SOLO UN SUEÑO
Aún me sentía alterada por ese sueño, era algo que pasaba rara vez pero que me dejaba ansiosa durante todo el día. Mi abuela decía que me sucedía desde pequeña pero por lo que yo recuerdo esto era peor eran más reales y mi enojo también, no sabía porque no podía soñar con conejos o unicornios. Sentir las llamas tan cerca de mí me daba escalofríos, estar sola en el bosque y escuchar voces no era para nada normal tampoco. Me lavé la cara como por tercera vez y volví a mirar el espejo, unos muy hinchados ojos azules me devolvían la mirada y me rogaban más horas de sueño y como era domingo por la mañana se las concedí.
Esa tarde, mientras estaba en la cocina ayudando a mi abuela con una receta nueva de galletas para la cafetería notó que algo me molestaba.
—¿Sucede algo? —ella se encontraba amasado pero su atención estaba puesta en mí.
—Otra vez ese tonto sueño —yo estaba en del otro lado de la barra de madera de la cocina tratando de cortar la masa en círculos con un decorado en las orillas pero no estaba haciendo un gran trabajo, aún cuando estaba usando un molde—, no sé porque no para.
—No le des tanta importancia sabes que lo mejor que puedes hacer es ignorarlo.
Asentí, lo sabía pero no era tan sencillo además de que a nadie le había contado lo de las voces porque ni yo las entendía, no quería que pensaran que estaba loca o algo así. Cuando era pequeña mis padres habían muerto en un incendio —la verdad no se me ocurre una forma más cruel de morir lo cual resulta aún más doloroso— y la abuela pensaba que ese sueño era en relación a eso, que tenía algún trauma o algo, aunque yo ni si quiera allá estado ahí.
—No sirvo para esto —gruñí y solté el molde, rindiéndome en mi décima "galleta". Todas estaban deformes, al momento de separarlas del molde se rompían y en mi intento de arreglarlas quedaban peor.
—Creo que será mejor que yo me encargue —había terminado con su parte y tomó el molde haciendo unas formas perfectas con una velocidad anormal. Me quedé mirando entrecerrando los ojos en su dirección y ella me sonreía con suficiencia—. La verdad no sé cómo es que eres mi nieta.
—Presumida —me crucé de brazos indignada. Ella río y aventó un poco de harina a mi cara. Mi abuela tenía una cafetería y era maravillosa cocinando, sus postres eran algo populares por las competencias que a veces había en el pueblo.
Nos habíamos mudado aquí cuando sucedió lo de mis padres y mi abuela se había tenido que hacer cargo de mí, poco después abrió la cafetería en la cual trabajo unos días a la semana.
—¿Irás a visitar a Amir? —asentí mientras limpiaba la harina de mi cara—. Entonces espera a que estén las galletas para que le lleves algunas.
Mi abuela siempre pedía la opinión de Amir —mi mejor amigo— cuando se trataba de la nueva comida de la cafetería ya que él la idolatraba y amaba todo lo que preparaba.
Cuando llegué creo que las pudo oler porque no quitaba la vista de la bolsa donde traía el tupper con galletas, y como la maravillosa amiga que soy no se las di.
—¿Cómo te sientes? —pregunté mientras me dirigía a su habitación, me senté en un extremo de la cama y puse las galletas detrás de mi.
—Exactamente como me veo —respondió mientras se acostaba del otro lado rascando su cuello y miraba en mi dirección—. ¿Qué traes ahí?
—No te ves muy bien —hice una mueca, Amir tenía varicela y siempre que venía a verlo lucía muy cansado, sus grandes y alegres ojos miel se veían decaídos y su cara estaba llena de puntitos. Su pelo era otra historia ese casi siempre se veía horrendo y sus rizos estaban en todas las direcciones.
ESTÁS LEYENDO
DARKLIGHT
FantasyEmma Campbell tenía una vida tranquila que se veía empañada por los extraños sueños que la atormentaban por la noche. Pero esos sueños empiezan a parecer cada vez menos locos después de la llegada de los hermanos Julie y Khai al pueblo y la tranqu...