Punto ciego

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Después de tres horas más de viaje en carretera continua finalmente arribamos a Bahía Blanca mi compañero estaba harto de conducir así que decidimos pedir un taxi, y dejamos el auto en el aparcamiento municipal donde se quedaría guardado.

—Ah...–Ever se estiro cuan largo es. Sus piernas le agradecían el hecho de dejar de conducir. Y su espalda seguramente también.

—¿Se siente bien, cierto? —comentaba el taxista mientras avanzaba por la ciudad. Yo sonreí.

—¿Es broma?, se siente genial —contestó mi rubio, sabiendo a qué se refería el taxista.

—¿Hace cuánto que no descansaba los pies? —preguntó este, manteniendo la conversación. Es algo bueno de Ever, es muy sincero y hasta cierto punto platicador. Rara vez le he visto cohibido por alguien. Quizás solo por su padre.

—Pues llevaba casi 18 horas en las piernas...—explica el chico, me da un pequeño vistazo, yo voy rudamente pegada a la puerta del auto. No quiero perder ni un segundo en ver a Vladimir.

—Uh, eso es duro ¿de dónde vienen?

—De Uruguay.

—¿En serio? –Dice animosamente-- Genial. Yo soy de allá también.

—¡Qué bueno! Es grato tener a alguien por acá.

—Tranquilos, los argentos no son tan malvados como dicen.

—Solo un poco jaja –Ever me miró de nuevo, hasta ahí llegó mi buen humor, estaba tan nerviosa que ni siquiera una sonrisa podía fingir.

[...]

Elizabeth tenía un millón de palabras en su boca. No sabía cómo sería volver a ver a Vladimir, no quería quedarse sin nada bueno qué decirle. ¿Cómo iba a reaccionar al verme? Se cuestionaba internamente mientras se mordía la yema del dedo pulgar.

Zeta les había proporcionado la dirección ese mismo día por la mañana. Solo era cuestión de tiempo para verse cara a cara con el chico que tantas veces había salvado su vida y con el que tan mal habían terminado.

—Oye... tranquila —Ever le lanzó su brazo sobre el hombro y ella se lo quitó enseguida.

—No me pidas eso...—al darse cuenta de su acto grosero, ella puso sus manos en forma de súplica— y te pido disculpas desde ahora... porque no sé cómo actuaré cuando lo vea.

Una mueca se hace presente en el rostro del rubio. —Ya sabía que pasaría algo así, no te preocupes... conque al final vuelvas conmigo... todo estará bien.

—Me encanta que estés aquí, güero —Elizabeth se lanzó sobre el chico y le dio un abrazo efímero, apenas duró medio segundo y se volvió a pegar a la puerta.

—Pero... si lo besas le voy a dar un golpe en los labios hasta que se le rompan —dijo Ever, haciendo sonreír a la chica, de nervios más que otra cosa.

—Jaja, si lo defendiste hace un par de semanas...--contestó burlonamente la castaña.

—Por eso, me debe la vida –le guiñó un ojo.

Elizabeth plasmó sus ojos sobre la ventanilla del taxi viendo los edificios volverse cada vez más grandes. Era hora de buscar a su mejor amigo entre la ciudad de la furia.

[La ciudad de la furia – Soda Stereo]

—Hola, León –gritaba uno de los gemelos, Josué, mientras el otro solo hacía el ademan del saludo.

—¿Qué tiene José? –le preguntó a Rebeca que estaba cerca de él alistándose los tenis lisos para el partido que Miguel les había preparado.

Zenit II: Promesas/decepciones.Where stories live. Discover now