Capítulo 17

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Una semana. Una semana habían pasado desde que me convertí. Desde que no salgo de mi habitación, no me alimento, no veo a nadie, desde que no veo la luz.

No he tocado mi teléfono, no he recibido visitas, a penas y me he levantado en verdad. En mi nuevo estado no tenía necesidades, excepto obvio, por aquella sed insasiable que se apoderaba de mí. Sentía mi garganta arder pero me negaba a probar aquella cosa. La sangre era mi enemiga.

No sé que pasaba allá afuera, solo estaba...literalmente muerta. Todo en mí estaba muerto, inerte, sin vida.

Me encontraba frente al espejo, llevaba largo rato aquí, observando cada mínimo detalle de mi reflejo.

Tomé una gran bocanada de aire y me coloqué los lentes de contacto, pestañee un par de veces y sonreí un poco al ver mis ojos azules nuevamente. Los extrañaba. Cubrí la cicatriz en mi cuello con algo de maquillaje, lavé mis dientes y caminé hasta mi armario para buscar algo de ropa y tomé una gorra por si las moscas.

 Cubrí la cicatriz en mi cuello con algo de maquillaje, lavé mis dientes y caminé hasta mi armario para buscar algo de ropa y tomé una gorra por si las moscas

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Dejé mi cabellera suelta, busqué el collar que papá me había dado, me lo coloqué, tomé mi teléfono y salí dando inseguras zancadas a través del pasillo.

Tomé las llaves de mi auto y sabía que esto era una locura, que no estaba lista, pero de todos modos lo hice. Subí, encendí el motor y puse marcha.

Estacioné frente a la gran casa ya abandonada.

Pocas veces había ido allí, era un tanto fúnebre en mi opinión. Observé el gran portón ya caído. Esto normalmente provocaría escalofríos en mí pero ahora no siento nada, solo es un portón. Lo aparté y me adentré en la propiedad.

Suspiré recordando los días en que mis hermanas y yo solíamos escaparnos y venir a jugar aquí. Era la casa de mis abuelos paternos, aquellos que nunca conocí más que en cuadros pintados hacia ya casi 10 décadas o tal vez más.

Abrí la puerta con cuidado y caminé con pasos sigilosos hasta la sala. Todo estaba destruido, deteriorado o sucio, habían hojas por todos lados, candelabros aún colgaban del techo mientras otros yacían en el suelo. Caminé un poco más y llegué al gran salón que se solía usar para bailes. Retratos gigantes colgaban de las paredes y reconocí en ellos a mis antepasados los cuales solo eran leyendas para mí.

Pasé mis manos sintiendo el pasamanos mientras iba subiendo las escaleras. Podía escuchar el rechinar del suelo en madera con cada paso que daba. Llegué a un gran pasillo con muchas puertas, hojas y libros dispersos por el suelo, tomé uno y leí la portada "Las almas muertas".

<<Gran título>>, pensé dejándolo sobre una mesa que estaba junto a mí.

Caminé hasta llegar a una puerta al fondo trabajada en madera antigua, la abrí y me encontré con muebles, más libros entre otras cosas. Reconocí al instante de que se trataba. Era el despacho de mi abuelo.

La primera vez © [Silentium I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora