Capítulo Treinta y nueve

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Naya no apareció el lunes por clase tampoco el martes, me estaba costando mucho dejarle su espacio y mi paciencia tenía un límite. Estaba con ella por ser tan infantil, que es verdad que tiene un gran problema yo en su lugar estaría peor, no me devolvía ni una sola llamada ni un solo mensaje parecía que había desaparecido parecía como si su habitación se la hubiese tragado por eso el miércoles fui a su casa.

— ¡Vete de mi puta casa!—me grito desde su habitación me parece que esta le ha puesto hasta pestillo a la habitación ante todo privacidad.

—Te he traído los deberes.

— ¡Que te vayas! ¡Que me la suda el instituto todo me importa una grandísima mierda!

Está muy destrozada. Como pude me senté en el suelo, yo no me iba sin hablar con mi amiga. No sé cuánto tiempo paso pero allí estaba yo pacientemente.

Hubo otro silencio, mi paciencia... al final me voy a quedar dormida aquí ya veras, ¿está haciendo una huelga de silencio? ¿Cree acaso que va a conseguir algo haciendo semejante estupidez? ¡No!

—Tengo miedo—dijo y se echó a llorar, ¿cuándo ha abierto la puerta? Yo como me fue posible me levante y la abrace, ella no estaba sola en esto me tenía a mí y a todos los que quisiera porque todos la apoyaríamos porque al fin y al cabo es nuestra amada Naya.

—Yo siempre estaré aquí para ti, no lo olvides.

—Siento mucho haber sido tan asquerosa y haber pagado contigo mi enfado y mis errores.

—No pasa nada—solo me torcí un tobillo y he estado mal por ti estos días pero para eso son las amigas... algún día se lo diré, porque al final no era yo la egoísta, estoy un poco enfadada con ella pero eso en comparación al alivio que sentía no era nada.

— ¡¿Pero qué te ha pasado en el pie?!

—Nada importante, son solo cosas que pasan, creo que tú mereces más atención.

—No sé por dónde empezar.

— ¿Podría ser por sentarnos es que me duele estar de pie?—su habitación estaba hecha un desastre... creo que lleva encerrada aquí desde el sábado y no ha salido ni a comer—. Pareces enferma, ¿has estado comiendo bien?

—Más o menos—nos sentamos en su cama y ella me miro—. A ver, el principio es muy estúpido solo ocurrió.

—Como todo Naya—me empecé a reír aunque en la situación en la que nos encontrábamos no era el mejor momento para hacerlo—. Aunque sea estúpido no me importara escucharlo, estoy aquí para ayudarte, ¿recuerdas?

—Hace tiempo coincidimos en una discoteca y me pareció extraño que estuviera ahí y solo y empezamos a hablar y acabamos pues haciéndolo, y así unas cuantas veces más, utilizábamos preservativo pero no sé qué pasó, cuando le dije que estaba embarazada se enfadó conmigo y me mando a paseo.

— ¡¿Quién puede ser tan hijo de puta?!

—Ahí es a donde quiero llegar, antes de mandarme a freír espárragos me prohibió decírselo a nadie.

— ¿Y tú te callas? Te dice eso y te deja y tú te quedas aquí, soy yo y busco una escopeta y le mató a tiros para que aprenda a ser responsable de sus actos.

—Es tu primo.

— ¡¿Como?!

Matt era la última persona que se me pasaba por la cabeza... ¿Naya y mi primo? ¿Y la novia de Matt qué?

Yo estaba al borde del paro cardíaco. Mi primo es tan cobarde, ¡¿tan hijoputa como para dejar a una menor preñada e irse por ahí de rositas?! Yo le mato.

—No quiero saber cómo solo quiero estamparle una muleta en la cabeza.

Se portó tan amable el otro día hasta me llevo a casa, joder, si me estaba chantajeando. Y de todas las personas que hay en este puto mundo ¡¿por qué con Naya?! ¡ES MI AMIGA!

—Por favor, no lo hagas, no te enfades con tu primo por mí.

— ¡¿Y tú que dices ahora?! ¡Qué te ha dejado el muy capullo!

— ¡Lo sé!

—Entonces no me digas esas cosas, él está obligado a hacer algo.

—Pero...

—Si tu padre se entera lo mata.

—Prométeme que no le dirás a nadie de esto—me pidió y yo me quede flipando, ¡¿Cómo podía pedirme eso?! ¡¿Estaba loca?! Respire un momento y pensé bien las cosas es su vida, sus decisiones y yo como su amiga tengo que respetarlo.

—Prometo no decirle a nadie a excepción de Matt, no me voy a enfadar por tu culpa me voy a enfadar con él por ser tan irresponsable y no me importa lo que me digas.

—Gracias, Han—me abrazo... con un abrazo mi irá no va a disminuir—. Gracias por estar aquí cuando te necesito y por no abandonarme.

—¿Qué clase de persona crees que soy?

—Una persona que me quiere demasiado a pesar de que sea tan estúpida.

—Te voy a pegar como sigas diciendo esas cosas Naya.

Voy a matar a Matthew. Acaba de perder todo el respeto que le tenía. 6o no soy nadie para entrometerme en problemas ajenos pero tengo derecho a opinar y mi opinión va acompañada de un muletazo en toda la cabeza para que piense mejor... él podría ir a la cárcel por una irresponsabilidad como esta.

—Han, ¿estás aquí?—me pregunto Nsya sacándome de mis pensamientos un tanto malvados y lo que me falta por pensar.

—No, me estaá dejando sin respiración mala gente.

Matt, tú y yo tendremos una conversación muy interesante.

Ni cambios ni devolucionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora