39. Acabó.

1K 71 5
                                    


- Te cuidas. -Me susurró Royce mientras me apretaba contra su pecho. Un pequeño quejido salió de los labios del bebé y Royce y yo lo miramos sonriendo.

- ¿Qué pasa? -Le pregunté al bebé. El pequeño sonrió y metió sus pequeños dedos en su boca.- Papá se va. -Le dije mientras lo tomaba en mis brazos.

- No -Chilló el bebé.

Royce extendió sus brazos y el pequeño no dudó en ir hacia él. Royce le besó la frente y lo abrazó, el pequeño empezó a llorar y enredó sus brazos al rededor del cuello de Royce.

- No llores campeón. -Le susurró Royce mientras le acariciaba el cabello-. Te prometo que volveré pronto. -Royce me miró y sonrió.- Ve con mamá.

El bebé soltó a Royce y me miró por varios segundos, luego abrió los brazos y lo tomé.

- Los amo. -Dijo Royce después de besarme en los labios. Agarró la maleta y subió al auto.

Cuando Royce condujo fuera de la casa, Geoffrey no tardó en comenzar a llorar nuevamente. Cerré la puerta y caminé hacia la cocina para prepararle leche. Dejé a Geoffrey sobre una de las sillas del desayunador y empecé a buscar todo para prepararle de comer. Cuando le preparé su alimento subí a su habitación y lo dejé en al cuna.Unos minutos después se durmió y fui a darme una ducha.

 Estaba oscureciendo  y Sofía aún no había llegado de la fiesta de cumpleaños de su nieto menor, estaba esperando su llamada para avisarme que se quedaría a dormir donde su hija, pero pasaron las horas y no sonó el teléfono. De un momento a otro empezó a llover y yo aún continuaba en la tina, el olor a vainilla inundaba el cuarto de baño, ese olor y el tibia me ayudaban con la relajación.

Cuando empezó a darme frío salí de la tina y me coloqué la bata de baño, había durado bastante tiempo en el baño y me había olvidado del bebé, tal vez se había despertado y no lloraba porque se distrajo con uno de los peluches de la cuna. Cuando  abrí la puerta de la habitación del bebé éste continuaba dormido.

(...)

El reloj marcaba las 8:16 Pm y eso me estaba preocupando, Sofía dijo que llegaría antes de las siete y se había tardado demasiado. Mientras cambiaba los canales de la televisión sentí mi estómago rugir, dejé una película y me levanté para buscar algo para comer.

Busqué los preparativos para un emparedado y me senté frente al televisor mientras preparaba el Sandwich, no me había fijado que el cuchillo que había escogido no era de panes y era bastante grande. Cuando preparé el sandwich empecé a comerlo mientras prestaba toda mi atención a la película.

Aún continuaba lloviendo y me estaba dando frío, había durado demasiado tiempo sentada en el sofá con una blusa de tirantes y unos pantalones cortos que no me abrigaban para nada. Subí por una manta y al bajar la puerta estaba abierta. Toda la brisa helada entraba por la puerta y me hacía tembalar, la cerré pensando que Sofía había llegado. Pero el pánico me invadió cuando pasaron unos minutos y Sofía no salía de la cocina.

Corrí hasta el teléfono y antes de que pueda alzar el móvil entre mis dedos, alguien me haló del pelo y me aventó contra el suelo. Un fuerte golpe me mareó, mi vista se nubló y me empezó a doler la cabeza.

- ¿Quién... e...res? -Logré susurrar. 

- ¿No me conoces? ¡Oh pero que ironía!

Reconocí esa voz al instante, era Raúl-: Te pudrirás en prisión.

- No cariño. Prefiero ir al infierno. -Dijo.- ¿Dónde está mi hijo?

- No te importa. -Susurré mientras pestañeaba con pesadez, aunque traté de mantener los ojos abiertos fue imposible y estos se cerraron por varios segundos.

Cuando abrí los ojos vi a Raúl subir las escaleras en dirección a las habitaciones. Con toda las fuerzas que tenía me puse de pie y cuando estuve detrás de él lo halé de la camisa y éste volteó y me dio un puñetazo. Sentí en salado sabor de la sangre correr por mis labios.

- Quiero saber donde está el bastardo, tiene que conocer a su hermana. -Dijo Raúl mientras me tomaba del cabello. Lo miré perpleja y el sonrió con malevolencia-. Oh, se me había olvidado contarte. -Dijo y bajó las escaleras conmigo a rastras-. El niño que habías dado por muerto, está vivo, de hecho, es una niña y vive con mi madre.

Sentí como se aceleró mi corazón casi al punto de estallar. Entonces las lagrimas salieron unas detrás de otras y rodaron mis mejillas.

- Bestia. -Susurré con un hueco en el estómago.- ¿Cómo lo hiciste?

- El dinero lo puede todo -murmuró riendo-, El otro que te enseñaron era un niño que había nacido muerto ese mismo día que despertaste.

- ¿Dónde está mi hija?

- Donde mi madre. Tú hija la he utilizado como reconciliación con mi madre. -Dijo y me soltó el cabello. 

La furia me invadió completamente y por impulso empecé a golpearlo en el pecho con fuerza provocando que me dolieran los nudillos, sin embargo, él permanecía inmune, mis golpes no le afectaban. Las lagrimas salieron con más rapidez y me impacté contra el suelo de un momento a otro.

Raúl se arrodilló frente a mi y me agarró por la mandíbula con fuerza, alzó mi rostro obligándome a mirarlo a los ojos. Sus tenebrosos ojos habían oscurecido tomando un extraño color café. Su mano bajó de mi mandíbula a mi cuello y me apretó con fuerza. Pude ver el odio en sus ojos y algo más que eso, miedo, el miedo estaba haciendo que el rencor creciera cada vez dentro de él.

- Te mataré con mis propias mano. Me desharé de ti como a una piedra en mi camino, no te quedarás con lo que me ha pertenecido desde que nací. Aquello que una bastarda no tiene derecho en absoluto. -Murmuró apretando más su agarré-. Pero no será ahora. Iré por tú hijo y luego los mataré a ambos.

Me soltó y caí de espaldas junto a la mesa. Las manos me temblaban y el miedo me inundó. Él aún permanecía frente a mi con su mirada tenebrosa, con las manos echas puños y con el rostro rojo, las venas resaltaban en su cuello y parte de su frente.

Cuando me dio la espalda tenté la mesa aún con las manos temblorosas y sentí algo frío y fino. El recuerdo del cuchillo me vino a la mente y con rapidez lo tomé en mis manos y me levanté con torpeza él volteó al escuchar mis paso y alzó su puño y lo estampó en mi mejilla, traté de no perder el equilibrio y sin pensarlo le clavé el cuchillo en su estómago. Una puñalada tras otra, con las lagrimas rodando por mis mejillas.

El cuchillo se resbaló de mis manos y el cuerpo de Raúl calló al suelo. No pude dejar de mirarlo, ver su sangre por todos lados me llenaba de satisfacción pero también de pánico. Solamente unos segundos después de ver como sus ojos se cerraron fue que reaccioné y corrí hasta el teléfono y marqué a emergencias.

(...)

Vi como subían su cuerpo a la ambulancia, como las personas que viven cerca me miraban perplejas. Desde que se escucharon las sirenas no pude derramar una lagrima más, tampoco paraba de temblar. No quería que mi hijo me viera en ese estado no podía tan solo mantenerme sobre mis pies, estuve varias veces por caerme pero Ángela me sostenía.

Todo había acabado, Raúl estaba muerto.



Casada Con Una BESTIA  | EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora