44. "Descenso".

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El día del juicio había llegado, pues el demonio debía recibir un castigo lo antes posible. El directorio se encontraba reunido en el lugar, al igual que los miembros del jurado y la audiencia, quienes en su gran mayoría eran arcades y demonios, los cuales tenían consigo honorables cargos para poder ser espectadores.  Estos llevaban puestas túnicas negras, las cuales ocultaban sus rostros, distinguiéndose del resto.

Al cabo de algunos segundos Daniel se hizo presente, junto a dos de los enormes arcángeles, los cuales lo sostenían uno de cada brazo, a pesar de que éste se encontraba esposado. Los murmullos no se hicieron esperar mediante este avanzaba, resistiéndose a ser condenado por Arcadia y su directorio. Una vez que lo forzaron a sentarse sobre la silla, sus muñecas volvieron a ser atadas por correas de cuero, aprisionándolo nuevamente.

Tres pequeños golpes se oyeron en la corte, lo cual anunciaba que el juicio había comenzado. El silencio prevaleció en la habitación durante largos segundos, hasta que las palabras del magistrado finalmente fueron pronunciadas.

—Buenas tardes miembros del jurado, señores de la audiencia. En esta oportunidad nos encontramos reunidos para celebrar el juicio en función a los cargos cometidos por Daniel Campbell, un demonio que abandonó la académica por decisión propia tras cumplir un año tras ser transformado, sin finalizar su proceso de entrenamiento dentro de la academia. Los cargos del acusado derivan a la quebrantación de las reglas básicas impuestas por Arcadia y su directorio. Las cuales ha quebrantado en su totalidad, agravando dicha acusación al encubrir al traidor. ¿Niegas haber quebrantado las reglas básicas?—le preguntó directamente a Daniel.

—Vete al infierno, anciano—contestó el demonio.

—¿Tuviste contacto con tu antigua familia humana?

—Todos ustedes se pudrirán en el infierno—dijo con rabia.

—¿Niegas estar encubriendo al traidor?—el magistrado ignoró su comentario para seguir con el interrogatorio.

—No lo niego—respondió finalmente, después de unos segundos.

—¿El traidor se encuentra entre nosotros?

—Por supuesto.

Los murmullos de asombro no se hicieron esperar entre la audiencia.

—Dinos de quién se trata—lo observo expectante.

—No hago favores sin recibir nada a cambio.

—¿Qué debo hacer para que me lo digas?

—Liberarme.

—Sabes que eso no va a suceder, Daniel.

—Sucederá de todos modos—sonrió confiado.

—No mientras yo esté aquí para impedirlo—el superior de los guardianes se levantó de su asiento, y caminando en medio de la audiencia se dirigió hacía donde se encontraba Daniel.

—No puedes interrumpir el juicio, Anton. Lo sabes perfectamente—le dijo Steve, fríamente.—Además...me temo que tu vestimenta no es la adecuada para ser parte de la audiencia—lo observó de la cabeza a los pies, pues no llevaba puesta la túnica negra.

—Si quieres puedo quitarme el abrigo—dijo a la vez que lo hacía y lo dejaba a un lado.

—¿Podemos saber que estás planeando?—volvió a preguntarle Steve.

—Por supuesto—dobló las mangas de su camisa blanca, para estar mucho más cómodo.—Tengo entendido que el acusado no tiene testigo de la defensa, a pesar que debería tenerlo, puesto que de no hacerlo se estaría infligiendo uno de sus derechos básicos como prisionero. Es por esa razón que me ofrezco como voluntario.

ARCADIA: La Guerra por el EquilibrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora