Cambios.

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POV: Elizabeth.

Regresamos el martes por la mañana, día antiguo de entrenamiento. No importa la razón, ni la decisión que Ever y yo habíamos tomado hace un par de horas atrás; todo el dolor contenido en el recuerdo de mi mejor amigo me estaba haciendo mal. Necesitaba algo que me aliviará esas penas...

Mis cosas no estaban en la casa de los chicos. Lo que me pareció un poco extraño. Revisé mi celular y pude leer un mensaje de Karla acerca de ello. Después tendría que hablar con ella seriamente.

Alejandra estaba completamente dormida en el sillón de la sala. Esperándonos seguramente. No sé si esa era una buena o mala señal.

Ever la miró y movió la cabeza, yo le tomé la mano antes de que pudiera hacer algo más y lo dirigí a la habitación que le pertenecía a él.

—¿Qué haces? –me preguntó con media sonrisa en el rostro.

—No vas a despertarla, tonto –le di un golpe en el hombro haciendo que él echara una carcajada silenciosa.

Me miró por encima de su hombro y me dirigió una mirada entrecerrada. —Uhm ¿sabías que lo haría?

—Sí, eres muy obvio –dije sonriendo. Él se acercó al ver mi sonrisa y me besó de nuevo.

Esta vez no lo separé... la verdad es que sus labios, su tacto, su sola presencia hacia que mi pecho ya no se comprimiera más de tristeza. Su aliento en mí y el sabor de su saliva me hacían sentir bien. Eran como morfina y anestesia para mi sistema.

No sabía si esto era lo correcto... pero aminoraba el recuerdo, el dolor. Me aliviaba.


[En la preparatoria poniente]

El martes habían iniciado las clases en la Preparatoria poniente. Los alumnos cabizbajos y medio sonámbulos regresaron a las instalaciones educativas que tanto 'amaban'.

Un chico delgado, de estatura media y de tez oscura, bajó del autobús e ingresó a la escuela. Llevaba la mirada caída y distraída, como quien está en el lugar sin querer estarlo. Subió cada uno de los escalones con una lentitud notable y cuando finalmente llegó a la explanada miró a su alrededor como una multitud de chicos caminaban hacia sus salones, se saludaban y reían. Todo eso le revolvió el estómago.

Al pasar cerca de uno de esos grupitos de chicos ellos le vitoreaban, pronunciaban su nombre, incluso le aplaudían. Lo primero que se le vino a la mente fue una burla o algo así. Pero luego recordó y se figuró la verdadera razón de su éxtasis. La festividad del título en el torneo de invierno le precedía aún. Habían pasado apenas un par de semanas de aquel acontecimiento.

Por detrás de él llegó un tipo alto, de casi 1.85 de estatura, fornido y con una pequeña barba. El cual le colocó el brazo en la espalda y al ver la cara del moreno dijo:—¡Qué ánimos los tuyos, chico!

—Es normal, es primer día de clases –respondió el moreno sin ánimo alguno.

—Sí, pero digo, vamos, ganamos el torneo que jamás se había ganado en esta ciudad. Ni en la escuela. La ciudad está vuelta loca –gritó esto último para que algunos chicos que estaban cerca alzaran sus puños y gritarán también.

Después del espectáculo, Joao se libró del brazo de Max y siguió con su pesada loza de indiferencia. —La ciudad debería estar de luto.

Max se frenó por un momento y alcanzó al chico, tratando de regular el tono de su voz. —Mira, lo que le pasó a Ve nos pudo pasar a cualquiera. Él se repondrá --le dio un pequeño golpe en la espalda--. ¿Cuándo regresará a la escuela? –trató de cambiar el ánimo del moreno.

Zenit II: Promesas/decepciones.Where stories live. Discover now