18. "Espejismo"

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Mis ojos permanecían cerrados, mientras que una sonrisa se curvaba en mis labios y su rostro se dibujaba en mi mente. Todo me parecía perfecto y dudaba que algo pudiese demostrarme lo contrario. Había decidido quitarme mi armadura, solo para que él pudiese ver quien se escondía bajo todo ese acero y pudiese ayudarme. Necesitaba dejar de ocultarme, tenía que desprenderme de mis fantasmas y recomenzar. Ahora más que nunca me sentía decidida y quería intentarlo, aunque fracasara, estaba dispuesta a correr ese riesgo siempre y cuando Nicolas estuviese a mi lado, puesto que él también lucharía en esta batalla. De algún modo hallaríamos la manera de mantenernos a salvo, sin importar lo que suceda, ni donde estemos, siempre encontraríamos una salida.

Después de un rato, decidí que sería mejor abrir los ojos y dejar de soñar despierta, ya que por el momento comenzaba a preocuparme por Pascale, puesto que sabía que no se encontraba bien a pesar de que aparentara lo contrario. Me incorporé sobre la cama y la busqué por la habitación, pero no estaba, así que decidí salir a buscarla al primer piso. Sabía que ella me necesitaba y quería que supiera que podía contar conmigo para lo que le hiciera falta, sin importar de qué se tratara, siempre estaría ahí para ella.

—Te estaba buscando —le dije a Pascale entrando a la cocina.

—¿Necesitas algo? — se volteó  a preguntarle, dejando la preparación de su desayuno a un lado.

—La verdad es que sí.

—¿De qué se trata?

—Necesito que hablemos.

—¿Sobre qué?

—Bueno es que... sé que no estás bien y yo... —la miré complicada.

—Estoy perfectamente, gracias. Ahora siéntate—volvió a voltearse, restándole importancia.

—Sabes que eso no es cierto, Pascale. Te conozco y se cuando...

—No debes preocuparte, Jessica. Ese es mi trabajo—la interrumpio.

—No puedo evitar no preocuparme, ya que me importas—me acerque a decirle.

—Sírvete el desayuno antes de que se enfrié. Aún tienes que alimentarte—dejó la bandeja sobre la mesa, para luego sacar de su interior el  desayuno de su protegida.

—Antes de que lo haga quiero que hablemos —insistí.

—Algunas veces eres demasiado terca y eso me molesta. ¿De qué quieres que hablemos?—le presto atención.

—Eso ya lo sabes—contesté.

—No, no lo sé. Dímelo tú. No soy una adivina —se dio por vencida.

—Está bien, Pascale. Sé que no quieres tocar el tema, pero yo no puedo hacer de cuenta que aquí no ha sucedido nada. Necesito que lo hablemos. Quiero saber cómo te sientes realmente, si necesitas algo, ya que estoy dispuesta a hacer lo que sea con tal de verte sonreír —le dije con honestidad.

—Cada día me sorprendes más Jessie, ni siquiera puedo entender por qué te preocupas tanto por mí, cuando en realidad debería ser al revés. La verdad es que no recuerdo si tuve alguna buena amiga estando con vida, pero creo que eres la mejor—le sonrió. —Además, estoy segura de que serías una excelente guardiana si la oportunidad se te diera—añadió.

—Gracias Pascale —le devolví la sonrisa.

—No es nada, solo estoy diciendo la verdad. Y si quieres saber lo que siento, te lo diré. Aun estoy sorprendida. Me cuesta creer que alguna vez tuve una familia y me duele saber que Arcadia me la arrebató en cierta forma. Jamás volveré a ver a mi hijo ni al hombre del que estaba enamorada. Y ese es el final de la historia —le confeso entristecída.

ARCADIA: La Guerra por el EquilibrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora