Y lo que oigo a continuación es el ruido del móvil al golpear el suelo. No se me ha caído. Lo he soltado yo, como si me quemara en la mano.
─No... No, no, no... Por favor no... ─Gimo.
─Marisa ¿Eres tú?
Es la voz de un hombre, al otro lado de la puerta de la cabina. Pero yo no le contesto a él.
─No, por favor... ─Vuelvo a gemir.
─Esta no es Marisa ─Dice la misma voz.
─Tiene que ser la chica... ─Afirma otra voz distinta.
Y yo sigo paralizada, mirando ese móvil que está en el suelo, aquí, entre mis pies. Se ha roto, y veo cómo las grietas de la pantalla se van volviendo borrosas por las lágrimas. Mira: Hacía ya demasiado que no lloraba...
Y oigo cómo llaman a la puerta y dicen algo, primero con suavidad. Pero sigo quieta, con la vista fija en esa pantalla rota. Rota como mi alma. Y cuando empiezan a aporrearla y a pedirme que salga, sigo igual de quieta. Y lo que siento no es nuevo: El mismo susto, la misma presión en el corazón y el mismo ahogo que me impide respirar. Lo mismo que sentí en ese hospital, cuando oí que Olga, y Eli y José, estaban muertos.
Los ha matado él. Los ha matado David.
─¡Eh! ¡Venga, sal de ahí!
David. David los ha matado...
─¡Será mejor que abras la puerta! ¡Si no, la echamos abajo!
─Cuidado, Antonio. Apártate.
Y la mano se me levanta como sin querer. Es tan fácil conseguir que todo acabe por fin... Sólo tengo que abrir el pestillo. Sólo eso.
Y lo abro. Y entre las lágrimas veo cómo se abre la puerta de la cabina. Y veo a esos dos guardias de seguridad.
─¿Qué le pasa a ésta? ─Pregunta uno, al verme llorar.
Pero ahora les miro y sigo muda, incapaz de hablar. Incapaz de decir lo que me pasa: Que se me acaba de romper el corazón. Y aún menos de decir por qué se me ha roto: Porque ha sido él, David, quien ha matado a Olga, y a Eli, y a José. Él quien me ha destrozado la vida. Él quien me lo ha quitado todo.
Y me veo llevada por esos dos guardias, cada uno sujetándome un brazo. Y fuera, en ese pasillo lleno de despachos, hay dos guardias más. Y me dejo llevar hasta uno de los despachos, un poco más adelante. Uno de los guardias llama a la puerta y después la abre un poco.
─¿General Álbarez? ─Dice el guardia con mucha timidez.
─¿Ya la habéis encontrado? ─Se oye dentro.
─Sí. Estaba escondida en los baños... ─Contesta el guardia. Y después me hacen entrar.
Dentro hay dos hombres más. Uno es bastante mayor y está de pie, ante nosotros. Es al que el guardia ha llamado "general" y realmente parece el jefe. El otro es más joven y está sentado tras una mesa, mirando una pantalla de ordenador.
─Sí. Es ella ─Dice el general ─. ¿Qué le ha pasado?
─No sé. Está como ida... ─Contesta el guardia.
─¿Llevaba algo encima?
─Sólo este móvil, pero está roto ─Dice el guardia, dándoselo.
Y el general mira al que está sentado y le da el móvil. Y éste lo abre y le quita la batería, antes de volver a mirar el ordenador.
─No. Éste no es ─Dice con la vista en la pantalla ─. El que activó ella cuando los hemos visto en la estación sigue bien activo. Y dentro del edificio.
─Debe llevarlo él ─Afirma el general ─¿Aún está arriba, con la directora?
─Eso parece...
─Pues llámala y que no le dejen irse. Vamos para allá.
Y cuando volvemos a salir al pasillo, me maldigo a mí misma. Me maldigo por haber confiado en David. Por haberme creído una tras otra, como una imbécil, todas las cosas que me iba diciendo. Y por haberle seguido hasta aquí, pensando... ¡Gilipollas! ¿Pero en qué coño estaba pensando? ¡Sólo para que pudieran pillarme enseguida! ¡Si ya sabían que veníamos hacia aquí!
Y sobre todo... ¡Mierda! ¡Por haber sentido lo que he sentido por él! ¡Yo! ¡Con lo bien que estaba follando como una loca, disfrutando a tope y sin ningún problema! ¡Y ahora nada! ¡Ya no tengo nada de nada! ¡Mierda! Ya sé que me metí yo en esto, pero ha sido él. Él los ha matado.
Y lo que más me duele es que ahora me van a obligar a verle la cara otra vez.
Seguimos al general hasta el final del pasillo para acabar saliendo a la escalera. Ahora sólo uno de los guardias me tiene sujeta de un brazo, pero ya ni me planteo escapar. Sólo quiero que esto termine de una vez. Y aún así me pregunto qué hacemos aquí ¿No era esta la planta donde había subido David?
─¡Eh! ¡Eh! ¡General!
Nos damos la vuelta. Es el que estaba con el ordenador, en el despacho, que viene corriendo por el pasillo.
─¿Qué pasa? ─Dice el general, que está a mi lado.
─Creo que tenemos problemas. La directora no contesta.
─¿Cómo que no contesta?
Y encima, ahora aparecen dos más, que bajan corriendo por la escalera. Tienen la misma pinta de guardias de seguridad que los que están aquí.
─¿Qué coño pasa? ─Vuelve a preguntar el general.
─Se ha encerrado en el despacho de la directora. Y la tiene retenida ─Dice uno de los que han bajado.
─¡No me digas que la habéis dejado sola con él!
─Bueno, ella nos dijo que saliéramos...
─Tranquilo. No creo que tenga cojones de hacerle nada... ─Dice el que ha venido del despacho.
─¿Ése? Era un agente independiente ¿Lo sabías? ─Exclama el general.
─Host... ─Susurra el del despacho. Y el general vuelve a mirar al guardia.
─¿Habéis cubierto las salidas? ─Le pregunta.
─Sí. Las dos escaleras ya lo están por abajo. Y la azotea también. No podrá salir.
─¿Y habéis llamado a...?
─Sí, sí. Mire, ya están aquí...
Y ahora oigo gente que sube corriendo por las escaleras. ¿Es que no funciona el puto ascensor? Giro la cabeza y veo que llegan cuatro hombres más. Como una película, ni me hubiera hecho falta verlos: Una especie de fusiles cortos en la mano, y chalecos oscuros. Seguro que antibalas, claro. Lo que faltaba ya.
Y se paran aquí, y en esta mierda de rellano ya no cabe más gente.
Y yo no entiendo nada. Nada de nada. ¿Agente independiente? ¿Qué coño es eso? Y más que una peli de espías, esto ya parece una jodida comedia de teatro, con gente entrando y saliendo por todos los rincones del escenario. Pero yo no quiero verla. Ya no quiero más de toda esta mierda.
─Mucho cuidado con la directora ─Les dice el general a los que han llegado ─. Pero cuando lo tengáis a tiro, os lo cargáis.
Y los cuatro se van corriendo, escaleras arriba. No, no sé lo que pasa, pero sé muy bien lo que viene ahora: Más gente muerta. Y yo no quiero verlo. Ni quiero volver a ver a David, ni vivo ni muerto. Desde luego que quiero que esto termine, y se va a terminar. Y también para mí. Pero no así. Así no.
Y cuando ha empezado a subir el último de esos cuatro, lo hago. Sé hacerlo, tengo práctica: Un cuarto de vuelta, con el brusco tirón del brazo. Me suelto enseguida, y ahora soy yo la que empieza a correr. Escaleras abajo.
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Cuando haces según qué cosas te acaban pasando otras
Mystery / Thriller. Corro. Corro por el miedo. Y por ese estúpido impulso de huir, de sobrevivir. Y por no ser capaz de aceptar que ya está. Que ya lo he perdido todo. Ahora, una vez más, quieren matarme. Y ahora no sé ni quién ni porqué, y me lo han quitado t...