Capítulo 30.

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Mi sangre está borboteando, siento mi pulso en la sien y me doy cuenta que estoy apretando los dientes con todas mis fuerzas. Nigel llora desconsoladamente y nadie acude a su llamado. ¿Soy cobarde por no meterme y evitar que me pase lo mismo? ¿Soy cobarde por no ayudar un alma humana?

—No, no lo soy. —digo para mí misma. Tomo del brazo a Dalton y lo estampo contra la pared. Por un momento la pared tiembla con el golpe y Dalton cae sobre su estómago, tosiendo en el suelo—. Perdóname. —digo antes de salir como un rayo hacia el hombre.

Llego en un cerrar y abrir de ojos. Le doy una patada y el hombre suelta de inmediato a Nigel. Ella parece confundida, pero no me detengo para observarla. Camino a grande zancadas hasta mi enemigo y antes de que se levante del suelo, vuelvo a darle otra patada en el estómago, su cuerpo sale volando unos pocos metros y se golpea contra la pared.

—¡Nigel, vete de aquí! —grito sin voltearme.

El hombre tose y se ríe sonoramente mientras intenta levantarse. Le estampo mi rodia contra su cara y ésta choca contra la pared. Lo observo y me regocijo de su miserable vida llena de dolor en éste momento. Le agarro la cabeza y la golpeo varias veces contra la misma pared. Entonces me siento culpable y mis ojos se empiezan a llenar de lágrimas.

¡No, Greta!, grita mi subconsciente. ¡No te des por vencida! Él permitió que mataran al chico que salvó tu vida.

Suelto la cabeza del hombre y le estampo mi zapato con todas mis fuerzas. Estoy a punto de volver hacer lo mismo cuando alguien me rodea con sus brazos.

—Fue suficiente, Greta. —me riñe Dalton.

Mi respiración está entrecortada y mi ceño fruncido mientras las lágrimas empañan mis ojos. Dejo de forcejear y cierro los ojos tratando de recuperar el aire y la paciencia. Dalton me suelta y camino hasta donde está Nigel, hincada en el suelo y llorando como una magdalena.

—¿Estás bien? —pregunto y me hinco delante de ella.

—Sí —ella me mira avergonzada—, pero él es mi padre —su boca forma una sonrisa retorcida y yo abro los ojos como platos.

—¿Qué...? —mi cuerpo sale volando y me golpeo contra la basa que sostiene el techo. ¡Dolor! Me quejo mientras intento reincorpórame, pero una patada en el estómago hace que mi cuerpo vuele unos metros hacia atrás.

Veo todo desenfocado por un momento, entonces el hombre sanguinario vuelve acercarse a mí y Dalton aparece como un rayo y lo tira al suelo. Me levanto del suelo como un humano y me sostengo el estómago como si se me fuese a caer. Corro hasta donde está Nigel, pero ella tiene la vista perdida en algún punto. ¿Qué es lo que le pasa?

El cuerpo de Dalton se arrastra contra el suelo cuando aterriza al lado de nosotras. Me vuelvo en el puesto justo cuando el hombre de negro trae una espada hacia mí. Me muevo del puesto con agilidad y tomo de la mano a Nigel antes de que le cruce su espada en el pecho.

—¡Louis! —el hombre lo levanta por el cuello de su camisa y sonríe con maldad pura—. ¡Louis! —vuelvo a gritar.

Tengo a Nigel de la cintura, ella parece estar en una especie de hipnotismo. No le puedo hacer daño y ella tampoco parece querer hacérmelo a mí. El hombre levanta la espada y me la enseña.

—Tuviste ventaja al principio. —se burla—. Pensaste que me derrotarías con tus golpes de novata. Aunque déjame decirte que golpeas bien. —camina hacia un lado y deja caer el cuerpo de Dalton en el suelo. Lo miro horrorizada. No está muerto. No está muerto. No está muerto—. Quien sea que te esté entrenando lo ha hecho muy bien. —suelta una risa.

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