27. Se me declaran

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Luc y yo volvimos a la ciudad una vez que salimos del campamento medieval. O, mejor dicho, lo arrastré afuera con la promesa de pizza fresca en cuanto llegáramos. Porque de haber sido por él, nos habríamos quedado a dormir.

Volvimos en su auto, porque yo no tenía intención de volver en autobús, y fui manejando todo el camino mientras él jugaba con Descompuesto en los asientos traseros. Una vez que compré la pizza en una casa de comida rápida, la Odisea se desató atrás.

Oía los jadeos y el llanto del perro, las quejas de Luc, y los gruñidos de ambos. Diez minutos más tarde, el pelirrojo me alcanzó media porción de pizza mordida.

—Lo siento. —Se inclinó hacia adelante entre los dos asientos. Desde el espejo retrovisor pude ver al perro con la nariz metida en la caja—. Rescaté una porción, pero tuve que cobrarme el peaje e intereses.

Suspiré. Aproveché el semáforo en rojo y tomé la porción de pizza, pero me quedé unos segundos más mirándolo.

Él sonrió, me enseñó sus dientes y su nariz cubierta de pecas se arrugó. Entre la mata de cabello naranja se asomaba un poco de césped, y de la comisura de su labio se asomaba un trocito de orégano. Inevitablemente sonreí, también.

—Límpiate —dije—. Tienes orégano en los labios.

—Límpiamelo.

Estiré el brazo sin cuidado hasta que toqué su rostro. Fui a sus labios, tomé el orégano y se lo eché a mi media porción de pizza. Conduje hasta el edificio en el que vivía Anton mientras manejaba con una mano y comía con la otra. Esperaba que no me detuvieran los oficiales de tránsito.

Afortunadamente, Jodie tuvo suerte por primera vez en su vida.

Y llegamos a la puerta de su piso ilesos. O algo así, porque Descompuesto no dejaba de empujarnos escaleras arriba y tuvimos que sostenerlo de la correa entre los dos. Resultado: tres caídas de Luc y siete mías.

—Oye, espera. —Luc tomó mi mano cuando estaba a punto de llamar a la puerta—. ¿No crees que ya es muy tarde? ¿Y si está durmiendo, o haciendo otra cosa que ninguno de los dos debería interrumpir?

—Ya vinimos hasta aquí —respondí.

Golpeé la puerta con decisión y sólo esperé que Anton no estuviera haciendo algo que no debería ser interrumpido. 

Apenas se abrió la puerta, Descompuesto entró corriendo con tanta fuerza que nos arrastró con él. Los dos nos movimos en simultáneo dentro del departamento. Luc se dio la cara contra el piso, al tiempo que yo chocaba el rostro contra el de una chica.

¿Alguna vez vieron una película o leyeron un libro, en el que un personaje besa a alguien y luego es descubierto por su pareja? Entonces, para defenderse, ellos dicen 《fue un accidente》. Bueno, yo besé a esa chica por accidente.

—Uy, disculpa. —Me aparté con nervios—. Por lo general no beso a alguien hasta después de la primera cita.

Ella rio como si no le importara en absoluto, apoyó una mano en el marco de la puerta y me estudió con la mirada. Yo también hice eso: cabello oscuro, largo y lacio; piel trigueña, labios rojos y oh, mira eso. Ahí se va mi heterosexualidad.

—Ya sé quién eres tú —interrumpió mi exhaustivo análisis con aquellas palabras y me tendió la mano—. Eres la novia de Anton ¿Verdad?

—Eso supongo —correspondí a su saludo, extrañada—. ¿Tú quién eres?

—Sienna. —Extendió su sonrisa mientras me estrechaba la mano—. ¿La chica a la que pagaron para que finja ser la novia de Anton? Esa soy yo. —Señaló con el dedo pulgar detrás de su espalda—. Su representante nos aconsejó que nos conociéramos un poco antes de hacer todo público, pero tu amigo no colabora.

Todo por el clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora