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Estamos ya en el camino que va a la casa, y vemos a un hombre bajo y muy moreno que sale de ella y se nos acerca.

─Buenos días... ─Nos dice al llegar.

─Buscamos a la señora Lucía. Soy Alba, su nieta.

─Ok les está esperando. Síganme por favor.

Le seguimos hacia la casa, y es al llegar a la explanada cuando oigo a David, hablando muy bajito.

─Espérate, Alba ─Dice.

Y yo que me paro de golpe. ¡Ay, ay, ay! ¿Ha visto algo?

─No te lamentes aún. Concéntrate en terminar esto y no pienses en nada más. Cuando haya acabado lo verás todo muy distinto.

Y vuelvo a caminar, enfadada por el susto que me ha pegado. Y sin decirle nada. ¿Que no me lamente? Y lo ha dicho como si fuera una promesa, pero ya no me sirve. Y al fin llegamos ante la puerta. Es enorme, de una madera vieja y oscura.

─Señora. Ya llegaron... ─Dice el hombre poniéndose una mano en la oreja. Lleva un pequeño auricular en ella, no me había fijado.

─Ok... ─Vuelve a decir. Y se gira hacia nosotros ─¿Pueden esperar aquí, por favor?

Y dicho esto se va, dejándonos solos ante esa puerta. Yo respiro fuerte, intentando serenarme. A la abuela no se le puede esconder nada, y como me vea con esta cara... no me apetece nada sufrir el interrogatorio que me iba a caer.

─Los ojos ─Dice de pronto David. Y no puedo evitar mirarle otra vez.

─¿Qué? ─Le pregunto.

─Lo que le vi a la chica. Esos increíbles ojazos grises.

¡¡Ooooh... mierda!!

─¿Alba?


Cuando haces según qué cosas te acaban pasando otrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora