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Me despierto bruscamente al sentir algo suave rozar mi brazo.
— Tranquila, Aylen, tan sólo soy yo.

¿Marianela?Si, era ella. Fue fácil reconocerla; su cabello oscuro recogido en rodete, su piercing en la nariz y sobre los labios. Sólo podía ser ella.

— ¿Cómo llegaste hasta aquí?—pregunto sorprendida y confundida a la vez.

— He aparecido aquí, estaba desmayada. No se que pasó.

»Todos tus compañeros están acá, aunque no todos empezaron desde el principio a jugar por su vida.«

— Bueno, nadie lo sabrá, ja ja—. Mentí. En todo este tiempo, he aprendido a no decirle a nadie lo de la conciencia.

»Muy bien hecho, trata de no revelarme.«

Asiento disimuladamente con la cabeza y susurro:

— Quédate tranquila, todo está a salvo.

Marianela me mira pero decide ignorarme por completo, hacer como que nunca he dicho esas palabras.

— Y, ¿Tus amigas, Aylen?—.  Pregunta seriamente.

¿Y mis amigas? ¿Dónde estarán? Seguramente me están buscando.
— No lo sé —. Bajando la mirada—. La verdad es que, no tengo la más mínima idea de dónde están.

— ¿No te las has cruzado?

La miro fijamente a los ojos y respondo:

— No me las he cruzado desde que empezaron los juegos. Ya hace un día entero.

»Las he encontrado.«

Viene rápidamente mi conciencia.

— ¿Qué?

— ¿Qué pasa, Aylen?

— No, nada, no te preocupes, ¿Sabes qué? Necesito tomar aire. Ya vengo.

Salgo de ese oscuro lugar y me recuesto en el suelo, dejando mi mochila a un costado.

Pongo mis dos manos tocando mi estómago y decido mirar al cielo, me sorprendí al ver que había dormido un día entero; era una noche oscura y tenebrosa.

— Entonces, conciencia, ¿A quién has encontrado?

»A tus amigas.«

¿Cómo? Si ella solamente puede estar en mi cerebro, no creo que pueda salir... ¿O si? Este asunto lo resolveré en otro momento.

—  ¿Dónde están?—.Pregunto rápidamente mientras me levanto del húmedo y fino césped.

»Sigue adelante, están sentadas alado de una fogata digital.«

¿Fogata digital? Eso sonó raro.

En fin, sujeto mi mochila y camino lentamente hasta que las logro localizar.

Decido esconderme detrás del primer árbol que veo, y claro, el más cercano.

— Si, eso es verdad, no se que se cree. ¿Les digo la verdad? Siempre me aguante cada una de sus acciones sin decir nada, sólo la observaba, como ella hacía lo que quería, sin preocuparse por nosotras. Es una pelotuda, ¿Entienden?—. Confiesa Marisol casi logrando gritar.

¿De quién hablan? Seguramente estarán hablando de alguna compañera de nosotras.

Sujeto mi mochila y cuando estaba apunto de acercarme a ellas, las palabras de Luzmila me dejan todo claro:

—Pero igual, ya se habrá muerto esa pelotuda. Yo tampoco la soportaba a Aylen, no se que se hace.— Salta Luzmila.

»Oh, Aylen, lo lamento. Has hecho amigas verdaderamente falsas... Ya sabía que esto iba a revelarse.«

— ¿Tú lo sabías?

»No, pero lo supuse. Si lo sabría, te lo diría sin dudarlo.«

— Al menos tengo alguien que me apoye en estos momentos. Igualmente, me dolió.—digo bajando la mirada.

Noto una lágrima caer de mis ojos, los cuales cada vez estaban acumulando más lágrimas.

Había compartido miles de sonrisas, bromas, tristezas, problemas y mucho más con ellas, yo las creía mí vida, que no podría estar siquiera un día sin ellas. Lo mínimo que tenían que hacer es dejarse sus pensamientos sobre mí guardados, como yo hacía con alguna cosas que me molestaban de ellas.

—Que hijas de puta. No creí que me harían esto.—susurro mientras lentamente y silenciosamente vuelvo a mi posición anterior: escondida en aquél árbol tan grueso.

Me acuerdo rápidamente de lo que dijo Marisol hace un momento, ¿No soportaban mis acciones?¿Qué? Yo no soportaba sus insultos dirigidos hacía mí, sus burlas, ver cómo se escondían supuestamente en "broma" de mí, y lo peor era que todo lo hacían delante mío. Sin vergüenza.

De repente se me cae uno de los tres cuchillos que tenía en el bolsillo izquierdo de la mochila. Es en éste momento, decido agarrarlo y hacer algo que me gustaría poder haberlo hecho antes... mucho antes.

—Cuidado, querida y creída Marisol—. Advierto.

Lo lanzé apuntando a su estómago, aunque, al darme cuenta, no le atiné. Estaba en su frente, si, en su cabezota, su grande y vacía cabezota.

Me sentí mejor al verla tirada en el piso sangrando mientras Luzmila y Giuliana estaban completamente confundidas y tratando de despertarla. Pero, a la vez me sentí mal, con ella había compartido risas, bromas... Pero todo acabo.

Agito mi cabeza y noto que, en realidad, no le he tirado el cuchillo y no la he matado aún. Todo fue mi imaginación. Pero, todavía tengo el cuchillo en mis manos, esperando asesinar a algunas de ellas. La más importante es Marisol, y claro, luego la creída y narizona de Luzmila. Giuliana a lo último, no es muy importante ella.

Lo haré, quiero desahogarme matándola. ¿Qué otra forma hay acá, atrapados?

Alzo el cuchillo y apunto directo a su frente.

»No lo hagas, Aylen

Lo que faltaba, mi conciencia me detiene.

—Tengo y quiero hacerlo. Es la mejor manera de desahogarme—. Confieso.

»Tal vez quieras matarla, pero no tienes que necesariamente hacerlo. Hay otra forma de desahogarse, luego, si quieres terminas con su vida.«

Me llamó realmente la atención, quiero saber más. Al final, perdí tres amigas que, en realidad nunca fueron mis amigas, y encontré el lado bueno y malvado a la misma vez de mi conciencia.

—Sigue...

»Puedes atarla en un árbol, cortándola poco a poco, desahogandote. Hazle saber que ha hecho el peor error de su vida, y para darle fin a todo, puedes quemarla.«

Me quedé impactada al escuchar esas palabras malvadas, pero a la vez estaba pensando en ponerla a prueba. Lo haré.

— Entonces... Tengo asuntos pendientes con Marisol.

Lo que me preocupa es que cuando llegue el momento, no me anime a hacerlo. Ojalá no suceda.




Atrapados En La Escuela. © [Libro 1 y 2/Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora