No entramos en la ciudad sino que la rodeamos. Y un buen trecho. Al final llegamos a una pequeña zona industrial, y cruzamos una puerta que hay en una alambrada.
Hemos entrado en lo que parece un desguace: Una enorme explanada repleta de coches destrozados, algunos amontonados, pero la mayoría tirados sin ningún orden aparente. Nos detenemos frente a una caravana blanca y él para el motor, coge una bolsa de deporte que había entre los dos asientos, y baja sin decir nada. Yo bajo también.
De la caravana sale un joven vestido con una especie de mono de mecánico, completamente manchado de grasa.
─¿Qué hay, jefe? ─Pregunta el joven.
─Vengo de parte del Mario a dejaros esta camioneta. Hay que desguazarla.
─Bueno... ─Dice el joven. Y David se pone una mano en un bolsillo, y saca... Ostras, un fajo de billetes enrollado. Un fajo bien gordo.
─Hay que destruirla del todo ─Le dice al joven, alargándole el fajo ─. No os podéis quedar ninguna pieza.
El joven sospesa el fajo en su mano sin mirarlo, como si quisiera comprobar su peso.
─Tranquilo, jefe. No van a quedar ni las pegatinas... ─Sonríe, mostrando unos dientes aún más sucios que su mono.
─Y al Mario llévale otra camioneta mejor, que a ésta le cantaba la transmisión.
─Descuide, jefe.
******
─¿Por qué había que destruir la camioneta? ─Pregunto.
─En ese chalet había cámaras ─Contesta él ¡Ostras!
─Así... ya sabrán que has sido tú el que ha matado a ese hombre... ─Murmuro, pero él sigue sin decir nada.
Llevo un buen rato caminando por unas calles desconocidas, siguiendo a un tío que tampoco conozco de nada. Lo único que sé de él es que es un asesino, y encima más callado que un muerto bajo tierra. Y yo tras él, sin saber qué otra cosa hacer.
─Mierda... ¿Y ahora qué? ─Me quejo ─¡Yo estaba en la caja de la camioneta! Seguro que también saben que estaba allí.
─Tu situación no cambiará haga yo lo que haga. Es todo lo que necesitas saber.
─¡Ya está bien! ─Grito. Y me detengo. Él da un par de pasos más, y al final también se para. Pero no se gira. Me está dando la espalda.
─¡Eso que a ti te interesa me importa una mierda! ¡Así que si quieres que lo busque, tendrás que explicarme algo más!
Él acaba por darse la vuelta.
─Debería importarte. Es lo único que puede salvarte la vida ─Me dice. Pero yo lo ignoro.
─Para empezar... ¿Cómo coño te llamas tú?
Y me mira sorprendido. Seguro que no se esperaba que le preguntara eso.
─¿Diego? ¿David? ¿Daniel? ─Insisto ─¿O algún otro nombre que empiece con D?
Casi se le ha escapado una sonrisa. Casi.
─Puedes llamarme como quieras, no es importante ─Contesta. Será... Y decido cambiar de táctica.
─Pues David ─Digo. Pero añado:
─Me gusta más. Y es como te llamaba tu amigo.
Y sin más camino hacia él, y le paso de largo. Y por un momento es él quien me sigue. Pero cuando se ha puesto a mi lado le hago una rápida mirada y enseguida vuelvo a mirar al frente. Lo he visto: Está sonriendo.
─Necesito saberlo... ─Murmuro ─¿Cómo se enteraron de que nosotros teníamos el dinero del viejo?
Él parece pensarlo. Otra vez.
─No creo que te guste saberlo.
─Yo decidiré si me gusta o no ─Digo. Y él, otra vez, tarda un poco en hablar.
─Por tu padre.
Y sigo andando un rato en silencio. Es una sensación extraña, como si me dieran remordimientos pensar mal de mi padre ahora que está muerto.
Mi padre el famoso abogado. El abogado demasiado formal y ocupado para mantener una relación con su hija. El que también hizo lo que hizo, y con el que viví dieciséis años sin tener ni idea de lo que era. Dieciséis años viviendo una mentira. Pero también acabó en la cárcel, y en la cárcel lo mataron. Y no tengo ni idea de porqué, pero nunca conseguí encontrar ningún buen recuerdo de ese hombre. Y nunca conseguí sentir tristeza al pensar que cuando murió acabó mi historia con él .
─Le interrogaron antes de que entrara en la cárcel, y parecía no saber nada ─Sigue David, como si necesitara explicarse ─. No sé muy bien por qué habló al final. Quizá entró algún preso que le conocía y se puso nervioso, pero empezó a decir que pagaría a quien le ayudara a salir. Y que él tenía la fortuna del viejo.
¡Oh, Dios!
─¿No dijo que la tenía yo?
─No era necesario. Los primeros que se enteraron fueron los mexicanos, y mandaron a alguien a interrogarlo otra vez. Son mexicanos: Te sacan todo lo que sepas, antes de...
Cierro los ojos y niego con la cabeza. No quiero que me dé detalles, y él enseguida lo ve y se calla. Dios, mi propio padre... Y agradezco que David se calle, no por no oír cómo lo mataron, sino por miedo a alegrarme de oírlo.
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Cuando haces según qué cosas te acaban pasando otras
Mystery / Thriller. Corro. Corro por el miedo. Y por ese estúpido impulso de huir, de sobrevivir. Y por no ser capaz de aceptar que ya está. Que ya lo he perdido todo. Ahora, una vez más, quieren matarme. Y ahora no sé ni quién ni porqué, y me lo han quitado t...