Mate pastor.

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[The Masterplan – Oasis]

Después de un día completo de viaje por fin llegamos a Maldonado. La bahía y el viento húmedo nos daban la bienvenida. Alejandra nos había entregado una carta de parte de su madre al padre de Ve y con ello conseguimos la dirección.

Unos minutos después de dar vueltas por la ciudad finalmente encontramos a un anciano que nos indicó el camino. Era amigo del abuelo de Vladimir.

Ever había manejado como campeón, se le notaba en su espalda, y como se la sobaba constantemente, y en sus ojos que ya no podía más. Realmente apreciaba lo que estaba haciendo por mí. Sin embargo mi cabeza estaba en otro lado.

Las emociones me golpeaban como la brisa de la costa. No sabía qué sentir. Estaba tan cerca de volver a verlo...Mi corazón iba a estallar si no lo hacía pronto.

Llegamos al lugar indicado por el anciano. Una casa hermosa, de color azul pastel, con un montón de flores a su alrededor. Yo descendí del auto, pero no pude avanzar más. Me quedé petrificada por unos segundos.

—Ey –de pronto mi rubio compañero descendió del auto, se colocó a un costado y tomó mi mano—, ya recorrimos medio país, no te acobardes ahora... —decía mientras se estiraba un poco.

Asentí con una mueca. –Es solo que...—tragué pesado y vislumbre la puerta de la casa justo en frente de nosotros— ni siquiera sé qué decirle.

Él sonrió, o al menos su resoplido me hizo notar eso. Apretó fuerte mi mano forzándome a mirarlo. —Míralo, y todo fluirá –dijo con una leve sonrisa en el rostro.

Volví a asentir. Juntos avanzamos, paso a paso mi corazón empezaba a acelerar. Al fondo se veían las pequeñas casitas de colores igual de hogareños que la primera en la hilera.

Después de un par de escalones nos encontramos justo enfrente de la puerta de madera. Aspiré fuertemente y apreté la mano de mi compañero, que se mantenía firme y callado.

—¿Quieres que toque? –me preguntó.

—Sí... por favor –dije sin apartar la mirada del filo de la puerta.

Así lo hizo. Me sostuvo la mano y con la otra toco la puerta. Exhalé todo el aire que hasta ahora contenía. Él me miró con una pequeña mueca sonriente.

Mis ojos denotaban positivismo pero mi cabeza hacia que todo se fuera al carajo.

Y si él no estaba... y si se había marchado... y si simplemente estaba ahí adentro y no quería ni verme... ¡Dios, estoy tan nerviosa y me suda la mano!

—¿Sí? –alguien gritó desde dentro de la casa haciendo que me sobresaltara.

—Eh, ¿hola? –replicó Ever ya que yo estaba en mi propio mundo en ese momento.

—¿Qué pasa?, ¿quién es? –una voz varonil aunque algo aguardentosa respondió del otro lado de la puerta.

—Disculpe, ¿está Vladimir? –prosiguió Ever.

—Uhhh no, chico, ya se fue...

—¿Qué? –tuve un pequeño paro cardiaco. No podía ser. Una de mis tantas estúpidas ideas se había vuelto realidad. ¡Carajo!

—Espera, ya salgo.

Mis rodillas se empezaban a debilitar. Las palabras del señor me habían dejado en un vacío enorme. ¿Qué haré ahora? Pensé mirando hacia el suelo.

Ever se zafó de mi agarre, que por la tensión se había intensificado. Yo le hice una mueca, rogando su perdón.

Finalmente luego de unos segundos interminables un hombre de unos 70 años salió de la casa. Era el abuelo de Ve. Se le notaba en los ojos, aunque no eran tan claros como los de su nieto, se podía ver el toque de característico del café amarillento.

Zenit II: Promesas/decepciones.Where stories live. Discover now