19. Tercera parte.

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Después de haber analizado la situación varias veces decidí que Anton debía saber lo que sucedió hace unos días, cuando Steve nos visitó, puesto que a fin de cuentas era mi superior y estaba a cargo de vigilarme, si algo fallaba no sería el único que saldría perjudicado. Estaba enterado de una vieja historia aunque no debería, Arcadia confiaba en mí y sabia que si no me decía lo que quería, lo averiguaría de alguna u otra forma, pero no había conseguido entender lo suficiente. La niña que encontramos en el santuario podría ser Jessica, como también podría llevar ese colgante por alguna coincidencia, sea como sea, tendría que adelantarme a Steve y al resto de los arcades superiores, porque no me fiaba de ellos, a pesar de sus supuestas buenas intenciones sabía que había algunos traidores, esperando a que el centenar se cumpliera, para destruir a la elegida junto con el equilibrio que habíamos instaurado durante miles de años. Desde antes que la humanidad existiera, había arcades y demonios, que convivían en la dimensión secreta, cuando ellos se mezclaron engendraron descendientes, estos perdieron sus poderes y resultaron ser demasiado frágiles, por lo cual muchos de ellos murieron o fueron tratados como mascotas de los demonios, a pesar de conservar parte de la esencia maligna de los demonios, Arcadia se compadeció de esas criaturas y quiso protegerlos, entonces hubo legiones de ángeles cazadores que los persiguieron y así fue como se creó la academia para guardianes, en la que se entrenaba a los arcades, sin que se permitiera demonios en un principio, entonces ella quiso establecer el equilibrio y por alguna razón les dio una oportunidad.

Estaba ensimismado tendido sobre el techo de la casa, eran más de las doce de la media noche y no quería dormirme, porque me ocasionaría un fuerte dolor de cabeza que preferiría ahorrarme, así eran las reglas, nada de siestas, nada de alimentos, ni diversión, excepto por ciertos placeres, de los cuales no se nos había privado abiertamente, en realidad no especificaron nada al respecto.

Bajé de un solo salto y entré a la casa dispuesto a interrogarlo, estaba harto de que nos mantuviesen al margen de las decisiones importantes y que solo se tuviese en cuenta la opinión del directorio, sabiendo que sus decisiones nos afectaban a todos. Caminé hasta el despacho de Anton y llamé a la puerta, entonces entré dando por hecho que oiría un pase desde el otro lado.

Me detuve frente a su escritorio y lo miré seriamente antes de comenzar con en el interrogatorio, este permanecía sentado revisando unos archivos en su computadora.

—Tenemos que hablar y no aceptaré un no por respuesta. Ya me cansé de sus misterios y de su información secreta—le dije a Anton seriamente.

—Sal fuera y espera a que yo te permita entrar—contesto sin siquiera mirarlo.

—El resultado será el mismo. No tiene sentido perder el tiempo en esas banalidades—me senté frente a él.

—Sabes que no obtendrás la respuesta que quieres, así que no pierdas tu tiempo—dijo mientras escribía en su notebook.

—No perderé las esperanzas— puse mis pies sobre su escritorio.

—Sí no quieres que te reporte al purgatorio, quita tus pies de mi escritorio—lo observó seriamente.

—Pues quizás me harías un favor—sonreí irónicamente.

—No me desafíes—con solo pensarlo hizo que Nicolas quitara sus pies del escritorio.

—Pensé que nunca utilizabas tus habilidades ocultas—le dije irónicamente.

—Lo hago solo en ocasiones especiales, o en caso de emergencias. Ahora sal del despacho—le ordenó su superior.

—Sabes que no obedezco órdenes—me crucé de brazos.

—Y tú sabes que puedo obligarte a salir—lo desafío.

ARCADIA: La Guerra por el EquilibrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora