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Y ya en el bar musical, junto al hotel.

No hay demasiada gente, y la música está un poco baja pero es bastante buena. Sólo hay un pequeño espacio en el centro, a modo de pista, y a mí me apetece un montón ponerme a bailar. Se lo digo a David.

─Antes me gustaría tomar una copa ─Me dice ─. Luego, si quieres vengo...

¡Vaya! ¿Me está diciendo que bailará conmigo? Mira tú: chico para todo... Y sí, lo lógico sería que yo me fuera a la pista y que él viniera cuando quisiera, pero no sé por qué me siento obligada a acompañarle.

Nos sentamos en la barra. Yo me he tomado unos pocos txacolines en la taberna de antes y no quiero más alcohol, así que me pido un agua. Y él se pide... ¡un Martini!

─¡Cómo no! ¡Como el James Bond! ─Exclamo riendo.

─Es que me gusta... ─Me dice ¿Y se pone colorado? ¿Por qué? ¿O es que sólo me lo ha parecido?

Y así estamos cuando aparece la otra.

─Oye ¿Qué es eso que tomas? ─Le pregunta a David.

La miro. Es una chica de veintitantos, bastante guapa, con un vestido corto y escotado. Bastante corto y bastante escotado. Y tiene un cuerpo espectacular; los pechos un poco grandes para mi gusto, pero desde luego curvas no le faltan. Y con todo el morro se ha apoyado en la barra, al otro lado de David, y le está mirando con una sonrisita y con una pose sexy.

─Martini ─Dice él.

─¿Y está bueno?

─A mí me gusta.

─¿Me lo dejas probar?

Y David no le da la copa, sólo la señala con la cabeza. Pero ella la agarra con las dos manos y le da un sorbito. Sacando mucho los morros, antes y después.

─Mmm no está mal... ─Dice.

Con todo el morro, nunca mejor dicho. Y con todo el descaro. Ésta no quiere una copa gratis, lo que quiere es ligárselo a él.

Y a mí no es que me importe. Y además he de reconocer que ésta es de las mías: No se queda esperando a ver quién le viene, sino que escoge a uno que le guste y va a por él. Y vale, es de muy mala educación ligarse así un tío que está hablando con otra, pero la verdad es que yo lo había hecho más de una vez. Y encima lo hacía directamente para irme a la cama con ellos, así que...

Pero no pongo una excusa y me voy a la pista, que es lo que debería hacer. Me inclino sobre la barra y doy otro sorbo a mi agua. Sin sacar morritos, pero poniendo bien la oreja. Qué le voy a hacer: me muero de curiosidad por ver cómo se lo monta él.

Y la verdad, no me lo esperaba: Es que fatal. Primero es muy seco y pienso que se la va a quitar de encima, pero no. Y la tía es cada vez más descarada: Que si lo guapo que eres, que si en qué hotel estás... Y él nada de nada, sin apenas responder. Pero no como si no quisiera nada ni con su misterioso silencio de siempre, sino atontado, como un crío avergonzado que no sabe lo que decir.

¡Coño, tío! ¿No ves que se te está comiendo con los ojos? ¿No ves lo buena que está? ¡Si no tienes que hacer nada! ¡Sólo hay que asentir, decir alguna palabra sugerente y dejar que lo haga todo ella! ¡Y al final sólo con un comentario, insinuar lo guapa que está o lo bonitos que son sus ojos, aunque no lo son, y tienes polvo asegurado!

Pues nada. Nada de nada. Él sigue con su torpeza, y ella cada vez insistiendo menos. Hasta que se cansa, se despide y se va ¡Si incluso ha puesto los ojos en blanco!

¡Hay que ver! Con lo atractivo que es, y que sólo sirva para pegar hostias... Es que es para meterle una bronca. Pero no sé por qué sigo apoyada en la barra, mirando mi agua, y no puedo evitarlo ¡Me pongo a sonreír!

Cuando haces según qué cosas te acaban pasando otrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora