Y ya lo tengo aquí, apoyado en la barra y llamando con insistencia al camarero, para pedirme un agua y una servilleta. Y yo, disimuladamente, miro a David. Hubiéramos podido ponernos justo a su lado, pero he preferido guiar a mi nueva conquista un poco más lejos. Pero sólo a un par de metros.
Y David está mirándonos fijamente, y bastante serio. Supongo que debe tener herido su orgullo machista porque sé que no son celos; y también sé que lo que estoy haciendo es una solemne tontería. Sí: es posible que mientras me mira esté pensando que soy una guarra o algo así, pero lo siento: Por primera vez en mucho tiempo no estoy corriendo asustada, sin controlar lo que pasa. Ahora estoy haciendo lo que me da la gana. Y me lo estoy pasando teta.
─Mira... ¿Te sirve esto? ─Me dice el nórdico. Le han dado una pequeña toalla, y me la ofrece con una sonrisa encantadora.
─Gracias... ─Le susurro.
Recojo la toalla rozándole suavemente la mano y me la apoyo en el vientre, con mi mano muy abierta. Y voy deslizándomela por debajo del ombligo, muy lentamente. Y me ladeo un poco, y la deslizo por la cadera, hasta debajo de los pantalones. Y por delante del muslo, y por el lado, y por detrás, levantando un poco el talón del pie, para contornearme y mostrar más la curva del trasero. Y luego otra vez por el vientre, moviendo la otra mano hasta la camiseta y levantándola un poco más. Sólo un poquito. No lo hago mirándole a él, sino mirándome el cuerpo con la cara más inocente que puedo. Y aún así sé que es descaradísimo. Pero ya que son dos hombres los que me ven hacerlo, y tan guapos los dos, pues mira...
─¡Vaaaya! ─Exclama el nórdico.
─¿Qué? ─Le pregunto, mirándole a los ojos otra vez.
─Resulta muy erótico esto que haces.
─¡Ay! ¡Perdona! ─Exclamo, apoyándome la toalla contra el pecho con las dos manos y poniéndome colorada otra vez.
─No, no... por favor, sigue... ─Sonríe él. Hay que reconocerlo: Además de guapo, resulta encantador. Y yo no sigo, pero le dedico una cálida risita.
─Muchas gracias por ser tan amable conmigo... ─Le digo.
─Gracias a ti por atropellarme ─Contesta con otra preciosa sonrisa. Y yo le vuelvo a reír la gracia.
─Oye, mira... ─Empieza. Y le pongo una sonrisa aún más inocente. Si: Éste ya está.
─Es que... La chica con la que estaba... acabo de conocerla, y no... Perdona ¿eh? pero... ¿te gustaría que tú y yo fuéramos a otro sitio?
─¡Ostras!...¡Ostras! ─Exclamo.
─Lo siento ─Dice enseguida ─. No pretendía...
─Es que tú eres tan guapo... Y yo... ─Digo con cara de alucinada. A ellos les gusta que les adulen más que a nosotras.
─Tú eres preciosa ─Me dice. Y yo aún me pongo más colorada. No, si al final me voy a ahogar...
─¡Ostras! ¡Ostras! Yo... lo siento, pero no me puedo aguantar.
─¿Aguantarte?
Y me acerco. Y pongo una mano sobre la barra, dejando ahí la toalla, y la otra sobre su hombro. El tío es altísimo, y yo muevo un pie hasta encontrar el travesaño del taburete que tengo detrás. Y lo apoyo, y me alzo hasta él.
Sé que tiene que darme él el beso, pero es un tío, y tampoco voy a estar media noche haciendo payasadas hasta que se decida. Acerco mi cara a la suya, pero no saco morritos ni cierro los ojos, que eso les intimida mucho. Simplemente le miro fijo, un segundo, y luego intento poner cara de arrepentida y me retiro un poco hacia atrás.
─Perdona... yo... ─Le digo. Pero lo digo en un gemido. Si lo haces bien, el gemido siempre funciona.
Y ahora sí: Me pone las dos manos en las mejillas, y empieza a morrearme. ¡Vaaaya! La verdad es que no lo hace nada mal... pero.... Espera. Y me doy cuenta mientras él me está metiendo la lengua. Y cuando por fin se separa, aún me cuesta reaccionar.
─¡Uau! ─Suspiro. Pero no: Ha sonado muy falso. Espero que él no se haya dado cuenta.
─No he podido evitarlo. Eres preciosa ─Me dice.
Y le miro un rato, y aún me cuesta creerlo: Es que realmente está como un queso. Y es super apuesto, y me ha metido la lengua hasta la garganta. Y sabía la mar de bien... ¡Pero no tengo ningunas ganas de tirármelo! ¿Qué pasa aquí?
─Yo... lo siento. Lo siento mucho, yo... ─Me lamento.
─¿Por qué estás siempre disculpándote?
─Es que... había quedado aquí con mi novio. Debe estar a punto de llegar...
─¿Tu novio? ¡Vaya! ─Dice con cara de incredulidad.
─Vah, no te preocupes. Hacía tiempo que quería dejarle.
─Oye, que yo no...
─No, no, tranquilo. Es que es demasiado celoso ¿sabes? Le encaaanta montar escenitas ─Le digo, poniendo los ojos en blanco ─. Ya me lo decía mamá, que no era un buen partido... Y ahora, por fin, podré dejarle. Mamá se va a alegrar mucho cuando le diga que salgo contigo... ¿Tú a qué te dedicas?
Pobre. Ahora pone una cara de agobiado...
─Oye, mira... Es que no... Perdóname ¿eh? Pero yo no pretendía... eee... Es que no soy de aquí, sólo estoy de vacaciones. No creo que nosotros... podamos...
─¿Ah, no? ─Le digo, poniendo carita de pena.
─Creo que... eee... deberías solucionar lo que sea con tu novio.
Me siento en el taburete. Apoyo los codos sobre la barra, y la cara en las palmas de las manos.
─Quizá tengas razón ─Suspiro ─¿Pero qué le digo a él cuando nos vea? Ostras... ¿Y a mamá?
─Ya, eee... Oye, quizá sea mejor que yo...
─Ya, ya. Sí... es mejor que no estés aquí... ─Termino levantando la palma de una mano, a modo de despedida.
Y se va. Directo hacia la puerta. No ha tardado ni diez segundos en desaparecer... ¿Me he pasado? Y de pronto se me ocurre mirar hacia David ¡Se está riendo! Vaya... es curioso que ver su risa me haga sentir tan bien.
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Cuando haces según qué cosas te acaban pasando otras
Mystère / Thriller. Corro. Corro por el miedo. Y por ese estúpido impulso de huir, de sobrevivir. Y por no ser capaz de aceptar que ya está. Que ya lo he perdido todo. Ahora, una vez más, quieren matarme. Y ahora no sé ni quién ni porqué, y me lo han quitado t...