estiraran— Maldita sea. Dijiste que sólo eran un par de camarógrafos. Esos no se oyen como solamente dos.

—De otra forma no vendrías —se defendió, la pobre víctima.

Obviamente a él no le molestaba en absoluto el tener que salir con su camisa enganchada en mi sostén. Y estaba segura de que hasta sería capaz de posar para las fotos. Pero al ver el terror dibujado en mi rostro, algo dentro de él pareció ceder y se compadeció de mi.

En ese momento la puerta se abrió y él metió su brazo un poco más, escondiendo parte de éste debajo de mi chaqueta. En aquel entonces me pareció una idea grandiosa: parecería que sólo llevaba la mano en mi espalda. Pero no fue hasta el día siguiente que me di cuenta de las consecuencias que podría traer eso.

Cuando salimos, las luces de las cámaras casi me dejaron con cataratas y deseé más que nunca haber llevado mi gorrito de Harry Potter para esconder el rostro debajo de él.

Mi acompañante, en cambio, sonrió a todo el mundo y comenzó a saludar con la mano. En lugar de seguir el trayecto recto desde el auto hasta la entrada, me arrastró varias veces hacia las vallas que habían puesto, donde camarógrafos y adolescentes se pegaban con tanta fuerza que creí que irían a atravesar los barrotes.

Amanda y Wes fueron capaces de seguir su camino sin que los molestaran y observé con envidia cómo entraban al salón. Junto a mí, Anton seguía hablando con un reportero carismático mientras luchaba por mantener su brazo en mi espalda. Seguramente ya le estaba comenzando a resultar agotador llevarlo tanto tiempo levantado.

—¿Y quién es ella, Anton? —quiso saber el sujeto con una sonrisa encantadora.

—Becca, un gusto —respondí de inmediato, antes de que mi amigo alcanzara a decir algo. Al ver que no aclaraba nada más, el sujeto se dispuso a hacer otra pregunta, pero lo interrumpí—. Me estoy muriendo de hambre ¿Por qué no entramos a ver qué hay?

Sin esperar respuesta, pasé un brazo por su espalda como él habia hecho conmigo y comencé a dirigirlo a toda prisa hacia adentro.

—¿Qué te sucede? —quiso saber mientras lo hacía esquivar más reporteros.

—¿A mí? Que tengo una mano atorada en mi sostén —Me detuve frente a la puerta para girarme un poco y verle el rostro— ¿Y a ti? ¿Por qué le has respondido mal a Wes?

Creí que iría a enojarse cual niño caprichoso al recibir una reprimenda. Pero en lugar de eso enderezó su espalda, levantó una ceja y me observó curioso.

—¿Quién mierda es Wes?

Vale, hazte el divo.

✍️✍️✍️

El salón era inmenso y oscuro, iluminado por lamparillas azules en el escenario, donde se encontraba el DJ. Una bola disco giraba colgada del techo, pero el protagonismo parecían llevárselo las luces de colores que no dejaban de titilar y girar por todo el cuarto.

Habíamos llegado un poco tarde, por lo que ya había bastantes personas dentro, hablando, bailando y engulléndose todo lo que podría llegar a caber dentro de sus bocas. La gran mayoría eran adolescentes o rondaban por los veinte, muchos de ellos artistas. 

También habían unos cuantos modelos, para mi deleite visual.

—Dios mío —susurró Anton con los ojos abiertos, observando algo en la distancia—. Una pelirroja con traje.

Todo por el clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora