16. Le doy un consejo a Jessica

10K 1.2K 543
                                    


No abrí los ojos hasta que me encontré con el rostro pegado al suelo, envuelta en una frazada al estilo "oruga en capullo" y con un dolor de cabeza impresionante.

Porque alguien acababa de encender el televisor a todo lo que daba.

Fui capaz de sentir el calor de los rayos de sol traspasando la ventana del living y pegando en mi espalda, igual a una estufa natural. El ruido a dos metros de distancia me taladraba el cerebro. Al parecer, alguien estaba viendo las carreras de autos.

Comencé a soltar quejidos mientras me desenredaba e intentaba recordar qué hacía en mi casa. Si había algo que odiaba con toda mi alma, era que hicieran ruido o me hablaran apenas despertara. Y algún desgraciado se acababa de ganar a una enemiga.

—Qué horrible que te ves cuando duermes —dijo una voz masculina. 

No me costó reconocerla como la de mi hermano, Salem.

—Tú tampoco eres Leonardo DiCaprio mientras duermes —dije cuando me senté. Comencé a frotarme los ojos con una mueca de desagrado—. ¿Puedes bajarle al televisor, o es que tienes tanta cera que ya no escuchas?

Abrí los ojos y los mantuve entrecerrados. El salón se encontraba iluminado únicamente por la luz que entraba desde la pared de cristal que daba al exterior. Afuera, además de los edificios, pude ver el cielo gris, repleto de nubes. Al parecer, hoy también llovería.

Dentro, mi hermano se encontraba tirado sobre el sofá, con los pies sobre la mesa ratona de cristal mientras observaba con atención una carrera en el plasma. No había nadie más además de nosotros dos y la habitación se encontraba completamente limpia a pesar de que Amanda y yo la habíamos dejado hecha un caos la noche anterior.

Nos habíamos quedado dormidas mirando Invierno en la playa.

Las manchas de salsa habían desaparecido de las baldosas negras, al igual que las bandejas con comida. 

—¿Dónde están todos? ¿Qué haces tú aquí? Creí que vendrías para navidad.

Salem respiró con fuerza, posiblemente molesto de que le haya dirigido la palabra. Él detestaba que yo le hablara, y mucho más si se trataba de preguntas. Para su mala suerte, le había tocado a Jodie de hermana. Que se joda.

—Melissa ha ido a internarse en el trabajo, como cada vez que vengo —respondió sin interés—. Tu amiga se ha ido a seguir durmiendo en tu cuarto apenas me vio llegar. Supongo que sospechaba que la lanzaría del sofá, como a ti. Y papá...

Se oyó el sonido de la llave al girar en la cerradura de la puerta de entrada y Salem levantó sus cejas oscuras, pero volvió a centrarse en la televisión de nuevo. Cuando se abrió, reveló a un delgado hombre de aspecto joven y cabello castaño revuelto. Sus ojos examinaron el lugar hasta dar con nosotros y luego se apartó para dejar pasar a más personas.

Detrás de papá entró el tío Dean. Creí que con eso ya estábamos, pero enseguida lo secundó Anton, así que supuse que iríamos a hablar de algo relacionado con el negocio familiar.

Eso sonó muy mafioso.

Papá miró de reojo a su hijo y no hizo ni dijo nada. Mi hermano, en cambio, apagó el televisor y se marchó molesto, como si la multitud no le agradara. Dean sonrió y levantó el brazo para saludarlo, pero Salem pasó a su lado y entró a la cocina ignorándolo.

¿Por qué tenía que ser tan desagradable con todos?

Entonces me di cuenta de que yo seguía en el suelo, con una frazada cubriendo la mitad de mi cuerpo, el cabello revuelto y posiblemente mi aliento no fuera a campo primaveral.

Todo por el clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora