Capítulo 45

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Esto debía de ser una broma, una broma muy pesada. Pero, si era una broma, estaba muy bien elaborada, todo indicaba a una simple frase:
"Soy una Labrot", una frase que rasgaba y quemaba todo a su paso, porque si era cierto eso confirmaría que toda mi vida había sido una completa farsa.

-Oye- sentí que alguien me movía haciéndome salir de mi trance. Miré al chico a mi lado sin entender.- el profesor te habla.

Miré al frente y noté que todos me miraban.

-Señorita Colleman...- habló el profesor y lo miré.- ¿se encuentra bien?- asentí.- bien, pase al frente y presente su proyecto.

¿Mi proyecto? ¿Cuál pr... ¡Carajo! Lo olvidé, hoy debíamos presentar un proyecto teórico sobre innovaciones para la arquitectura y lo había olvidado.

-Perdón, y-yo...- tragué duro.- n-no lo tengo profesor.

-¿Cómo que no lo tiene?- se cruzó de brazos y escuché como algunos se burlaban y otros me observaban con lástima. ¿Que? ¿Tengo algo en la cara?

-Lo olvidé.

Iba a decir algo pero en ese momento sonó la campana y empecé a recoger mis cosas. Estaba por salir cuando escuché que me llamaron.

-Venga..- dijo el profesor y rodé los ojos.

Solo había sido un proyecto, mi vida estaba hecha un lío ahora mismo y lo que menos necesitaba era un sermón.

Me acerqué con pequeñas zancadas hasta estar a unos cuántos metros de él.

-Usted es una de las mejores en mi clase, por no decir la mejor, y últimamente la he notado un poco... ida, si hay algo que le esté afectando y yo puedo ayudarla, por favor, digamelo.

-Asuntos... Familiares.-me limité a responder.

Él asintió no muy seguro y caminó hasta detrás de su escritorio empezando a buscar algo en su cajón.

-Por cierto...- empezó a decir.- me pidieron que le entregara ésto.

Sacó una flor, un clavel y me lo entregó.

-Estoy cerca de ti mi reina.- dijo guiñandome un ojo y saliendo del salón. Quedé atónita en mi lugar y tuve que aferrarme al escritorio para no caer.

Llegué al hospital y prácticamente corrí hasta la habitación 284. Desde la recepción escuché los gritos de Isabella.

Al llegar al umbral noté que estaba arrojada sobre la camilla, casi en el suelo, donde se suponía debía de estar su madre, Isabella estaba llorando desconsoladamente.

En el lugar habían algunos enfermeros y su padrastro intentaba calmarla mientras uno de ellos le iba a clavar una aguja.

-Yo me encargo.- prácticamente grité deteniéndolos.

Todos salieron y quedé a solas con mi amiga, cerré la puerta y me acerqué a ella a paso rápido apartándola de la camilla.

-Shh..., tranquila hermosa. Todo estará bien- la abracé y se aferró a mí.

-Se fue...- gimoteó.- y-ya no está, esos malditos la dejaron ir. ¡INUTILES!¡SON UNOS IDIOTAS! ¡LOS ODIO!- empezó a gritar. Acaricié su espalda y cabello, intentando calmarla.-que s-se pudran.- un hipo apareció.- los odio..- otro hipo.

Estuvimos un rato en aquella posición, le susurraba palabras de aliento mientras ella lloraba hasta que quedó agotada y cayó dormida.

La cargué como si fuera un bebé y la acosté en la camilla cubriéndola con una manta.

La primera vez © [Silentium I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora