37. Segunda parte.

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Después que los oficiales habían decidido abandonar la búsqueda, decidí que era el momento indicado para no rendirse y seguir buscando, pero esta vez por mi propia cuenta. Es por eso que decidí pegar carteles con la fotografía de Lucas en algunas calles de Londres, las cuales tenían escrito en la parte superior con letras grandes "Desaparecido". Además en la parte inferior tenía un número telefónico, con el cual esperaba que pudiesen contactar. No quería perder las esperanzas, ni por un segundo. Para poder lograrlo Daniel había sido de gran ayuda, puesto que se había ofrecido a ir conmigo, lo cual género que lográramos acercarnos mucho más durante la mañana que estuvimos recorriendo las calles. Estar junto a él era increíble, ni siquiera tenía palabras para expresar lo que mi hermano mayor me hacía sentir al estar junto a él, solo diría que la seguridad y protección que me brindaba solo era superada por Nicolas, lo cual le otorgaba el segundo lugar. Todo había mejorado en mi vida, a pesar de la desaparición de Lucas. Mis padres parecían estar aún más felices y enamorados que nunca. Y así, es como me gustaría verlos, por el resto de sus vidas.

—Creo que ya hemos acabo—sonrió Daniel, pegando el último cartel sobre la cabina telefónica.

—Eso parece—observe la fotografía de Lucas.

—¿Quieres algo de comer?

—De acuerdo.

—Entonces sígueme. Conozco un lugar. Sé que va a gustarte—comenzó a caminar  junto a Jessica.

—Conoces un lugar—repetí extrañada.

—Antes de tener el accidente solía comer allí. Espero que aún siga abierto y nada haya cambiando—contestó seriamente, repitiendose a si mismo que debía ser más cuidadoso con lo que decía, puesto que Jessica era bastante perspicaz y no podía ponerse en evidencia, no ahora que había logrado ganarse su confianza.

—También lo espero—le sonreí.

Caminamos durante un par de cuadras hasta detenernos en un pequeño restaurante muy típico de Londres. Contaba con dos grandes ventanales y se encontraba pintado de un color muy llamativo.  Nos adentramos en el restaurante y nos sentamos en una pequeña mesa, junto a  uno de los enormes ventanales. A los cinco minutos aproximadamente  no tardaron en tomar nuestra orden. Yo opte por unos ravioles con crema, mientras que Daniel solo pidió un vaso con agua, asegurándome que se hallaba enfermo del estomago.

—¿Estás seguro que no quieres nada?—le pregunté por segunda vez.

—No tengo hambre—contestó.

—Pero eso no fue lo que dijiste hace un momento. Creí que estabas enfermo del estomago—le recordé extrañada.

—Y lo estaba, pero...

—Aquí esta la orden—dijo la mesera, dejando un  vaso de agua con hielo junto a Daniel, antes de dejar el plato con ravioles que Jessica había pedido frente a ella, sobre la mesa.

—Es muy amable—le sonreí.

—Si necesitan algo, no duden en llamarme—observó a Daniel con insistencia, conservando aquella sonrisa.

—Lo haremos—contesté.

—Con permiso—se alejó moviendo sus caderas.

—Creo que le gustaste—sonreí a la vez que me llevaba el tenedor a la boca.

—No me interesa—respondió seriamente.

—Es muy atractiva—comente.

—¿Te molestaría si yo tuviese una novia?—le preguntó de pronto.

—Claro que no, ¿por qué habría de molestarme?—sonreí por lo absurdo.

—Por nada. Olvídalo—se llevó el vaso con agua a la boca y le dio un pequeño sorbo.

ARCADIA: La Guerra por el EquilibrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora