43. "Cristales rotos".

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Di dos pequeños golpes sobre la puerta y espere pacientemente por un "pase" por parte de la señorita Winslet, para luego entrar al salón, sintiendo como todas las miradas se clavaban en mi solo por haber llegado un tanto retrasada a la clase. En aquel momento me sentí como una especie de extraterrestre, el cual todos miraban con asombro, por lo cual decidí ignorar sus insistentes miradas.

—La clase comenzó hace cuarenta y cinco minutos, señorita Campbell—le dijo la profesora Winslet, observando su reloj de mano.

—Tengo la autorización del vicerrector—le ofrecí mi justificación, ya que no tenía pensando darle explicaciones.

—Aún así, no me parece motivo suficiente. No tolero los retrasos en mi clase—le dijo seriamente, observando el papel.

—Si no va a dejarme estar en su clase le agradecería que me lo dijera—le dije un tanto fastidiada.

—Jamás haría tal cosa señorita Campbell—esbozo una sonrisa.—Puede tomar asiento. Continuemos con la clase—escribió sobre el pizarrón, fingiendo el desagrado que le había provocado ser interrumpida por una de sus alumnas.

—Se lo agradezco—dije con cierta ironía.

Y entonces me dirigí hacía algún puesto disponible del salón, pero en cuanto pase junto a Pascale esta quitó su llamativo bolso de la silla y me sonrió, esperando que me sentará junto a ella, como en los viejos tiempos, pero eso no sucedería. Ella lo sabía perfectamente. Por lo cual me senté en uno de los asientos disponibles que estaban en la última fila.

—¿Por qué llegas a está hora?—le pregunté pasándome al asiento disponible que estaba a su lado.

—Creí que no volverías a buscarme—le dije a Nicolas sin siquiera mirarlo.

—No te busco, estamos en la misma clase—le recordé.

—Entonces cámbiate de asiento.

—¿Qué te pasó en la muñeca?—le pregunté extrañado.

—Nada—me cubrí la muñequera de cuero con la manga de mi suéter. No podía creer que él lo hubiese notado.

—¿De pronto te has convertido en rockera?—le dije con ironía.

—Tal vez.

—No lo creo. ¿Prefieres contármelo o lo hacemos a mi manera?

—No hay nada que contar,  Nicolas—observe el pizarrón, fingiendo que le prestaba atención a la clase.

—Eso lo veremos—sostuve su mano para luego quitarle la muñequera rápidamente.

Tuve que controlarme para no caer de espaldas, después de haber visto lo que estuvo haciendo durante la noche, después que me marchara y le dijera que no siempre estaría allí, pues también tenía un límite, pero no estaba hablando en serio, porque sería incapaz de hacerlo, sin importar cuantas veces me rechazará o cuantas veces se metiera en problemas, siempre estaría allí para ella.

—Si de verdad me odias tendrás que buscar otra forma de lastimarme, porque esta te perjudica directamente—le dije en voz baja.

—Yo no te odio, aunque a veces quisiera hacerlo. Yo solo...me odio a mi misma por haber sido tan ilusa—reconocí.

—No tienes motivos para odiarte—la mire con insistencia.

—No quiero hablar de mi misma Nicolas, porque comienza a resultar tedioso.

—No consigo encontrar un tema más interesante, desde que te conozco.

—Deberías ir a sentarte junto a Laura y dejarme tranquila—le dije seriamente.

ARCADIA: La Guerra por el EquilibrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora