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El sonido de la campana invadió el lugar, retumbándome en los oídos. Esto explicaba algo no muy complicado de recordar: ya hay que ir a formar. Aunque, esto ahora, es algo no válido para mí. Mis amigas no habían venido, siquiera una de ellas, por lo tanto me quedé en el mismo lugar en que me encontraba, esperando a que una de ellas se dejara ver.

—Hola, Aylén.—Una voz me saludó, prosiguiendo a la silueta del cuerpo rodearme con sus brazos.—¿Qué es lo que haces aquí? Vamos, se hará tarde.

Era Marisol, no había duda de ello. Su metro sesenta de alto, acompañando éste los cuarenta centímetros en los que su cabello oscuro invadía. Los ojos claros color café se dejaron ver, era de esos ojos que sentías si la mirada de sentía posada en tí, o en alguien más.

—Hey, hola. Estaba esperando a algunas de ustedes.—Murmuré, a la vez que decidía a agacharme levemente a recoger la mochila, no iba a recogerse por si sola—. Ahora, vamos.— Obligué y ella me siguió detrás, en un gran silencio.

Nos colocamos en la fila, justamente detrás de tres niñas que no eran muy amigables, o al menos para mi no. Las conocía, había pasado segundo y tercer grado con ellas, y puedo asegurar que son todo lo contrario a amigables. Natalí es la que, seguramente tomaba el rol de líder, por lo que podíamos notar a simple vista. Camila, era mi mejor amiga, era. Cambió rotundamente al juntarse con ella. Sí, lo sé, que desperdicio de amistad. Debra, o mejor conocida por el apodo que todos los profesores y compañeros la denominaban: Debóra. Le causaba enojo que le dijeran así, motivo por el que todos la llamaban así, querían hacerla enfadar.

Las maestra caminaron hacia nosotros al toque de la segunda campana. Una sonrisa se dibujó en mis labios, al observar a mis dos maestras actuales. Melina, la reemplazante de Carolina, mi profesora de Lengua y Ciencias Sociales, se colocó frente a la fila que nos correspondía a nosotros. Por otro lado, Carina se hallaba caminando a paso tranquilo hacia séptimo grado "B", y no había que ser muy inteligentes para averiguar lo que ella enseñaba: Matemáticas y Ciencias Naturales.

—Hola, chicas—. La voz encantadora de la profesora Melina se dejó escuchar.

— ¡Hola, profe!—le devuelvo el saludo felizmente de volverla a ver, era algo que me encantaba. Me encantaba su forma de enseñar, todo.

No logró preguntar algo más, ya que la voz de la vicedirectora retumbó todo el lugar. Dios, que potencia que tiene en la voz.

—Buenos días.—Su tono serio y manera en que lo decía no era de sorprenderse, ella era así.— Se dirigen a su salón de forma ordenada.

Obedecemos silenciosamente.

Caminamos, sin deshacer la fila que hace unos minutos habíamos creado, en dirección al salón que nos correspondía. Al llegar, cada uno tomó su asiento y sacaron de la mochila rápidamente los útiles escolares. 

—Si prefieren, pueden hacerlo en grupos de cuatro—

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—Si prefieren, pueden hacerlo en grupos de cuatro—. La profesora se tomó la molestia de explicar.

—Profe, ¿se puede en grupo de seis?—La voz de Federico se logró escuchar dirigiéndose a Melina, esperando de manera seria la respuesta.

— ¿Por qué no me lo vi venir? —Su tono sarcástico provocó una risa en cada uno de los alumnos, incluyéndome.— No, solamente hasta cuatro personas por grupo.

Atrapados En La Escuela. © [Libro 1 y 2/Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora