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Estoy en el pasillo del hospital, ante la puerta de la habitación. Y me he quedado quieta, mirando fijamente la puerta de enfrente. Aún me siento un poco mareada y además estoy descalza. Y sólo con esta bata, atada por detrás.

¿Para qué he salido? ¿Para que no me maten en la habitación? ¿Y qué más da, si deben estar por aquí? No entiendo este impulso de huir, de sobrevivir... ¿Por qué? ¿Y si reamente me he quedado sola? ¿Qué voy a hacer?

¿A la derecha o a la izquierda? Me giro lentamente y me cuesta mucho moverme. Es como estar viviendo una vida paralela, una pesadilla. Pero no, no voy a despertar: Es como hace dos años. Y como en aquel almacén, oyendo los disparos: Ésta es la real y no hay otra. Siempre ha sido así.

Ni sé hacia dónde he ido. Y aún doy un par de pasos antes de verlos y pararme en seco. Los de la habitación, los que me quieren muerta. Están ahí delante, de pie, apoyados en la pared con un café en la mano. El que está de cara a mí sonríe al verme y levanta la cabeza, señalándome con ella. El otro se gira y también me ve. Y yo veo que detrás de ellos, más lejos, está el mostrador de las enfermeras. Y que hay un policía apoyado en él, charlando con ellas. Pero está demasiado lejos, y esos dos justo en medio.

Ni se me ocurre gritar, sólo seguir el instinto: Me doy media vuelta y empiezo a correr hacia el lado opuesto. Me siento tan débil... consigo correr pero noto que me fallan las piernas, y estoy un par de veces a punto de caerme. Y la última miro atrás y lo veo. No son los dos, sólo uno. Está corriendo hacia mí. Me va a atrapar enseguida.

Miro delante: Un poco más lejos dos ascensores a un lado. El primero está cerrado, pero frente al otro hay un médico con una bata verde. Tiene una bolsa negra en una mano y está de espaldas a mí, pero con la otra parece aguantar la puerta del ascensor abierta. Y voy hacia allí. Sólo faltan tres o cuatro metros, quizá podré llegar antes de que...

Pero acelero tanto que justo al llegar me fallan otra vez las piernas. Ay, ahora sí que me caigo...

Y otra vez. Todo tan rápido... El médico se gira de golpe hacia mí y me agarra por debajo de los brazos. Y me levanta, y se da la vuelta. Conmigo colgando de los suyos. Oootra vez como una muñeca impotente: Me noto en el aire, girando alrededor de ese médico mientras él también gira, sosteniéndome en alto. Es mareante y sólo atino a mirar sus pies, moviéndose con elegancia con el giro, como si estuviéramos bailando...

Hasta que me lanza.

Literalmente, dentro del ascensor. Toco el suelo con los pies pero demasiado inclinada, y caigo pesadamente al suelo golpeándolo con un hombro. ¡Aaay qué daño!

Pero miro hacia él y lo veo. Desde fuera ha pulsado un botón del ascensor y enseguida se ha apartado, levantando las dos manos. Y está de lado pero no mira hacia aquí, tampoco consigo verle la cara. Y enseguida llega el que me perseguía. Casi se tira encima del médico, pero éste le pone las manos encima, y dándose otra vez la vuelta literalmente lo tira al suelo.

Veo perfectamente a ese médico volviendo a girarse, dándome otra vez la espalda. Y cómo el que me perseguía también se ve girado de golpe; y cómo pierde el equilibrio, y cómo desaparece hacia el otro lado ya muy inclinado. Éste va a caer de espaldas. Ay madre, ese médico ha aprovechado el impulso que llevaba el otro con una facilidad pasmosa... ¿Sabe artes marciales?

Pero ya no puedo verlo más. La puerta se cierra, y el ascensor empieza a bajar.

Cuando haces según qué cosas te acaban pasando otrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora