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Me ha pedido que me sentara más cerca de ella, a su lado. Eso le ha permitido poner una mano sobre la mía, y ahora me mira a los ojos. Y yo, después de oír su charla con David, no he podido evitar ponerme colorada.

─Bueno... ¿cómo te sientes? ─Me pregunta.

─Bien... ─Susurro. Pero ella me mira con cara de reproche, ladeando la cabeza.

─Bueno... la verdad es que no muy bien ─Admito. Y ella no dice nada.

─Abuela, David y yo no...

─No me refiero a eso ─Me interrumpe. Y me presiona un poco la mano ─. Alba: ¿Qué te ha pasado?

Me lo dice con la mirada fija en mis ojos. Y yo callo. Y cuando se me empiezan a mojar una vez más, bajo la cabeza avergonzada. Y aún pasa un rato hasta que ella me suelta la mano, y me pone las dos sobre los hombros, muy suavemente, tirando de mí. Y yo muevo mi silla para acercarme más a ella, y me inclino para  que me abrace. Y por enésima vez, lloro.

─Han muerto. Los han matado, abuela...

Pero no puedo seguir. Y ella me balancea suavemente, y me acaricia el cabello. Aún consigo recordar que siendo una niña mi madre me lo agitaba cuando me veía triste, y enseguida me arrancaba unas risas. Ahora es distinto, pero la abuela ha conseguido evocar ese recuerdo.

─Anda, cuenta... ─Susurra ella.

Y hoy, en este día de otoño, cuento por segunda vez lo que me ha pasado. En esta calurosa tierra donde viví mi primera infancia, un paraíso que la vida me obligó a abandonar al cumplir los seis años. Y a la que ahora la vida me obliga a volver, sin saber qué vendrá después.

A David le he contado mi vida desde que era niña hasta que acabé en el hospital, hace apenas una semana. Y a la Abuela el resto. Lo de antes ella ya lo sabe, se lo conté cuando aquello terminó y ella vino a verme al primer hospital, hace dos años.

Le digo que quieren matarme a mí por algo que tenía el viejo, y que por lo mismo los mataron a ellos, pero no cómo. No me atrevo a contarle lo del avión. Me da vergüenza decirle que me metí en aquel aparato alegremente, aun sabiendo que era demasiado raro lo del vuelo de prueba. Y que vi a las tres personas que más amaba desaparecer al cruzar una puerta para no volver a verles más. Las tres personas que juré proteger con mi vida, y que la vida me ha robado sin poder hacer nada, sin apenas enterarme.

Y le cuento cómo he tenido que correr, y cómo ha aparecido David, y cómo he seguido huyendo con él, y cómo he llegado hasta aquí. A trompicones, entre sollozos. Y ella tampoco me ha preguntado nada, sólo sigue balanceándome a medida que mis palabras se mezclan con las lágrimas.

─Me he quedado sola... nada. No me queda nada... estoy...

─Bueno... eso tampoco es muy exacto... ─Susurra para consolarme, pero me deja llorar un buen rato, antes de separarme de ella y cogerme las dos manos.

─Lo siento...

─Alba. Mírame ─Me dice. Y lo hago.

─No se te ocurra sentirlo. Ni se te ocurra tener vergüenza de llorar. Y sobre todo, no se te ocurra intentar olvidarlos. Jamás.

Siento el cosquilleo de una lágrima en la mejilla, pero no intento secármela. Sigo aferrando sus manos con las mías y mirando sus ojos. Son unos ojos seguros.

─Me tienes a mí, Alba, pero yo sólo soy una vieja. Tienes que sufrir por ellos. Son tu familia.

─Pero ya no están...

─Siguen siéndolo. Sé cuánto quieres a Olga, y sé cuánto te quiere ella. Llórales, Alba. Llórales tanto como quieras. Porque cuanto más llores, más reirás luego.

Me doy cuenta de que habla de Olga en presente, como si de alguna forma aún estuviera viva, pero no me importa. Es como si así fuera menos doloroso.

─No hay que evitar el llanto y la risa, porque son los que te dan la vida. Y son los que te enseñan lo que eres... Alba, mírame.

Vuelvo a levantar la vista. Ni me he dado cuenta de que había vuelto a bajarla.

─Tú no eres una persona solitaria. No te hundas ahora porque la vida te dará muchas sorpresas, y muchas alegrías. Y no las vas a vivir sola.

─Pero si...

Y no llego a acabar la frase. Ella me ha soltado, se ha puesto la mano en el escote y ha sacado un lápiz de memoria. Blanco, bastante grueso. Me lo da.

─Esto es lo que buscáis. Y esto es lo que te va a salvar la vida, pero no sólo va a salvar la tuya ¿Entiendes?

─No...

─Da igual. Tú no te rindas. Haz lo que sea que haya que hacer con esto y resuelve este problema. Concéntrate sólo en ello. Y cuando esté resuelto podrás llorar en paz, pero te prometo que muy pronto reirás. Podrás decidir qué hacer con tu vida, y sé que decidirás bien.

─Es lo mismo que me ha dicho David... ─Susurro, pensativa.

─¿Ah, sí?

─Bueno, no todo... Pero sí eso de que me concentre en solucionar esto. Me ha dicho que cuando acabe, lo veré todo distinto.

─¡Vaaaya! ¡Hay que reconocer que no tiene un pelo de tonto! ─Exclama. Y yo me encojo de hombros.


Cuando haces según qué cosas te acaban pasando otrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora