─No, no. Ésta ni hablar ─Me dice.
─¿Cómo que no? Si es guapísima.
─Si vas con eso, querrán matarte sólo por llevarlo.
Me río. Ni sé porqué me la he probado, es lo más friki del planeta: Una especie de blusa cerrada, repleta de tiras colgantes, de un horroroso color morado. Me llega a decir que le gusta y le obligo a comérsela. Pero al verla no he podido evitarlo: tenía ganas de ver la cara que pondría.
Es muy extraño: En plena huída, sabiendo que me buscan para matarme, y estar de compras con un asesino, que ni siquiera estoy segura de que le importe lo que me acabe pasando. Pero es que yo iba con lo puesto, y eso incluía esa camiseta suya, que por muy guapa que fuera parecía que llevara un saco encima. Así que le he insistido en que tenía comprar ropa y algo para asearme, y él lo ha aceptado como si nada.
Ya tengo un equipo de aseo de emergencia e incluso un poco de maquillaje, por si acaso. Estamos en una tienda enorme, en otro paseo marítimo que no es el mismo de ayer. No es que mole mucho la tienda, pero tienen de todo y alguna cosa guapa sí que hay. Mientras iba escogiendo prendas, él la ha recorrido toda de arriba abajo, pero ahora lo tengo de pie delante de los probadores.
Y es que es extraño. Con lo que hace este tío, y cuando he salido con la primera para mirarme en el espejo de fuera, él ya estaba aquí y se ha puesto a opinar. Pero no he podido echarle: me miraba y me ponía unas muecas tan divertidas... Tengo que reconocerlo: Me ha hecho reír unas cuantas veces, y en esta situación es muy de agradecer.
─Bueno ─Le digo más por curiosidad que por otra cosa ─, sólo me queda escoger una ¿Cuál te gusta más?
─La otra. Esa gris que te he dicho que era tan guapa.
─Claro, la más provocativa... qué listo: Con ésa, si me despisto se me verá un pecho ─Protesto. Es una que me he probado antes, de esas de tirantes, tan abiertas y con un escote kilométrico, para llevar algo debajo. Pero la verdad: sólo con ella no quedaba tan mal.
─¿Y dónde está el problema? ─Me dice con una sonrisa muy pilla ─Si estás de muerte con ella. Si sólo vas a escoger tres, al menos una que alegre la vista.
¿Si sólo tres? ¿No ha insistido él en que comprara una mochila, y encima tan minúscula, y encima negra? ¿Y por qué ahora habla así? Es que me cuesta creerlo...
─¿De muerte? ─Le digo, mirándole con los ojos entrecerrados ─¿Eso qué es? ¿Un piropo?
─Oye, que no es culpa mía. Yo sólo digo lo que veo...
¿Está tonteando conmigo? ¡Ostras! ¡Es que ni se me había ocurrido! ¿Podría... intentar algo? ¿Él? Bueno, hay que reconocer que físicamente no está nada mal, y por mí no pasaría nada por pegar un polvo. Soy una ninfómana ¿no? Me he tirado tíos de todo tipo, guapos y feos, y sé perfectamente que algunos se ponen tontos y no dan más que problemas, pero he aprendido muy bien a evitar esos problemas...
Pero no, enseguida lo descarto. En ningún momento, ni siquiera ahora, me ha mirado con la típica cara de quemado a la que estoy acostumbrada. Y mejor así: Estando como estoy, sólo me faltaría que hiciéramos algo y que fuera él el que se me pusiera tonto. Sí, mejor que vaya con cuidado. No me conviene tener ahora aún más problemas.
Me meto en el probador y vuelvo a ponerme su enorme camiseta. Necesito una buena ducha antes de llevar nada nuevo. Y al final decido que la tercera va a ser la provocativa. Nunca se sabe de qué me puede servir.
Y cuando estamos en la caja y voy metiendo en la mochila las tres mudas completas, unas deportivas con las que podría correr una maratón, y el equipo de aseo, él va y me dice:
─Deja. Ya lo pago yo...
─Ah, no. Ni hablar. Aún tengo el dinero que me dejaste en el hospital.
─No te hagas ilusiones, que no es mío ─Me dice ─. Me dan una reserva más que generosa para gastos imprevistos...
¡Vaya! Y mientras él paga, salgo al paseo con mi nueva y flamante... minúscula mochila negra. A esta hora de la tarde hace bastante calor. Hay muy poca gente en el paseo y apenas pasan coches. Y me quedo mirando hacia el mar.
Y apenas lo oigo.
─Señorita, por favor.
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Cuando haces según qué cosas te acaban pasando otras
Mystery / Thriller. Corro. Corro por el miedo. Y por ese estúpido impulso de huir, de sobrevivir. Y por no ser capaz de aceptar que ya está. Que ya lo he perdido todo. Ahora, una vez más, quieren matarme. Y ahora no sé ni quién ni porqué, y me lo han quitado t...