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Cuando hemos entrado en la casa él la ha cruzado enseguida y ha salido a la terraza para hablar con el propietario. Pero yo me he detenido aún dentro, al oír a una mujer.

─¡Ay madre, cómo está el mundo!

Pasaba por un pasillo delante de una puerta abierta. Daba a una cocina, y dentro, sentada en una mesa había una mujer bastante guapa, con un delantal y pelando patatas. Y sentado junto a ella estaba el mismo mocoso que después nos ha puesto la música. Los dos miraban la televisión. Y esa televisión estaba al otro lado de la mesa, encima de una nevera. De cara a mí y a todo volumen.

Daban una tertulia. Salía una mujer hablando sentada en un sofá y detrás de ella, impresionadas en una especie de mural, las imágenes: Policía, ambulancias... ¡en el centro comercial del que yo salí corriendo!

Y la mujer repetía que eran tres muertos. Tres. Un hombre, sentado a su lado, aseguraba que los dos orientales tenían que ser de la "yasusa japonesa". La mujer le replicaba que el tercer muerto tenía aspecto de ruso. Igual que el hombre que los había matado y que la niña que había escapado corriendo. Una niña, decía, probablemente de los países del este, y a la que según todos los testigos, los cuatro habían estado a punto de violar. En un local vacío, pero sin ni siquiera cerrar la puerta. Que tenía que ser cosa de las mafias rusas. Se quejaba de que venían demasiados turistas rusos a la isla.

Y un tercero le daba la razón. Estaba convencido de que el otro hombre, el que habían encontrado muerto por la mañana en el hospital, también era ruso. Y despotricaba amargamente de la falta de seguridad, y de quien fuera el responsable de que no funcionara ninguna cámara de seguridad, ni en el centro comercial ni en el hospital. Y de que se controlara tan poco a los turistas. "Tantos criminales de fuera: rusos, chinos, islamistas..." Y el primero decía que por favor, que los islamistas no eran turistas, que venían en pateras...

Y yo clavada, con la vista fija en aquel televisor. No. Tiene que ser una broma...

Y al salir a la terraza, cuando le he visto en la mesa y me he acercado, me temblaban las piernas.

Los ha matado... ¡a todos! 

Cuando haces según qué cosas te acaban pasando otrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora