Viejos conocidos

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La mañana siguiente Puro ya estaba de pie y pudo ver a su madre, quién trabajaba como abogada, mientras su padre se encargaba del piso cerca de Gran Vía. Se había sacado la lotería al encontrar una mujer como ella, él jamás quiso hacer nada más que disfrutar a sus hijos, aunque sólo haya sido uno y ella quería vivir de su profesión. Así que padre e hijo eran grandes cómplices.

- Tiene buena pinta el local - comentó Ana a su esposo en el desayuno. Él siempre le había ayudado, a ninguno le dolió más irse de Málaga que a él, así que debía apoyarlo con su proyecto.

- Lo sé - orgulloso de su trabajo -, en nada abrimos. ¿Verdad, Puro?

- Sí - tomando los últimos trago de su zumo de uno sólo -, y yo te voy a ayudar.

- Eso está hecho.

- Eso. Un trabajo puede ayudarte... - dijo su madre.

Su padre dejó la taza de café en la isla de la cocina, tomando las llaves y arreando a su esposa e hijo a la camioneta, le gustaba llevarlos a todos sitios.

Por su parte, Fer acomodó un par de cabellos negros sueltos en el baño del Insti, revisando todo: su colonia, su camisa azul desabotonada, su sonrisa blanca. Era alto, diez centímetros más alto que Puro, que a duras penas rozaba el 1,65 de estatura.

- Buenos días, guapa... Macho, estás hecho un pincel... - ahí estaba de nuevo. Caminando por los pasillos mirando a todos regresando a su rutina. Pero algo llamó su atención, algo que días antes, pero de nuevo, ese olor a azahares apareció en el aire, un olor sutil, que no le dio la importancia cuando se encontró con Rodri, quién había llegado temprano para pasarle los deberes.

Rodri tuvo que aguantar un tramo más antes de que Fer dejara de dar elogios, cuando vio a Puro recargado en un muro intentó hacer lo mismo con él, pero este le ganó, echando una risa al aire y moviéndose de ahí. Pero no porque haya escuchado al moreno, sino porque Bruno, estaba de cotilla, y Puro sólo le oía.

Se había ido de Málaga dejando toda su vida. Y le pesaba que con sus amigos habían soñado con Madrid y él estaba ahí sólo, sin ellos y principalmente sin Bruno quién le había prometido llamarle cada día, para no perder costumbre.

"En fin. Pero dime tú, ¿cómo es Callao? ¿Te has encontrado ya con alguien por la calle?"

- No, Bruno. Aún no. He estado ayudando a padre con el local... - soltando un suspiro, al mirar en su móvil que la hora de iniciar clases estaba por llegar -, quisiera que estuvieras aquí...

"Lo sé. También te echo de menos. Todo se ha vuelto aburrido desde tu partida..."

- Pero sí te van a dejar venir para Semana Santa, ¿verdad?

"Eso es un hecho. Ya tengo el billete..."

- Bueno - sonriendo -, espero con ansias ese día. Así podremos ir al Retiro... - un "¡no has ido aún!" Una risa y el profesor pasando fue lo último de la conversación.

"Os dividiréis en parejas" anunció la profesora. Hasta ese día jamás se le ocurrió hacer grupo con alguien que no fueran sus amigos, pero estaba viendo a Puro. Con su rostro recargado en su puño, perdido en la cabellera ondulada y castaña, "seguro era suave y muy...". Él era el número par para que por fin el trío del fondo se separara.

Renzo y Rodri fueron los primeros en entrar en pánico ante tal situación, era demasiada presión hablar con alguien fuera de su círculo.

- Fer. Acércate, vamos... - eso detuvo ese impulso de querer pararse y pedirle que hicieran grupo.  Eso y que Renzo hiciera grupo con Puro, porque Clara le había tocado con Nacho, por decisión de la profesora.

Te voy a enamorar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora