40. El Juicio.

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Las manos me temblaban mientras estaba a punto de declarar. Las miradas de todos estaban puestas en mi a la espera de mi declaración, pero no podía las palabras se atrabancaron en mi garganta.

Luego de aquella noche no había podido dormir, aún sentía en olor a sangre en mi cuerpo, las manos de Raúl sobre mi, sus ojos y su voz. Cada vez que veía a mi hijo era como verlo a él y eso me estaba matando.

Aún no había podido asimilar que yo  apuñalé a Raúl.

- Su señoría. Creo que mi defendida debe mantener la calma primero, aún no ha superado todo lo que ha pasado. -Dijo mi abogada.

- Les daré unos minutos. -Dijo el juez al instante.

Sentí unas manos tocar mis brazos para ayudarme a levantar. Royce besó mi frente y salimos de la sala, nos sentamos en una de las banquetas del pasillo, mi abogada se paró frente a nosotros y sonrió.

- Tienes que esforzarte más, Ashley -me dijo Royce mientras acariciaba mis mejillas.

- Es... Es difícil. -Susurré.

- Puedes hacerlo, para acabar con todo de una vez. -Dijo Helen mi abogada.

- Yo...

- Vamos Ashley. -Dijo Royce.

- Creo que lo haré.

- No, debes estar segura de que lo harás.

Sentí un tornado en mi estomago y me dieron nauseas. Tragué en seco antes de asentir.

- Si, lo haré.

- ¡Perfecto! -Exclamó Helen antes de entrar nuevamente a la sala.

Cuando volví a entrar a la sala uno de los policías me ayudó a sentarme donde estaba anteriormente.

- Ya podemos continuar su señoría. -Le dijo Helen al Juez.

Empecé a declarar en contra de Vanessa, desde el día que caí por las escaleras, en encuentro en el hospital, hasta la vez en que me disparó.

- Perdón su señoría. -Habló el abogado de Vanessa.

- Hable.

- ¿Como se puede comprobar que mi defendida fue quien la empujó por las escaleras?

-La señorita Vanessa se le declaró a Ashley -habló Helen al instante mientras se ponía de pies.

- ¿Cómo se confirma eso? ¿Había alguien más ahí que pueda confirmarlo? -Protestó el abogado de Vanessa.

- Tenemos pruebas. -Dijo Helen con una radiante sonrisa.- Pedimos una revición de cámara de seguridad del hospital, necesito su permiso para mostrarle la grabación.

- Bien.

Helen sacó de su maletín su móvil y unos segundos después se lo pasó al Juez. Unos minutos después el Juez suspiró y le devolvió el teléfono a Helen.

- También tenemos testigos que confirman que la señorita Vanessa estuvo junto al fallecido cuando mi defendida fue secuestrada.

- Su defendida puede volver a su lugar. -Ordenó el Juez.

Me puse de pie y volví a la mesa.

- El juez llama a Vanessa Parks a declarar. -Dijo una mujer que estaba al lado del Juez.

Vanessa se puso de pie y caminó hasta el lugar donde yo estaba. Ella no demostraba ningún tipo de miedo, su rostro no mostraba ningún tipo de expresión. Al tomar asiento Helen se paró de su asiento y empezó con el interrogatorio.

- Tengo entendido que usted estuvo con mi defendida el día que dio a luz, ¿qué dijo exactamente ese día?

- Lo que el Juez acaba de escuchar, fui a visitarla. Incluso fui a informarle porque la había empujado por las escaleras. -Dijo Vanessa.

- ¿Entonces usted era cómplice de el fallecido Raúl? -Le volvió a preguntar Helen.

- Si, recuerdo que estaba amarrada a una silla y no se esperaba mi visita. También recuerdo que su madre también estuvo ahí, luego de aquella triste visita y de las palabras de Raúl, yo le disparé, no fue con intención de matarla, solamente quería que no pudiese moverse de ahí cuando estuviésemos incendiado aquel lugar, entonces ahí si tenía que morir. -Por aquellas declaraciones dichas por Vanessa, su abogado se levantó inmediatamente de su lugar y la miró confundido.

- Ahí tiene su señoría. -Dijo Helen antes de sentarse nuevamente junto a mi.

.

.

.

(...)

Ese día algo había cambiado dentro de mi, aquel bello rostro había removido todo dentro de mi. Era mi hija, aquella pequeña criatura que había dado por muerta. No quería ni imaginar como ellos me habían privado de esa pequeña felicidad.

Era un grandioso día y no solo porque tenía a mi hija en mis brazos, también porque Royce estaba conmigo y porque aquellas personas que habían hecho de mi vida un martirio ya no podían hacer nada. Aunque la imagen de Raúl muerto no se quitaba de mi cabeza.

La madre de Raúl había caído en una depresión tan grande que eso terminó con su vida, Luís estaba destrozado por la muerte de su madre y la de su hermano. Luego de la muerte de Raúl todo lo que le perteneció a mi supuesto padre pasó automáticamente hacia mi, claramente consiente que no podía manejar esos negocios tuve que dejarlos en manos de Luís.

Tras largos meses de legalización para que la niña estuviera conmigo estábamos en una pequeña heladería del centro comercial. La pequeña Rosalie reía con Royce y Geoffrey terminaba de comer su helado.

- ¿Nos vamos? -Me preguntó Royce luego de dejar a Rosalie sentada a su lado.

- No sé. -Murmuré.

- Estás muy cansada, deberíamos ir a casa para que descanses no quiero que te enfermes. -Dijo Royce mientras se levantaba y tomaba a los niños entre sus brazos.

- Papi fuerte. -Dijo Geoffrey riendo.

- Vamos. -Dije caminando detrás de ellos.

Cuando estuvimos en al casa ayudé a Royce con Geoffrey mientras él subía a Rosalie a su habitación, ambos se habían quedado dormidos en el camino. Me estremecí al sentir el agua caliente por mi cuerpo, cuando terminé del baño me puse ropa interior y una bata para luego acostarme. Los brazos de Royce rodearon mi cintura y él besó mi nuca con suavidad.

- Te amo. -Le susurré cuando las pestañas empezaron a pesarme.

- Yo también Ashley.- No sabía que tan profundo era mi amor por ti, hasta aquel día que llegué y nos estabas, cuando leí aquella carta sentía que moría, porque te había perdido y tenía miedo de que que fuera para siempre.

- Lamento decirte que siempre estuve segura de lo que sentía por ti. No aguantaba más verte con ella, desde aquel día que no fuiste conmigo al médico me di por vencida, desde ahí estaba segura de lo que haría, aunque mi corazón hubiese muerto.

- No quería perderte y aún no quiero hacerlo. Tú y esos niños me han cambiado por completo, siento que no soy el mismo de antes, como si estuviese tomando todo más enserio y más a fondo.

- Gracias. -Murmuré con la voz temblorosa.

- ¿Por qué?

- Por todo, por aceptarme a pesar de mi pasado, a pesar de todo lo que ha pasado, por aceptarme con mis hijos sin importarte nada. Gracias por amar a mis hijos y por amarme a mi. -Las lágrimas empezaron a resbalar por mis mejillas con fuerza.

- Perdóname, por el dolor que te hacía sentir, por lastimarte tantas veces, por ser tan idiota, por no aceptar lo que sentía... Perdóname. -Murmuró con la voz entre cortada.

Y sentí sus lagrimas mojar mi mejilla, luego sentí sus labios donde habían caído sus lagrimas. Esa fue la primera noche en toda mi vida que pude dormir con tranquilidad.

Casada Con Una BESTIA  | EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora