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─... Y luego está el del señor Santiago, claro. Ése es muy bonito, y además crían caballos andaluces de pura raza. Pero también es privado, y el señor Santiago nunca está. Vive en Madrid, dicen que en un palacio impresionante...

─Ya, bueno... ─Intenta cortarla David.

Estamos en la Oficina de Información y Turismo, si a esta casucha se le puede llamar oficina. La tal Rosa no está, y David está hablando con su madre. Me ha sorprendido descubrir la labia que tiene el tío: Es una señora bastante vieja y él no solo se la ha camelado enseguida, sino que ha evitado con gran habilidad el insistente interrogatorio de ella.

Pero se nota que no está acostumbrado a tratar con gente de pueblo. En un sitio como éste, adular tanto a una vieja es un grave error. La anciana se ha soltado, y lleva más de media hora contándole a David los cotilleos de todos los vecinos. No hay quien la pare. A David le ha costado muchísimo conseguir que nos hablara de los cortijos de la zona por si decía algo de la abuela, pero aún ha sido peor: Los chismes de todos los cortijos, granjas y casas rurales. Y de la abuela, nada de nada. Y el pobre David pone ya una cara de agobiado...

─... aunque muchas veces está allí la señora Lucía, para vigilarle lo de los caballos ─ Sigue la vieja ─. Ella y el señor Santiago tienen una buena relación...

Y el corazón me da un vuelco ¿La señora Lucía? ¡La abuela por fin!

─¿Caballos? ¡Vaya! ¿Podríamos visitar ése? ─Exclamo yo, mirando a David. Pero la señora parece no habernos ni oído. No hay quien la pare.

─... no se lo digan a nadie, pero de más jóvenes el Santiago y la Lucía tenían una relación más que buena, lo sé de muy buena tinta. Pobre señor Jaime, tan trabajador y preocupado él, sacando adelante sus tierras, sin enterarse de nada...

Confirmado: El señor Jaime era el abuelo, que murió antes de que yo naciera ¿Y la abuela le ponía los cuernos? Yo es que alucino, tiene que ser otro rumor de pueblo... Enseguida miro a David y vuelvo a asentir con la cabeza.

─Es que a ella le gustan mucho los caballos ─Vuelve a interrumpirla él ─. Si está esa señora Lucía ¿Cree que nos permitiría visitarlo?

─Bueno, es que tampoco está... ─Dice la señora ¡Joder!

─...Está en Madrid, de médicos. La pobre ya es mayor y no anda muy bien de salú. Y en confianza: De donde no anda nada bien es de la cabeza, y eso no es sólo de la edá. Ya lo decía mi madre que en paz descanse: Si se te va la cordura, es de la vida que has llevao. Tanto poner los cuernos... La indecencia no sólo es mala para el alma. No es nada buena para la cabeza, no señor...

─Ya, claro, eee... ¿Y no habría nadie en ese cortijo, con quien podamos hablar? ─Vuelve a cortarla David, pero al pobre ya se le está acabando la paciencia.

─Bueno, está el Alejandro, que se encarga cuando no está la Lucía, porque ya le digo que el señor Santiago no está nunca. Pero yo no me fiaría mucho de él: Es extranjero. Y eso que su mujer, la María, que la pobre también era de fuera, es amabilísima. Fíjese que el otro día estaba yo en la panadería de Antonio, mi yerno, y entró la María y...

─Mire ─Le corta David por enésima vez. Creo que ya no puede más ─. Perdone pero se nos hace tarde. Si eso, ya volveremos a ver lo que hacemos.

Y efectivamente: Se da media vuelta y se va hacia la salida.

─¿No quiere esperar a la Rosa? Ella habla un poco demasiado, siempre se lo digo. Pero le podrá explicar mejor...

─Sólo nos faltaría eso... ─Murmura David, saliendo ya por la puerta.

Y yo me quedo sola ante la mujer, que me mira.

─No es muy educado... ¿Es tu novio? ─Me pregunta.

─Eee... sí. Perdónele, es que anda muy estresado por el trabajo... ─Le digo ¿Puede ser que me haya ruborizado?

─Pues perdona que te diga, niña, pero aun maleducado, tu hombre es demasiado guapo. Y créeme: Esos son los peores. Así que si está estresado, mejor llévatelo a la cama y cálmalo bien. Sino, la primera que pase te lo va a...

─¡Ostras, tiene usted razón! ─Exclamo ─¡Gracias por el consejo! ¡Me pongo a ello enseguida!

Y también me doy media vuelta, para ir corriendo hacia la puerta.

─¡¡Eh, niña, quieta pará!!

Y yo me paro justo antes de abrir la puerta y la miro. Ostras, es que me lo ha dicho gritando de una forma...

─¿Qué pasa?

─Niña, que así no me quedo tranquila ─Me dice, mirándome muy seria ─. Creo que os he dicho más de lo que tenía que deciros, y eso que yo siempre soy muy discreta...

─¿Perdón?

─Ya veo que te gusta mucho tu novio, pero ¿Es de fiar?

¡Y dale con "mi novio"! ¡Joder! ¿Que me gusta? ¡Y ahora sí que me he puesto colorada!

─Bueno, eee... sí, es que...

─Piensa que tu abuela te esperaba sólo a ti. Si vas con él, en el pueblo no te dirán dónde está.

¿Mi abuela? ¡Joder!

─¿Me... conoce usted? ─Le pregunto.

─¡Uuuy, niña...! Tienes los mismos ojazos que cuando correteabas por aquí con ella. Y francamente, te veo un poco delgaducha, pero con unos luceros como esos no me extraña que tu novio te mire como te mira...

¿Que David me mira como me mira? Bueno, sí que me mira mucho, pero sólo a los... Ay madre ¡Ay madre! ¡A ver si la vamos a liar! ¿Y por qué me pongo yo así? ¡Si debo estar más roja que un tomate!

─Bueno... eee... en realidad no es mi novio...

─¡Aaay juventú divino tesoro! Mira, tú dale alegría al cuerpo, que tienes la edá. Pero no te fíes mucho de él, que es demasiado guapo y esos son los peores. Si lo sabré yo...

Y salgo de esa oficina un poco preocupada. La señora se ha negado a decirme dónde está la abuela, sólo que ya me buscará ella cuando le interese. Y eso significa que tendremos que quedarnos por aquí, y también que todo el pueblo va a murmurar sobre nosotros. No es lo que se dice estar de incógnito...

Pero no puedo evitar sonreír. Si ya van a murmurar tomándome por la novia de David, no veas si supieran que soy una ninfómana.  

Cuando haces según qué cosas te acaban pasando otrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora