25. Horrible.

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El timbre sonó por segunda vez, por lo cual traté de acelerar los pasos pero al apoyar la pierna izquierda solté un grito de dolor. Gruñí y me sostuve de la pared para continuar bajando.

Solté un suspiro de alivio al bajar de las escaleras caminé hacia la puerta, antes de dejar caer mi mano en el manojo volvieron a tocar el timbre por tercera vez.

- ¡Ya voy! -gruñí. Giré el manojo, tiré de la puerta hacia y saqué la mitad de mi cuerpo con la puerta media abierta- Buena...

Callé. Mi pulso aceleró y me quedé perpleja frente a él, los nervios me invadieron y lo miré esperando a que de mis labios salga su nombre.

- Luís -susurré aún perpleja en la puerta.

- Ashley -murmuró él y me miró.

Su voz empezó a rebuscar entre mis recuerdos y despertó aquel en el que estaba inconciente tirada en el frío suelo del baño y fue entonces cuando lo escuché, empecé a darle vueltas y a comparar aquella voz con ésta y efectivamente son las mismas. La furia el pánico y el miedo empezaron a adueñarse de cada rincón de mi. Mi cuerpo empezó a temblar y no dudé en soltar la puerta y retroceder hasta impactar mi espalda con el sofá, cerré los ojos y traté de encajar cada pieza en su lugar.

- ¡Tú! -murmuré aún perpleja- ¡Tú me mentiste!

Mi voz se quebró y lo apunté con mi dedo índice. Tomé una gran bocana de aire y me tambaleé.

- Puedo explicarte sólo tienes que escuchar lo que te voy a decir -dijo y escuché como cerró la puerta.

Negué.

- Ashley, no es como crees. Yo no sabía cuáles eran sus intenciones, de haberlo sabido no le hubiera ayudado -calló y lo miré- Te estoy diciendo la verdad.

Continué aún en silencio y sin moverme del mismo lugar. Luís hizo una mueca de disgusto y se acercó más a mi.

- Yo no quiero hacerte daño Ashley. Yo lo único que quiero es sacarte de esto. Pero... -gruñó furioso y apretó los puños-, pero no puedo. No se como hacerlo.

Lo miré aún confundida. Tomé una gran bocanada de aire y luché con el nudo de mi garganta, para que me permitiera hablar.

- ¿Por qué no le dices a los policías donde estoy? ¿Por qué dejaste que me alejara de mi hijo? -suspiré- Tu debes saber dónde está mi hijo.

El asintió y pasó sus manos por su cabello, sus ojos recorrieron la sala y luego se posaron en mi.

- Tú hijo está bien -musitó. Sentí mi corazón acelerarse- Él... Él está con Royce.

Me volví a tambalear pero ésta vez el me sostuvo por las caderas con fuerza.

- Yo mismo le dejé en la puerta de su casa. Raúl me pidió que lo dejara tirado en algún lado para que muriera de hambre o de cualquier otra cosa -sus ojos se posaron en los míos y me sentí incómoda al estar tan cerca de él.- Yo no pude hacer eso y pensé en ti y la única persona que tú quieres aparte de aquel pequeño, es a Royce. Entonces pensé en él.

Sentí como si un balde de agua helada hubiera caído sobre mi. Las piernas me fallaron y apreté con fuerza el sofá detrás de mi.

Entonces mi hijo está bien, está vivo y en los brazos de él de mi amado Royce. Toda la duda desaparecieron y por primera vez después de tanto tiempo, sentí un gran alivio. Pero cambió al ver la imagen de Vanessa con mi bebé entre sus manos, planeando varias formas de deshacerse de aquella inocente criatura.

Varias lágrimas rodaron por mis majillas y negué al sentir un frío abrasador. Por un instante quise abrazarlo y luché con ese impulso hasta que me venció y enredé mis manos en su cuello. Él me abrazó por la cintura y pegó más nuestros cuerpos.

- Gracias -le susurré en su oído izquierdo. Él asintió.- No hubiera soportado que mi pequeño estuviera muerto, no sabes como me desgarra el alma no tenerlo cerca. Es horrible.

(...)

Gruñí por el amargo sabor de las pastillas para el dolor, bebí la suficiente agua como para quitar el amargo sabor de mi lengua. Al beber toda el agua puse el baso sobre la mesa, suspiré y empecé a subir las escaleras. Escuché que abrieron la puerta, miré sobre mis hombros y Raúl me miró con el ceño fruncido, sus manos se deshicieron de la camisa color azul y la lanzó al suelo. Caminó hasta mi y me sostuvo de la cintura, sus dedos se hundieron entre las costillas y solté un grito de dolor.

- ¿Me extrañaste? -rió y volvió a enterrar sus dedos en mis lastimadas costillas- Yo si lo hice.

Sus labios besaron mi cuello y pegó mi espalda a su pecho, metió sus manos por debajo de mi blusa y acarició mi abdomen.

- Ya me contaron que haz tenido visita hoy -susurró muy cerca de mi oído derecho. Rompió mi blusa y me volteó quedando frente a él.- Sabes muy bien que esas visitas no me gustan.

Lo miré y permanecí inmóvil, mientras me recorría con sus manos. Una sonrisa se formó en sus labios y subió su mano izquierda a mi nuca y estampó su boca con la mía. Sus labios se movieron con ansiedad contra los míos entre abiertos. Su otra mano bajó a mis pantalones y con rapidez tiró del elástico de ellos y trató de bajarlos.

- Lo más seguro es que ya te haz reborcado con él -murmuró cuando apartó su boca de la mía- Entonces tendrás un castigo, creo que te va doler.

Sus grandes manos apretaron con fuerza uno de mis cenos aún con el sostén puesto. Su boca bajo a mi cuello y lo mordió.

Su otra mano volvió a apretar con fuerza mis costillas lastimadas. Me mirdí la lengua para ahogar el grito. Sus manos fueron a mi cabello y tiró de el con fuerza provocando que vuelva ahogar el gemido.

- Lástima que él no está aquí para que vea lo que voy hacer contigo -murmuró y tiró más fuerte de mi cabello.

- No se de que me hablas -logré decir con la voz entre cortada a causa del dolor- Luis y yo no somos nada, él sólo se hizo pasar por mi amigo para que puedas tener más información sobre mi, ¿no crees que es lo suficiente como para que lo odie por el resto de mi desgraciada vida?

Su agarre se hizo más fuerte y con una mano apretó con fuerza mi mandíbula. Lo miré directo a los ojos, por lo cual el rió entre dientes.

- No me importa lo que sean o sientan los dos -murmuró- Duraron bastante tiempo solos aquí dentro, ¿qué crees que pensaron los demás hombres de afuera?

- No... Se -susurré- Y tampoco me importa.

- Bien -musitó y palmeó mi mejilla izquierda- No sabes cuanto te deseo. Esposa mía.

Sentí mi corazón acelerarse a punto de salir de su órbita, por un instante temí a que él escuchara mis latidos. Con rapidez se deshizo de la ropa que aún cubría mi tembloroso cuerpo, recorrió con sus labios desde mi cuello hasta mi abdomen y en pocos segundos se adueñó de mi interior, provocando que sienta asco de mi misma.

Permanecí inmóvil con los ojos cerrados, imaginando cualquier cosa menos horrible que lo que está pasando ahora. Dejando que hiciera conmigo lo que quiera, total, ya ni yo misma soy dueña de mi cuerpo y nunca e sido la dueña.

Las lágrimas empezaron a salir y a inundar mis mejillas y por más que traté fue imposible, por esos recuerdos vagando por cada rincón de mi cabeza, provocando que regrese aquellos días infernales. La imagen de mi padrastro violando aquella niña de diez años. Aquellas noches en las que Daniel hacía lo mismo junto a sus amigos. En el prostíbulo, hombres incontables que poseían mi cuerpo como una muñeca de trapos. Raúl, que me violaba tantas veces que ya se me hacían costumbre.

Y por último, Royce, que a diferencia de los demás hombres que habían cruzado por mi asquerosa e inservible vida, con él experimenté cosas nuevas, porque era el hombre al que si estaba dispuesta a entregarme sin ningún problema, porque me enamoré y aún a pesar de todo le sigo amando. En cambio todo fue mentira y fue mucho más doloroso que todo lo que me había pasado, porque quien se quebró, no fue mi cuerpo, fue mi corazón. Ya nada tiene sentido, ya no sirvo para nada más. Ya esas ganas de entregarme a él fallecieron, porque yo misma me tengo asco, yo misma me odio y no puedo cambiar eso.

¿Es posible que pueda cambiar todo eso? ¿Es posible que alguien me quiera sin importarle mi pasado?

Casada Con Una BESTIA  | EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora