¿Estás vivo o solo respiras?
Esa es la pregunta que me hago todos los malditos días.
Monotonía.
Llegar a casa y verla vacía, miento, ella siempre está pero ignora mi presencia por completo.
Me pasaría día y noche entrenando sólo para no estar a solas con mis pensamientos en casa.
Lo único que me hace sentir vivo son esos 90 minutos que paso debajo de los palos defendiendo la portería del Bayern.
A veces la necesidad de que alguien te diga ''¿Cómo ha ido el día?'' se hace insoportable.
Una caricia, un beso o una simple sonrisa.
Miro mi mano y veo la sortija.
Qué ridículo me veo con ella puesta.
¿Y sabéis lo peor? Que la quiero, aunque me trate como un perro, aunque sea su banco personal, y aunque me dedique todo el desprecio el mundo.
O eso creía, que la quería.
Me daba igual ya llegar cansado a los entrenos por levantarme tan entrada la madruga solo para obtener mi dosis de amor diaria.
Sé que esto está mal.
Midiendo 1,93 es fácil que la gente me reconozca, pero intento pasar desapercibido.
Cuando abre la puerta y me mira siento como la adrenalina sube por todo mi organismo.
Me hace sentir vivo notar como pasa sus manos por mi cuerpo.
Sus labios saboreando los míos.
Mis manos rozando su cuerpo.
La lujuria se adueña de nosotros.
-¡Eh Manu! ¡Hola! ¡Llamando desde la tierra!
Miré a Thiago.
-¿Se puede saber qué te pasa?
-Nada, me he quedado empanado, nada más.
-Hoy vamos a ir a comer otra vez al Savanna, ¿Te vas a venir?
-Ese no es... ¿El sitio donde conocimos a las camareras esas?
-¿A Diana y a sus amigas? Sí, ¿Es que te has hecho amigo de Diana?
-No, solo es una conocida.
Intenté reprimir una sonrisa.