. 66 . Sevilla. Octubre 2014

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─Te recuerdo lo primero que hiciste cuando todo esto empezó: Pegarme un rodillazo en los cojones.

Y el tío me lo dice como reprochándome. Como si hubiese sido culpa mía.

─Sabes muy bien por qué te los di. Porque fueron dos rodillazos, no uno. Y no cuando me conociste, sino el segundo día que te vi ─Puntualizo yo. Y ni sé para qué.

─Yo ya sé de lo que hablo. Y por si se te ha olvidado: Si no fuera por mí, llevarías dos años muerta.

─¿Por qué? ¿Porque llamaste a la policía en aquella granja? Pues tampoco lo hiciste tan bien ¿Tienes idea de lo que me hizo aquel caballo? ─Sigo yo. Porque tengo que seguir, claro.

Estamos caminando por las calles del pueblo, de regreso hacia el hostal. Y hubiera podido ser incluso un paseo agradable. Pero no.

No, por la mala leche que llevo. Y no, por la noche que hace. Negra noche, negrísima. Y ambiente frío, y poca luz, y las calles mojadas, porque encima hemos tenido que esperar en el bar a que dejara de llover. Y no, por estar aquí discutiendo con un hombre, que además de haberse metido en mi vida sin que se lo pidiera, ahora está... eso: discutiendo conmigo. Y desde que hemos empezado a cenar, y después del discursito que le ha soltado a la Rocío. Como si él fuera... ¡mierda!

Porque me jode. Me jode que discutamos por culpa mía, no de él. Y me jode no ser capaz de acabar con la discusión, simplemente callándome. ¿Desde cuándo me gusta discutir a mí? Y aún más me jode lo que me ha dicho la Rocío cuando salíamos del bar:

"─Vaya con la parejita. ¿Ya os estáis peleando? ¿Cuánto hace que salís juntos?"

Eso mismo: "Parejita". Y mira por dónde ahora estoy descubriendo por qué discuten las jodidas "parejitas": no para solucionar nada ni para llegar a ninguna conclusión, sino simplemente para desahogarse. Y lo que me jode más de todo: tener a todo el jodido pueblo empeñado en emparejarme con... éste, a mí que ni tengo "parejita", ni nunca la he tenido, ni ganas de tenerla... y verme ahora aquí, discutiendo con él, como si... ¡Mierda ya!

Y encima después de decirle lo de la granja, él va y me mira como sorprendido.

─¿Me das a mí la culpa de lo que te pasó?

¡Encima!

─¡Pues bien tuviste algo que ver! ─Exclamo, aún más cabreada ─¿Quién coño me fue a buscar y me llevó a esa granja?

Y ahora me pone una cara muy seria. Primero pienso que va a reconocerlo, pero no.

─Creía que eras diferente a los demás... ─Me suelta.

─¿Perdona?

─Si os pasa algo malo tenéis que buscar a quien sea para darle la culpa.

─¿A quien sea? ¡¿Pero tú de qué vas?! ¡¿Crees que yo he buscado todo esto?!

¡Y él sigue andando tan tranquilo! ¡Como si nada! Y ahora sí. Ahora sí que exploto.

─¡¡Eli esperaba un hijo!! ¡¿Lo sabías?! ¡¿Crees que ella también se lo buscó?!

¡Y él sigue sin decir nada!

─¡¿Es justo lo que les pasó?! ─Insisto, ya gritando ─¡¿Crees que se merecían morir?!

Y de pronto se para. Estamos ya junto a la entrada que da al patio del hostal, precioso patio estilo andaluz frente a un precioso y rústico hostal que ahora ni veo. Sólo le veo a él, mirándome otra vez a los ojos, pero ahora dándome ganas de partirle los morros.

─Lo siento amiga, pero lo que nos merecemos no importa. Cuando hacemos según qué cosas nos acaban pasando otras. Simplemente eso.

─¡¿Pero cómo...?! ─Vuelvo a exclamar. No puedo creerlo. No puedo.

─La justicia es sólo una excusa. No existe ─Sigue él ─¿Que no se lo merecían? Pues mala suerte.

Y ahora soy yo la que se lo queda mirando. Y otra vez de piedra. Es que no puedo creer lo que está diciendo.

─Tienes que estar muy mal para pensar así.

─Pues ya ves: Ni estás tú sola en el mundo, ni eres la única que ha perdido a alguien.

─Ya, claro. Tú perdiste a la Clara esa ¿no? ─Replico. Y lo hago con malicia.

─Eso no te importa.

─¿Ah, no? ¿Qué era? ¿Una novia tuya?

Él no contesta. Se da la vuelta y entra en el patio. Y va hacia su habitación, andando tan rápido que casi tengo que correr para alcanzarle ¿Qué quiere? ¿Huir de mí? Aaah, no.

─¡Venga, puedes decirlo! ─Le digo gritando otra vez, aún detrás suyo ─¡Desde luego tú no vas a tocarme, pero os conozco! ¡Me he follado a más de uno que se había quedado sin novia!

Y de repente me doy cuenta. ¡Joder, Alba, que a esa Clara también la mataron! y enseguida me arrepiento de haberlo dicho.

─Lo siento... ─Atino a decir. Pero él se para de golpe y se da la vuelta hacia mí. Casi le atropello.

─¿Pero tú qué te has creído? ¿Te has follado alguno que le hayan violado a la hija hasta matarla?

¡¡¿La qué?!!

Cuando haces según qué cosas te acaban pasando otrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora