Posludio

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POV: Zeta.

Cada una de las personas que se encontraban en la Isla cuando ocurrió todo salió lentamente a la orilla de Uruguay. Todos fuimos revisados por la policía de ambos países. El conflicto por saber quién había iniciado todo se hizo más grande, pero salimos bien librados. Apenas.

Todos acabamos en el hospital de Bella Unión. La sala de emergencias se encontraba repleta. A mi lado, semi inconsciente se encontraba Ever, quien estaba muy sofocado y deshidratado por lo ocurrido. Un par de chicos del equipo también se encontraban en la misma habitación que yo. Todos diagnosticados con cosas similares a mí. Un par de golpes leves y mucha deshidratación.

Vladimir caminaba cada cierto tiempo en frente de mi habitación esperando respuesta de la condición de cada uno de sus amigos. Dante se había marchado después de lo ocurrido por consejo del embajador argentino en Uruguay. De Miguel no sabía nada, había desaparecido cuando todo parecía estar mejor.

Después de un par de horas me quedé completamente dormida, hasta que un pequeño balbuceo proveniente del pasillo me despertó. Mis ojos se clavaron en dos figuras. Max y Karla estaban justo enfrente de la puerta de mi cuarto, discutiendo o al menos hablando lo suficientemente fuerte para despertarme.

—Lárgate de aquí –gritó Max y Karla se fue por uno de los pasillos.

Max ingresó a la habitación y me miró desde arriba, sabiendo que ya no estaba dormida. –No le digas a Ve que ella vino, no vale la pena...

— ¿Dónde está, Vladimir?

Max me tomó de la mano y me ayudó a caminar hasta el lugar en donde un Vladimir resignado se encontraba sentado en un mueble alargado, en frente de la habitación de terapia intensiva.

En cuanto me miró corrió a mí y me abrazó. Max nos dejó solos y se alejó lanzándome una mirada, seguramente para reafirmar lo de Karla.

— ¿Cómo estás?

—Ever está bien, solo quemado de los brazos y cejas; Elizabeth tiene un shock por el fuego... y Alejandra...—se pausó un momento y tragó pesado— murió hace 20 minutos.

—Vladimir... —no supe cómo reaccionar ante eso, no lo podía creer— ¿lo dices en serio? —Él asintió de inmediato—. Lo siento tanto.

—Lo es. Es la verdad –sus ojos se llenaron de lágrimas. Sus piernas temblaban, todo él temblaba.

Había perdido a una gran amiga. — ¿Y su hijo? —pregunté haciendo que el estremecimiento de mi chico se detuviera.

Vladimir me miró y se quedó callado. Todo había acabado. Una raya más al tigre, una muerte más en su conciencia. O quizás dos. No quise volver a preguntar. No podía entender lo que era... pero sí sabía que estaba destrozado.

Un grito se escuchó de un cuarto adyacente. Ever apareció cojeando a nuestro lado. –Es Elizabeth... —dijo Vladimir, limpiándose las lágrimas de sus ojos.

Ever hizo una mueca, tenía una pequeña muleta bajo su hombro, y un par de gasas en su ceja, cuello y un vendaje en la cabeza. –No es a mí al que necesita ver ahora...

Ambos lo miramos esperando una razón. No la dio. Vladimir entendió y se levantó. Yo miré a Ever. No quería ser yo quien le diera la terrible noticia, pero supuse que tenía que saberlo en algún momento o que ya lo intuía.

Vladimir entró a la habitación. El rubio se acercó a mí, suspiró amargamente y me miró. — ¿Qué tan mal está Ale?

—Lo más mal que puede estar alguien...

El rubio comenzó a llorar, se dejó caer sobre el sofá. Golpeando con su mano buena el mueble. Y tomándose la cara para ocultar su dolor. Era imposible.

—NOOO –se escuchó dentro de la habitación. Vladimir salió lentamente del lugar. Su camiseta blanca se humedeció de nuevo de la sangre de su pecho. La quemadura seguía estando en carne viva pero él no quiso atendérsela.

Ever y yo lo miramos. Ve miró solo al rubio y le hizo una señal. –Te necesita ahora más que nunca...

Ever se encaminó sin la muleta hasta donde Ve estaba, lo encaró. — ¿Fueron los Grande y Karla...?

—Es muy probable...—susurró Vladimir. Ever miró por unos segundos a Vladimir y finalmente le estrechó su mano. Dejó al moreno y entró a la habitación, se escuchó como consolaba a Elizabeth.

Vladimir vino a mí extendiendo su mano para ayudarme a levantar.

Me tomó de la mano y juntos caminamos hacia el final del pasillo donde la puerta de salida alumbraba todo el corredor.

Zenit II: Promesas/decepciones.Where stories live. Discover now