Hay al menos dos grandes mentiras hablando de la vida de los blancos. La primera; lo pueden todo. Y eso está claro que no es así.
Cuando naces en el seno de la familia más acaudalada. Con tu padre siempre metido en negocios, con una bandeja de plata y un chupón de oro. Simplemente dejas de pensar por ti mismo.
Los mayordomos, las nanas, los tíos, todos ellos te van pareciendo simples sabandijas que viven de ti. Que se alimentan de ti. Ni todo el dinero del mundo puede definir lo que eres. Ni la ausencia de él puede hacerlo.
¿Pero qué pasa cuando lo tienes todo y lo vas perdiendo?
La segunda gran mentira de los blancos es; el poder y el dinero nunca se acaban.
Es una mentira a voces. Un grito que cada chico como yo, como ella, tiene en la mente. Tus padres te la dicen; esto nunca se va a acabar. Ellos, tus padres, luchan cada día, cada metro, cada moneda para que tu estilo de vida no cambie.
Pero a veces, hay que hacer sacrificios.
Simón Betancur sentado a mi lado, ambos portamos un impecable traje negro, con corbata negra igual. Una camisa blanca y por su puesto zapatos bien lustrados. En su mano derecha usa un reloj tan caro como todo mi traje. De oro, se lo regalaron cuando cumplió mi edad. Es un gran tesoro familiar.
Pero como cualquier tesoro, empieza a pesar.
Su pierna izquierda está fallando, por eso hoy esperamos sentados. Mi padre siempre me dijo que el estilo hay que llevarlo, soportarlo y cargarlo. No son accesorios o lujos. Sin importar tu vestimenta o dinero, el estilo es algo con lo que se nace y no puede ser modificado.
Fácil de decir para alguien que tiene suficiente dinero para comprar cualquier cosa, pero es verdad. He visto a nuevos ricos nacer, y el porte no es algo que se entregue como cuentas de banco o favores. He visto familias enteras perder su dinero y caer en la inmundicia y aun así jactarse de su estilo de vida. Están muertos por dentro.
Una limosina negra llega por nosotros. Doy un largo suspiro. Él sabe, me conoce.
Después de abordar y unos 5 minutos de silencio atronador él me habla. —Sé que no te gusta.
—El lujo no me genera fastidio, sino la falta de simplicidad. No es necesaria.
—Lo sé, Luis, pero debes entender... que no somos como ellos.
—Creo que he dejado clara mi posición ante ese comentario. Somos iguales.
—Lo dices porque convives demasiado con gente de nivel inferior.
—Podrías hacer eso también, así notarías que no hay diferencias que notar.
Él sonríe. Está de buen humor, en algún otro día ya me habría reventado la cara por mi osadía.
—¿Recuerdas a los Piriz?
—Como no hacerlo, hace una semana hubo reunión por su hija.
—De eso mismo quiero hablarte. La estaban subastando ayer.
Dejo mi hostilidad, realmente me interesa esto.
—¿A Karla?, pensé que ella tenía pareja.
—Parece ser que la damita tuvo un lapsus, que hizo que su padre se desesperara. Casi estuvo a punto de regalársela al mejor postor en una reunión antier.
—No entiendo.
—Claro que lo entiendes —me clavó su mirada férrea en mí—. Su imperio desfallece. Tratan de guardar el estilo. Lo pierden todo. Karla es la moneda de cambio.
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Zenit II: Promesas/decepciones.
Teen FictionElizabeth es una pequeña chica campirana viviendo en una ciudad que ella detesta. Su único apoyo desde que está en esta situación es un joven futbolista de 16 años conocido como 'Ve', un amado e idolatrado chico de la ciudad. Pero todo eso cambiará...