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─Siéntate aquí, por favor.

Me pego un susto cuando lo oigo ¡Es la abuela! ¡Y suena justo detrás de la ventana! Y me siento ridícula acercándome a esa ventana agachada, para espiar. Y me levanto un poquito y los veo.

La ventana da al porche, pero lo veo desde muy arriba, como si el baño estuviera en un nivel más elevado. Y ahí abajo una mesa redonda, con una jarra transparente con limonada y dos vasos. Y con ellos sentados frente a frente. David a un lado, la abuela en el opuesto.

─Tengo que agradecerte que hayas salvado a mi nieta ─Dice ella.

Y lo dice con una sonrisa amable. ¿Cómo sabe ella que David me ha salvado? Y él parece sorprendido, pero se queda callado.

─Se os nota mucho que venís huyendo ─Añade, aún sonriendo ─. Pero a ti te veo muy confiado. Tienes pinta de dedicarte a esto, y ya sé que la estás ayudando. Me consta que es ella la que tiene el problema.

David sigue callado un rato, pero al final habla:

─Necesitamos su ayuda. Es algo que usted debería tener. Si me lo da, su nieta quedará a salvo del todo.

Y ahora es la abuela la que tarda en contestar.

─Ya, claro. Pero es que se os notan otras cosas. Ya me han dicho que ella venía con un joven muy... apuesto. Pero francamente, no esperaba verla como la he visto. Y a ti tampoco ─Dice. Y David no contesta.

─Mira, joven ─Sigue la abuela ─. Dadas las circunstancias es mejor que sea sincera contigo, y te agradeceré que no intentes mentirme. Perderíamos el tiempo, y parece que no tenemos mucho.

David asiente con la cabeza, sin decir ni una palabra.

─Sé lo que estás buscando. Y sí, lo tengo yo. Mi hijo lo escondió en mi casa hace algún tiempo, y me llamó... bueno, desde la cárcel. Antes de que lo mataran.

─Lo siento mucho por su hijo...

─No lo sientas ─Interrumpe ella, negando con la cabeza ─. Era mi único hijo, y no me alegra que acabara como acabó. Pero sé muy bien que lo merecía.

Me impresiona mucho oír a la abuela decir eso de su propio hijo, con esa tranquilidad. Quizá sí se lo merecía, pero es que era su hijo. Y mi padre.

─Cuando me llamó me dijo dónde estaba lo que buscas, y también me dijo que podría ser un seguro de vida para mi nieta. Pero le conocía: Él nunca se preocupó por su hija, y era demasiado tarde para hacerlo cuando me llamó. Por la forma en que me lo dijo enseguida supe que había sido él quien la había puesto en peligro. Y me da la impresión de que el único seguro que ella tiene eres tú.

Se calla, pero David sigue mirándola, sin decir nada.

─Os daré lo que me pides. Creo que tú sabes cómo solucionar este problema y no dudo en que lo harás. Es lo otro lo que me preocupa.

Otra pausa. La abuela mira fijamente a David. Y él le sostiene la mirada.

─No me preguntas qué es lo que me preocupa... ─Añade ella.

─Creo que usted me lo dirá igualmente.

Pero ella ya no sonríe.

─No me mientas, joven. Ni me hagas perder el tiempo contándote todo esto. Si no tienes nada personal con mi nieta, dímelo ahora.

Y se quedan otro rato callados, mirándose fijamente. Y él... ¡Él no dice nada!

─Si algo he aprendido en la vida es a conocer a la gente. Y no suelo equivocarme. Sé que te gusta mi nieta, y sé que tú le gustas a ella. Sólo hay que veros. Pero también sé cómo es ella.

Cuando haces según qué cosas te acaban pasando otrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora