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—Así me gusta que me obedezcas—. Dijo Raúl mientras se vestía.

Ashley aún aterrada por lo que había pasado no había parado de temblar. Estaba envuelta entre las sábanas y se sentía fatal, como una muñeca de trapos. Raúl la miraba y mientras lo hacía se burla, se burlaba de su fragilidad y de sus miedos.

—¡Levántate! No te quedes ahí como una idiota. —Le gritó el hombre y por impulso o maldad tiró de las sábanas que cubrían el cuerpo tembloroso y desnudo de Ashley.

Aterrada y sin ninguna opción se puso de pie, con las piernas vueltas gelatinas, y aún antes de que él fuera a golpearla ya podía sentir el tacto de sus manos contra su cuerpo. Sus piernas no podían sostener su propio peso y sólo podía tambalearse.

—Eso es. —Susurró Raúl mientras se acercaba a más a ella. Por instinto la chica retrocedió sin darse cuenta de que aquel acto lo haría enojar aún más y por ello tiró de su delgado brazo con fuerza. —Hagas lo que hagas, siempre serás mía y yo puedo hacer lo que sea contigo.

Ashley contuvo la respiración mientras Raúl se acercaba a su cuello y pegaba su nariz olfateando como si fuera un sabueso. Lo único que logró hacer fue cerrar los ojos y retomar la respiración con desesperación esta vez. Y sin esperarlo Raúl rodeó su cuello con sus manos, ante la fuerza ejercida por el hombre el oxígeno se le cortó, su vista se volvió borrosa y el ardor proveniente de su garganta le era insoportable.

—No te asustes, no voy a matarte, aún no. —Susurró sobre sus labios antes de soltarla repentinamente provocando que la chica cayera con brusquedad al suelo.


Un día después...

— Ashley Torres. —Escuchó llamarlq desde la recepción del hospital, con lentitud se levantó del asiento y caminó hacia la chica que la había nombrado.

Todo el cuerpo le dolía, desde las hebras de su cabello hasta las puntas de los dedos de sus pies. Hacía exactamente unas horas Raúl la había empujado por las escaleras mientras discutían, o más bien él le gritaba sinncesar. Ashley podía sentir partes de su cuerpo rotas, sabiendo que los exámenes terminarían por confirmarlo.

— Sí, soy yo. —Le dijo a la chica cuando estuvo frente a su escritorio.

— El doctor la espera. —le informó mientras la miraba con lástima. Siempre pasaba, cada consulta a la que debía asistir había llegado con gafas u con una bufando alrededor de su cuello y las chicas de recepción se imaginaban lo que pasaba, pero nunca fueron capaces de preguntarle nada al respecto.

Ya dentro el doctor le hizo un interrogatorio, que para Ashley responder con mentiras o con las mismas respuestas de siempre, se había vuelto una rutina, con palabras como: resbalé, me caí por las escaleras, o me he golpeado con el borde de la alberca. Y el doctor quien conocía su historial médico, fingía creerle, pero ambos sabían que metían.

Tras varios chequeos, decidió hacerle unas placas y un exámen de sangre de emergencia. Ambos resultados llegaron media hora después.

Ya de vuelta a la oficina la expresión en el rostro del señor no parecía tenerle las mejores noticias del mundo.

— ¿Qué tengo? —Le preguntó nerviosa al verlo a los ojos.

— Me temo que tiene varias fracturas, hematomas visibles con hemorragias internas, unas costillas fracturadas y anemia.

— ¿Solo eso? —Le preguntó mientras suspiraba aliviada. El doctor se quitó los lentes mientras la miraba preocupado.

— Usted está embarazada.

Su pulso se aceleró  y quedó en shock, el doctor se percató al instante y la ayudó a sentarse.

— Yo nunca le he creído sus relatos de sus golpes y me imagino que usted debe saberlo. Y como su doctor le recomiendo, no, más bien le ruego que se aleje de su esposo. Hágalo por usted y ese bebé que lleva en su vientre.

— No puedo. —Murmuró con la voz entre cortada.

— Hágalo, o me veré en la obligación de hacer u a denuncia ante las justicias.

— Permiso...

Sin decir más me puso de pie y salió de la oficina, se colocó las gafas aumentando la velocidad de sus pasos, afuera estaba el chófer y al verla encendió el auto. Cuando estuvo en la casa dudó en subir a contarle a Raúl, pero era estúpido ocultarlo, así que secó sus lágrimas y subió a las habitaciones.

— ¿Dónde estabas? —le cuestionó sorprendiendola a sus espaldas.

— En el hospital. —contesto al dar la vuelta y darle la cara. — Raúl, tengo algo que decirte.

— ¿Al fin vas a morirte?

— Estoy embarazada.

Su semblante cambió y la garró por los hombros. Su oscura mirada de asco se clavó en ella y negó constantemente moviendo la cabeza de un lado a otro.

— Abortalo.

— No. —se negó Ashley.

— O lo haces por la buenas o yo mismo te lo hago. —las fuertes manos de Raúl apretaron sus muñecas y tiró de ella escaleras abajo.

— ¡Sueltame! —Ashley intentó liberarse de su agarre pero era prácticamente imposible.

Por instinto clavó mis dientes en su mano atravesando su piel, cuando Ashley pudo sentir la sangre en su boca lo soltó, pero el dolor que sintió Raúl provocó que la aventara contra la pared y su cabeza chocó contra esta provocando que la chica comenzara a marearse.

Sin rendirse, Ashoey aprovechó que le había dado la espalda y corrió hacia afuera. Desesperada dió mal la clave de seguridad, pero al cuarto intentó las puertas se abrieron. Corrió bastante, las piernas le dolían y las costillas por igual, tenía náuseas y su visión se volvió borrosa.

Casi a ciegas escucho un auto frenar de imprevisto justo frente a ella, pero no podía verlo.















Del otro lado de la ciudad...

Royce sonrió al ver a su madre, quien abrió sus brazos y luego de abrazarlo le besó con ternura en la frente.

—Mi amor. —murmuró Angela caminando hacia la puerta agarrada del brazo de su segundo hijo.— ¿Qué tal te ha ido?

Royce sonrió y cerró la puerta detrás de ellos. Le contestó a su madre mientras se sentaba en uno de los sofás de la sala.

— Todo bien mami. —Dijo revolviendo su cabello.— ¿Dónde están mis hermanos?

— No tardan en llegar, salieron esta mañana los tres. —Le respondió mientras le dejaba un vaso de refresco sobre la mesita.

— No he podido descansar mucho desde  que salí de gira, no podrías imaginarte lo cansado y somnoliento que estoy. —Luego de hablar se tomó un buen trago del refresco.

— No debiste venir hoy, debiste irte a descansar directamente y mañana podías venir.

— No, quería verte recién llegara. —Se dió otro trago del refresco y se puso de pie.— Te amo mucho mami.

Se despidió de su madre y subió al auto. Estaba cansado, bastante y el camino le llevaría más de diez minutos sin detenerse.

Su teléfono comenzó a sonar quitó la vista del frente por varios segundos el al devolver la vista al frente pisó los frenos de inmediato. Había una mujer en medio de la calle y estuvo a punto de atropellarla.

Casada Con Una BESTIA  | EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora