Capítulo 43.

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Pequeños recuerdos vienen a mi mente, recuerdos de mi familia junto a mí, recuerdos donde aparece Johanna, ella siempre fue una buena madre. Papá y Matthew siempre estuvieron para mí, me apoyaron y no me dejaron sola nunca, ahora lo puedo ver. Y yo no les puedo devolver el favor, tal vez debería morir. La verdad no quiero morir. Necesito que papá esté bien. Necesito despertar, pero no puedo.

Quiero abrir lo ojos, pero los siento pesados. No recuerdo que un brujo me haya hecho un encantamiento. No fue ningún brujo, fue Aranza. Mi cuerpo está quieto y no siento dolor, mientas no me mueva no siento ningún tipo de dolor. No tengo idea de cuánto tiempo llevo en éste estado, pero siento como si Aranza hubiese hecho su trabajo hace segundos. Debí suponerlo. Ella siempre me ha aborrecido y no entiendo por qué no ha dicho nada sobre los chicos, eso es bueno, pero no creo que se quede callada por tanto tiempo.

—Signos vitales. —escucho la voz de una mujer. Intento abrir los ojos de nuevo, pero no puedo. Maldición. Intento mover mi cuerpo, pero tampoco reacciona.

—¿Ves lo que hiciste? —escucho la voz de Robert, al parecer está enfadado—. Necesitamos hacerle las pruebas y tú haces esto. Eres una estúpida.

—Ella tiene la culpa, papá. —replica Aranza con molestia.

Escucho ruidos y tintineos de cosas de vidrio. En todo éste tiempo de seguro que ya me han extraído sangre. No sé por qué demonios no me puedo mover. Tal vez un brujo me hizo un encantamiento cuando quedé inconsciente. Continuo sin abrir los ojos y no sé si esto también es parte del encantamiento, suponiendo que sea uno.

—Necesitamos más de ésta poción. —dice la voz de la mujer extraña—. Llama a Renai.

¿Renai? Ella está aquí. Escucho pasos apresurados, una puerta abrirse y después cerrarse. Los tintineos vuelven a reproducirse. ¿Qué es lo que me están haciendo?

—... Querida. —susurra ella—..., sé que me puedes escuchar porque el efecto ya pasó, pero no puedes reaccionar a nada. —no puedo responder—. Tu padre está sufriendo mucho. Emma le está haciendo mucho daño. Fabián mandó a sus hombres por tus amigos. —ella suena comprensiva—. También hemos extraído tu sangre unas cuantas veces, espero no te moleste.

¿Qué? No puede ser. Mi padre, mi sangre, mis amigos y yo aquí sin hacer nada. Quiero hablar, pero mi boca no me lo permite.

—... Robert va interrogar y hacerle pruebas a tus amigos cuando ellos estén aquí. —sigue ella y después escucho que sonríe suavemente—. No te preocupes, creo que no los matará. No por ahora.

Escucho la puerta abrirse y varios tacones resonando contra el piso. Renai está aquí.

—Traje lo que pude. Darya no he dejado entrar. —es la voz de la enfermera del colegio—. Tiene unos cuantos chicos en su laboratorio y está suministrando la poción a los científicos mundanos.

—Dame eso. —gruñe la voz de la mujer extraña—. Deberías pedir un puesto más alto en Argo. Bruja —ella suena molesta con Renai—. Ahora largo. ¡Largo!

Escucho los tacones resonar de nuevo. La puerta se abre y se cierra otra vez. Los tintineos vuelven a reproducirse y luego una voz maquinaria. La mujer me toma del brazo derecho y lo sostiene por un momento, envuelve algo suave alrededor y luego me presiona con fuerza.

Rayos. Me va a inyectar.

—Muy bien, querida. —ella vuelve a reír—. Esto te dolerá sólo un poco.

Siento un piquete de la aguja y luego un líquido se extiende a través de mi vena. Es ardoroso al principio y por más que quiera moverme no puedo. El ardor pasa y deja el dolor en todo su poder. Quiero moverme, pero no puedo. El dolor se extiende a través de mi brazo y luego mi torso. ¿Qué es lo que me está haciendo? El dolor se apodera de todo mi cuerpo y luego se vuelve frío. Es como si mi cuerpo estuviese muerto.

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