Consecuencias

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 [Chopin - Marsz Pogrzebowy] 

Caminé por toda la acera, en medio de la penumbra, de la oscuridad, no solo de la existente a mí alrededor, sino dentro también de mí misma.

Las calles estaban casi vacías, excepto por una o dos almas que hacían lo mismo que yo, alejarse de los problemas. Tratando de omitir lo que sucedía en el Estadio Artigas; y lo que había tenido lugar allí.

¿Qué tan lejos debo caminar para olvidar lo que acaba de pasar?, ¿a dónde me dirigía en este momento? No hay un lugar seguro de mis pensamientos.

Llegué al único lugar que llamé hogar por un par de meses. La casa beige me daba la bienvenida con una ligera neblina. Mis ojos no lagrimeaban más. No sabía que sentir. Era una combinación fatal de depresión, culpabilidad e incredulidad.

Joao me siguió detrás. Dejándome sola de vez en cuando para contestar llamadas o hacerlas. Él quería saber todo lo que pasaba en el hospital y de vez en cuando decía los hechos que sabía en voz alta. Con unas cuantas maldiciones, para que yo pudiera estar al tanto.

Yo no quería saber nada, ni de Ve, ni de mi misma. El mundo, la realidad, se estaba volviendo una carga que yo no podía sostener.

Entré en la casa beige, con miedo de que todo lo que hubiera ahí me pudiera recriminar lo que le había ocurrido a su dueño original. Sin embargo no fue así. La casa estaba bien, vacía casi. Había maletas en el corredor que llevaba a nuestr... a mi habitación. Etiquetadas con el nombre de Vladimir De León, diablos... Por fin, llevaba meses sin leer el apellido de Ve, claramente ahora no lo iba a olvidar jamás.

—Él estaba listo para irse –dijo Joao, ingresando a la casa. Mientras en su mano seguía teniendo el celular esperando 'algo' de información sobre el estado del moreno.

—Yo no... —respondí tratando de contener mis lágrimas.

La tristeza le había ganado al resto de mis emociones. De alguna manera u otra me había salido con la mía. Vladimir se iba a quedar, ¿pero a qué costo? Obviamente no me podía inculpar de nada, ¿pero cuánto aguantaría sin decirle que yo quería esto más que nada en el mundo?

Entré a mi cuarto y encontré en la mesita del buró un sobre. Claramente era una carta. Joao fingió que alguien le hablaba y salió de la habitación. Dejó de seguirme para que yo tuviera mi momento.

Empecé a llorar, sin siquiera saber qué contenía la carta. Solo leí lo que se veía en el sobre. De remitente aparecía una 'V' en grande. De destinatario 'Mi pequeña Liz'. Eso fue suficiente para mí. Rompí en llanto.

Lo maldije una y mil veces...

Joao entró a la habitación nuevamente, después de casi 20 minutos. Yo ya estaba un poco más quieta. Abrazando la almohada que solía utilizar mi compañero de cuarto. Esta vez no tenía el celular en la oreja o en la mano. Le miré extrañada, su mirada era fría y dura. Tristeza, tal vez.

—¿Qué sucedió? –pregunté mordiéndome la lengua. No quería respuesta, ni siquiera quería preguntar. Se me salió.

—Lo acaban de internar. Le van a acomodar los huesos de la pierna –Ok, la imagen vino a mi cabeza como un balde de agua fría.

—Basta... —dije tratando de renunciar a la información que yo misma había pedido.

—Le inducirán un coma –sentenció.

—¿Qué? –me repuse rápidamente de la cama y me acerqué bruscamente a Joao. Quien ya tenía algunas lágrimas rodando por sus mejillas.

—Tiene –se detuvo un momento para respirar y agarrar valor-, tiene muchas terminales nerviosas dañadas... El dolor era demasiado, la anestesia no le funciona. Tiene muchas venas rotas... si no lo hacían moriría en pocas horas.

Zenit II: Promesas/decepciones.Where stories live. Discover now