36

75 6 37
                                    

Desperté al notar que tenía a alguien sobre mí, ¿otros de los juegos de éste idiota?

Me voltee y no era Lucas, era Micaela que ya había vuelto de ese tal paseo.

— Mi bebé.— Sonrió.— ¿A dónde fuiste?

— A-a-...

— Fuimos a tomar un helado, ¿cierto?—. Jazmín la interrumpió.

Micaela la miró confundida, seguramente está mintiendo.

Mejor me quedo callada, no quiero provocar problemas.

— ¡Que bien, hija!—. Me levanté y le susurré a Lucas:— Oye, voy a dar un paseo con Jazmín. Ya vengo.

— ¿Nos dejas solos?

— Sí. Esta vez, ¡no quemen a cocina!

Lucas se acerca y cruza sus brazos en mi cintura.

— ¿Quién fue la que casi prende fuego todo?

— Tú.—Reí.— Bueno, pero no somos normales, y sé que cuando me vaya esto va a ser un descontrol.

— Ya es un descontrol cuando estás.

Lo miré serio.

— Gran apoyo, eh.

Soltó una pequeña carcajada.

Me besó y luego se dirigió a mí oído.

— Cuídate. Te quiero.

— Yo igual.

Me acerqué a Jazmín y le propuse ir a tomar algo.

Ella aceptó y nos dirigimos al café más cercano que teníamos desde mi casa, al menos eso pensaba Jazmín.

Al llegar, se sorprendió al notar que no era el lugar que esperaba.
— ¿Qué hacemos acá? ¿Qué es esto?

La miré.

— Un bar porno.— Contesté sarcástica. Me devolvió la mirada boquiabierta.— Ay, que idiota. Es uno de mis trabajos.

— Pensé que sólo trabajabas de actriz... En fin, ¿qué es esto?

— Soy corredora de autos. No sé, pero me encanta.— Reí.

— Siempre tan femenina.

Asentí.

Le propuse correr una vuelta, tardé mil años pero la convencí.

— Este es el freno, el acelerador, también puedes usar ese freno: el de mano.— Le explicaba mientras señalaba a cada uno.— ¿Sabes manejar el volante? No creo que seas tan ignorante.

— S-sí, creo que lo sé.

Reí.

— Bueno, yo voy al mío. Matías te acompaña.

Volteó a ver a Matías y, se notó a mil cuadras que la le había atraído.

Cabello castaño, ojos verdes, buen físico. Era evidente que le iba a atraer.

— ¿Tú trabajas con ellos siempre?

— Cuatro veces a la semana, Jazmín.

— Que suerte.

No pude evitar la risa.

Me alejé y me fuí a mi auto. Rápidamente me preparé y en segundos ya había empezado esta pequeña carrera.

Suponía que iba a lograrlo sin problema, pero a mitad de camino, sentí algo que me sujetó y prohibió que agarrara el volante. Choque.

Noté que se acercaba Matías y mis demás compañeros a ayudarme.

— ¡Aylen, Aylen! ¿Estás bien?

Miré para atrás, no había nadie. Esto me resultó raro; de ahí sentí que me amarraron. 

— Es-estoy bien. F-fue sólo una distra-distracción. Matías, creo que debo irme.

— Como quieras. ¡Pero! Tendrás que avisarme cuando llegues y si lo has hecho bien.— Me miró por un corto tiempo.—Tengo una idea: Te llevo. Las llevo.—Corrigió.

— ¡Por supuesto!—. Saltó Jazmín.

Él me miró y asentí.

















— Bueno, luego me avisas si te sientes mal o cualquier cosa, Aylen. Nos vemos.

— Adiós, Matías.

Lo saludé, él se dirigió a su auto y se largó.

— ¡Otra vez él!

Giré y era Lucas, otra vez estaba protestando por la compañía de Matías.

— ¿Qué tiene?

— ¿No ves que quiere follarte? Es un pelotudo. Aparte, ya tienes a un muy sensual hombre y no necesitas a nadie más.

— Matías está muy bueno, sinceramente.— Jazmín asintió. Lucas me miró serio.— Pero ya tengo a un muy sensual hombre y no necesito a nadie más, ¿eso habías dicho?

— Perfecto.— Me besó.

Decidí cambiar de tema.

— Jaz, llama a tu novio, hagamos una cena de amigos. ¿Quieren?

— Si, claro.— Contestó.— Aylen—. Se acerca—. Nosotros preparamos todo, tu ve a dormir un poco, ¿está bien? Luego te avisamos.

— No pasa nada, Jazmín. Estoy bien.

— ¿Qué pasó?— Ya empezó Lucas.

— Nada amor, solamente choque allá en el entrenamiento.

— ¡Ay, Dios mío! ¡Siempre haciendo pelotudeces!— Gritó preocupado.

Odio que griten.

— ¡Cállate, no grites!

Y, siempre termino gritando yo.

Jazmín se puso entre nosotros y dijo:

— ¡Ya! Aylen, anda a dormir. Y tu, Lucas, ayúdame a preparar todo.

Obedecí en silencio.

Me acosté y cuando estaba a punto de lograr dormirme, escuche una extraña pero conocida voz.

— ¡Que gran golpe te has dado! No era mi intención, tan sólo quería darte una sorpresa.

Pegué un gran salto, colocando mis manos en los costados, bien agarradas al colchón.

— ¿Quién está aquí?

Esperaba a que alguien saliera por debajo de la cama, pero nadie apareció.

Atrapados En La Escuela. © [Libro 1 y 2/Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora