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Como siempre demasiado tarde... ¿Y ahora qué?

─Mira. Creo que es aquella... ─Dice David.

Levanto la vista y la veo a lo lejos. Es blanca, pero no una casita de madera como la del sueño.

El típico cortijo, una casa enorme con un par de edificios más. Y se ve un porche en ella, pero no ante la puerta sino a la derecha. Y delante no hay barandilla ni escalones frente a la entrada. Y no es nada bucólico: Todo está rodeado de campos arados, que se pierden en el horizonte y le dan un aspecto desértico. Y hay un camino que va de la carretera hasta la casa, pero es asfaltado, y muy ancho, y va a parar a una gran explanada frente a la puerta.

─¿Por qué pones esa cara? ─Me pregunta él.

Hemos caminado un buen rato más, y en completo silencio. Y sé que tengo una cara de mala leche que debe asustar.

─Estoy un poco preocupada. ¿Qué pasa si ella no tiene lo que necesitamos? ─Miento, intentando disimular.

─Espérate a que lo sepamos. Y si no lo tiene no te preocupes. Ya decidiremos lo que hacer.

Y yo callo otra vez.

Por supuesto. Encontraremos "lo que necesitamos", o no, y decidiremos lo que hacer. Juntos. Para acabar encontrándolo más adelante. Lo que sea. Y de una forma u otra, ya estará. Adiós muy buenas. Y suerte si aún sigo viva.

Y sigo caminando por esta carretera sin decir nada, intentando retener el largo silencio. Entre unos campos ni verdes ni ondeantes, campos casi negros bajo un cielo casi blanco. Blanco mas negro igual a gris.

Y hacia una casa donde no sé lo que encontraremos, pero sí sé lo que ya no voy a encontrar: La perfecta nueva vida que tenía hace un par de semanas.

Tampoco está ya. También terminó.

Y dándome cuenta. Como siempre demasiado tarde. He acabado asumiendo esta huída, este peligro, como si fuese a durar toda la vida. Pero más temprano que tarde, también va a desaparecer.

Y esta emoción. Nueva.

Y este nuevo miedo.

Porque él, como siempre, tiene razón: Me da miedo sentir esto. Antes era a encontrar a alguien que me gustara, y empezar a salir, y acabar atrapada en una vida rutinaria. Que ni querría ni sabría cómo mantener. Y ahora a vivir esto para acabar sola y amargada. Recordando una aventura que tampoco estará ya. Porque no voy a engañarme: Esto va a terminar.

Y tampoco puedo negarlo ya. Me gusta David. Muchísimo.

Cómo no va a gustarme... Si está como está, y me ha salvado la vida, y esta noche me ha hecho sentir... A mí, que soy una ninfómana. Y eso es lo peor: Que soy lo que soy, que no es por lo de esta noche. Mierda... ya me gustaba antes. Cuando callaba, poniéndose tan misterioso. Y cuando por fin decía algo, siempre algo que no me esperaba. Y... esa sensación. Esos nervios cuando me mira a los ojos. Y esa inquietud cuando no le veo, y las ganas de volverle a ver...

¿Esto es...? ¿Es esto lo que se siente cuando se está enamorada?

Y de un jodido espía. Y ni tengo que preguntarme si yo le gusto a él, o si me protege por mí, o interés, o por venganza. Lo ha dejado lo bastante claro: Un día ya conoció a otra que le gustó tanto, y simplemente perdieron el contacto. Qué le vamos a hacer. Ya sabes, mi trabajo.

Y ya estará. ¿Qué iba a hacer yo? ¿Decirle que si quiere puede quedarse conmigo? Y aunque quisiera ¿Hacer de espía a su lado? ¿Vivir así, junto a él, y detrás de gente a la que hay que matar? ¿Y delante de la que quiera matarnos?

¿Querría aún más miedo a que lo maten también a él? ¿ a volver a perder lo que...?

¡Mierda!

─Oye, estás empezando a asustarme... ─Vuelve a decir él.

Y mirándome otra vez a los ojos. Y los míos otra vez con lágrimas.

─Es que... Ahora no sé lo que va a pasar y... creo que todo esto está siendo demasiado para mí ─Digo. Ahora sin mentir.

Y él se calla. Otra vez, y otra puta vez sin dejar de mirarme. Y yo miro al frente, y maldigo mi suerte.

Maldigo lo que soy, y lo que es él, porque sería una estupidez decirle lo que siento.

Y maldigo amargamente no tener a Olga, o a Eli, para poder contárselo.


Cuando haces según qué cosas te acaban pasando otrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora