32. Segunda parte.

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—Ya estamos aquí—dije entrando a la sala junto con Bianca.

—¿Por qué se tardaron tanto? ¿Qué estaban haciendo?—se acercó a preguntarles Leo.

—Nos alargamos platicando—sonreí sin entrar en detalles.

—¿De qué estaban hablando? —insistió.

—Lo siento, pero no puedo decírtelo—Bianca había confiado en mí y yo no podía traicionar su confianza diciéndoselo a alguien más, aunque fuesen hermanos.

—Solo quiero saber que hacían mi cuñada y mi hermana favorita—se interpuso en el medio y las abrazó por el costado.

—Acompáñame—me puse de pie y me acerqué a Jessica, para rescatarla.—Tengo que enseñarte un par de cosas.

—¿Adónde iremos?—preguntó Leo sonriendo.

—No estás invitado—le respondí seriamente y salí de la sala.

—Me disculpan un momento—les dije un tanto complicada por la actitud de Nicolas.

—Sí, ve tranquila Jessie—contestó Bianca.

—De acuerdo—salí de la sala para alcanzar a Nicolas.

—Creí que serías más amable con los chicos—le dije mientras que caminábamos por un largo pasillo.

—Hago lo que puedo—respondí sonriendo.

—Pues no haces lo suficiente.

—¿Tienes alguna queja? —me detuve y ella también lo hizo.

—Si, claro que la tengo.

—Envíamela a mi correo y tal vez te responda más tarde.

—Que gracioso eres—le dije siendo sarcástica.

—No sabes cuanto—sonreí irónicamente.

—¿Qué es lo que querías enseñarme?—le pregunté para cambiar de tema, ya que sería en vano seguir discutiendo por el momento.

—Hice unos pequeños ajustes en la casa—le expliqué y entonces seguimos caminando.

—¿Ajustes?—repetí.

—Solo unas pequeñas remodelaciones—me detuve frente a la biblioteca.

—¿Qué clase de remodelaciones?

—Puedes verlo por ti misma—abrí la puerta, haciéndome a un lado.

—No puedo creerlo—sonreí sin poder evitarlo.

Sin duda esta habitación se había convertido en uno de mis lugares favoritos, si se trataba de esta casa. El piano permanecía en la misma esquina, tal como lo recordaba, sobrio, elegante y majestuoso; esperando a que alguien pusiese sus dedos sobre el para que la música brotara como por arte de magia. A su lado había un enorme ventanal desde el cual podía apreciarse un jardín perfectamente cuidado, a pesar de los años que llevaba abandonado conservaba parte de su encanto, puede que alguien lo haya estado regando o sencillamente posea el mismo encanto que envuelve a todos los Rinaldi. El tiempo no pasa sobre ellos y siempre parecen haber sido vestidos y maquillados por profesionales, pensaba a la vez que me acercaba hasta el librero que esta vez se encontraba repleto de ejemplares de distintos títulos. Había literatura, había libros científicos, clásicos infantiles e incluso libros de cocina. Algunos parecían antiguos y se hallaban un poco alejados, pero eso lejos de molestarme, me parecía más interesante. Y a pesar de los cambios que saltaban a la vista, la estancia seguía manteniendo su esencia, seguía siendo la misma especie de santuario en el que estuve hace unos meses, por lo cual no lograba sorprenderme. Lo que si me sorprendió, fue el hecho de que Nicolas se molestara en remodelarla, solo para que yo me sintiese más cómoda.

ARCADIA: La Guerra por el EquilibrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora