El adiós.

68 6 4
                                    

[En el centro, por la mañana]

—¿Cómo estás? –preguntaba tímidamente Alejandra.

Molida, completamente asqueada... —susurraba prácticamente Elizabeth.

—¿Sabes si ya despertó? –cambió de tema abruptamente, sin dejar a la castaña expandirse más en su estado actual.

Elizabeth sintió la molestia en sus palabras y decidió seguir con el cambio de tema. —Creo que no...

—¿Irás a verlo?

No lo sé... —respondía por el teléfono, mientras con su mano libre se tallaba los ojos.

—Ok... creo que no te entiendo. Le estás llorando y no puedes ir a verlo...

—Tengo que colgar.

—Huye, Liz, huye...

Trató de calmar su enfado.

—¿Nos vamos? -Preguntó en la puerta de la estación su madre.

—Sí, ahora voy. Lo siento.

Le acertó un dulce beso en la frente y le dio un fuerte abrazo, sobando levemente su espalda.

POV: Elizabeth.

Han pasado ya 5 días después desde el accidente trágico que cimbró a la ciudad; Karla me ha mandado mensajes hirientes sobre mi reacción ante el incidente de Ve desde el primer día que vio que no llegué a visitarlo al hospital. Supongo que ella sí ha estado ahí, aunque de ello Joao no ha mencionado nada.

Tiene razón, y no tengo nada qué agregar ante ello. Me merezco esas palabras y también la ironía de que estos comentarios vengan de ella. De la persona que seguramente más afectó a Ve desde que está aquí en Paysandú.

No creo en ello, pero esto es un poco de karma por todo el tiempo que yo pasé resentida con ella después de herir a Ve. Y lo que hice durante su noviazgo pasajero; ahora, creo que ella tiene todo el derecho de reclamarme.

Eso aun sin saber que la utilicé para... desestabilizar emocionalmente a mi chico especial.

¡Rayos, soy la peor escoria del mundo!

—Todo ha sido una tortura para mí...—resumo en voz alta. Joao ha venido a verme otra vez, se encuentra sentado en la ventana principal de la casa—, estoy débil y me siento culpable, no puedo verlo ahora... Hasta que sane –me dirijo a él, tratando de excusarme.

Joao frunce el ceño y agacha la cabeza; está recargado en la ventana desde que llegó a verme. —Te comprendo, malamente.

Mi mente divaga un momento. —¿Ya has ido tú a verlo? –pregunto con la boca algo reseca. No he estado alimentándome bien estos días. El apetito se me ha ido.

Él se rasca la nariz. —Sí, un par de veces el martes y el miércoles... —hace una pausa dramática hasta que yo le miro y él a mí, sabiendo lo que pregunto con la mirada—. El doctor no dice más.

Ante este último comentario lanzo un leve suspiro. No quisiera escuchar una mala noticia, pero cualquier noticia ahora me parecería mala.

Mi mirada pasa de largo sobre el chico moreno y miro la puerta abierta de la casa. A lo lejos el dulce y tenue sonido de la lluvia caer me hace sufrir de un pequeño letargo.

—No ha parado de llover desde que él está allí... —apunto.

Escucho un leve resoplido proveniente de él. —Lo sé, también puedo ver el cielo, Eliza –sentencia con un tono cansado y otro tanto grosero.

Zenit II: Promesas/decepciones.Where stories live. Discover now