. 42 .

13 2 0
                                    

─Señorita, por favor.

Y aún tardo en girarme. Y cuando lo hago me quedo clavada en el suelo: Es un policía que se me acerca, con otro más que viene tras él.

─¿Perdón? ─Sólo me sale.

─¿Puede enseñarme su documentación, por favor?

¡Ay madre! Miro hacia la tienda pero no veo a David ¿Aún está pagando? Vuelvo a mirar al poli.

─Oiga, que yo no he hecho nada...

─Acompáñeme ─Me dice ¡Y me agarra por el brazo!

─¡Eh! ¿Pero qué hace?

─Mire, señorita, será mejor que no oponga resistencia ─Dice el otro policía.

¡Ay madre! ¡Y me veo literalmente arrastrada por ese policía, que no me suelta el brazo!

─¡Por favor, que no he hecho nada!

Me lleva hacia la izquierda, hacia la siguiente esquina del paseo. Allí veo aparcado un coche patrulla, pero no llegamos. El policía se detiene pocos metros después de la tienda, junto a una persiana metálica cerrada. Y ahí me suelta el brazo.

─¡Por favor! ¿Qué pasa? ─Le pregunto.

─Quieta aquí ─Me dice.

Y se separa un par de pasos de mí. Y eso me da muy mala espina. Yo me doy la vuelta para mirar hacia la tienda, con la esperanza de ver a David saliendo de una vez, pero no le veo a él sino al otro policía. También se ha separado de mí, y me doy cuenta: Ha echado una rápida mirada al otro lado del paseo, antes de volver a mirarme.

¿Quieta aquí?

Y se me va la vista hacia el paseo. Y está pasando un autobús turístico. Y cuando ya ha pasado, la veo. Y me quedo otra vez congelada, sin poder moverme. Otra vez viendo algo que no puede ser real, como otra puta película: Una furgoneta parada al otro lado. Blanca, con los cristales oscuros. Y la veo perfectamente: Una ventanilla de esas que tiene medio cristal corredizo. Está un poco abierta. Y por el resquicio asoma... ¡Oh, Dios! ¡Pero si estos son policías!

Siempre. Siempre demasiado rápido. Siempre arrastrada. Alguien me agarra el brazo por detrás, y tira de mí. Y yo grito.

No he oído el disparo, pero sí el impacto. Ha resonado. Y lo he visto. Contra la persiana, justo donde yo estaba hace medio segundo. Quien me ha agarrado me arrastra, girándome, y estoy a punto de caer, pero también me agarra del otro brazo, aún detrás de mí, manteniéndome en pie. Mientras giro veo al otro policía agachado, nada más, pero no me hace falta ver quién me ha apartado, salvándome otra vez: David.

─Corre ─Le oigo decir. Suena serio, pero sin gritar.

Y el corazón me da un vuelco cuando veo que el policía aún se agacha más. Y más que corriendo, me veo empujada por David. Otra vez hacia la tienda, y ni sé si han vuelto a disparar. Y justo antes de llegar, vuelvo a oírle.

─Adentro.

Y entramos. Y sin dejar de correr: David sigue empujándome hacia el fondo. Oigo gritar a la chica de la caja, pero ya estamos frente a los probadores. Y él me guía hacia una puerta abierta a la izquierda de éstos. Y tras ella un corto pasillo, con otra puerta cerrada al final. Ahí me detiene y me adelanta para abrirla. Ahora por fin lo tengo delante, pero aún no me ha soltado el brazo. Abre la puerta, mira fuera y salimos.

Es la calle de atrás. No muy ancha y peatonal. David mira a los edificios de enfrente, pero hacia arriba, como mirando las primeras plantas.

─Allí ─Vuelve a decir.

Cuando haces según qué cosas te acaban pasando otrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora